Capítulo XVI: The Kids Are All High

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—Solo lo hago como recuerdo —Jake explicó—. Cuando me saquen de esta escuela al menos sabrán que estuve aquí.

Jake había sido un caso especial, si tratamos de llamarle de algún modo. A su edad, ya tenía una pequeña fama en diversas escuelas por su comportamiento antisocial y una capacidad de pandillerismo de al menos chicos del doble de su edad.

—¡En serio! ¡Para de hacer eso! ¿Qué no ves que está mal? —Allyson insistió mientras que Jake le daba los toques finales a su creación.

—¿Sabes qué? Si crees que esta tan mal, ¿por qué no se lo dices tú?

—¡Ah, ya lo verás! —la niña respondió al desafío—. ¿Crees que no lo haría?

—No lo creo, lo sé.

Jake inclusive le extendió la navaja para que Allyson la tomara y acudiera con la maestra, y por un instante, eso fue lo que la niña iba a hacer, pero no pudo siquiera tomar el objeto, tan solo le dio la espalda, molesta.

—Te lo dije.

—¡Ya cállate! —le respondió Allyson pensando que al menos no había apostado dinero.

En los días siguientes, a pesar de la molestia causada por su presencia, Jake siguió eligiendo el asiento junto a Allyson. No es que hubieran forjado algún tipo de amistad en ese momento, pero después de amenazar a uno de los chicos para que no lo delatara por el proto-grafiti que el muchacho ya sabía hacer con una mezcla de plastilina y acuarela, a nadie le gustaba de acercársele. Los demás alumnos buscaban asiento entre sí para no tener que compartirlo con él.

Los primeros días eran de una extraña indiferencia. Allyson no era particularmente afín a Jake, pero de todos los chicos y chicas que tenía por compañeros, la niña al menos podía medio soportar al impertinente muchacho. De cierto modo, ambos pertenecían a una misma clase, al no ser ninguno popular o querido, pero con distintos tonos de gris. Después de todo, hay una gran diferencia entre ser asocial y ser antisocial.

Colleen siempre estuvo preocupada por su hija, así que las citas con el consejero de la escuela eran comunes: la mayor parte de los niños que acudían eran aquellos que se rehusaban a colorear dentro de los contornos de los dibujos, pero de vez en cuando aparecerían casos como el de Allyson.

Una tarde, Allyson esperaba entrar a su cita con el loquero para infantes, cuando llegó Jake a la sala de espera con cara de niño regañado, y se sentó a unas tres sillas de la joven Martin.

—¿Por qué estás aquí? —Allyson preguntó.

—¿Tú por qué estás aquí?

—Yo pregunté primero.

—Bien, fue porque le quité el dinero al chico extranjero.

—¿Le pegaste?

—No, solo le dije que era hora de pagar el impuesto a extranjeros. No creí que funcionaría, y de no ser porque alguien nos escuchó, pude haberme salido con la mía. Ahora tú.

—¿Qué cosa?

—¿Por qué estás aquí?

—Mi mamá piensa que estoy algo... loquita.

—¿En serio? Mi papá también.

¿Han oído hablar de las amistades y amores «hechos en el cielo»? Bueno, uno entonces podría decir que la relación entre Allyson y Jake se forjó a poco de un cura locos. Claro, siendo niños uno debe darle su debida proporción a lo que es un problema psicológico o un simple comportamiento infantil, pero las citas constantes de ambos hicieron que tuvieran de pronto mucho sobre lo cual hablar.

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