Capítulo 21: ¡Sorpresa!

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CHARLOTTE

Quedan sólo dos días para entrar de nuevo a la escuela; Marcel está como loca porque tiene materias atrasadas y/o reprobadas, aunque aún no nos han dado las calificaciones del semestre, pero, ella lo cree así; y sus padres dijeron que si no aprobaba todas las materias... no habría nada de nada, y con nada me refiero a: nada de compras –lo que sería un dolor terrible para ella–, nada de salidas a fiestas   –de cada semana– y nada de... no me quiso decir lo demás, dice que es un secreto.
Y debo decir que me molestó un poco, porque ella siempre me dice todo... no lo sé, está rara últimamente.
Aún no logro superar lo que pasó en año nuevo. Fue algo... tan inesperado... y... no lo sé.
Eso fue ridículo.
De nuevo es fin de semana y estoy en casa de Eduardo. Meri y Madeleine salieron con Emma a hacer unas compras al súper-mercado. Josh quedó con unos amigos, a su típica reunión de dos días antes de clases: que consta de jugar videojuegos y esas cosas que hacen los chicos durante toda la tarde. Así que los únicos en casa somos él y yo.
Está seguramente en su habitación viendo televisión; aunque no he escuchado ningún ruido. Tal vez esté dormido.
Mis auriculares en mis oídos y un buen libro entre mis manos, es lo único que pido para una linda y relajada tarde.
Estaba a la mitad de una página cuando escuché un ruido, un ruido molesto, como si arrastraran algo de metal por el jardín para después tirarlo de nuevo al piso, que es proveniente de... algún lugar de la casa que no logro identificar.
     — ¡Eduardo, estoy leyendo!— protesté elevando la voz, para que dejara de hacer lo que quiera que estuviese haciendo, además de que me lograse escuchar en cualquier lugar donde esté.
El ruido paró, pero después de unos cuantos minutos se hizo más constante. Traté de ignorarlo, pero me era imposible. Era muy insoportable.
Deje mis auriculares a un lado, coloque el separador en la página correspondiente del libro y salí decidida a callar ese ruido escaleras abajo.
Revisé todo el primer piso, desde la cocina hasta el recibidor, y... no había nada. El ruido seguía y seguía... pero no veía al responsable por ninguna parte.
Volví a revisar la cocina, volví a revisar el recibidor y... había algo que llamó mi atención. Sobre la mesa del comedor yacía una nota, escrita con una caligrafía manuscrita en tinta azul.
El único que escribe así es Eduardo.

                    "Charlotte, salí a la carpintería y a la ferretería. 
                     Voy a tardarme un poco,
                     hay algo en el jardín para todos ustedes
                                                                   Papá."

Si no es Eduardo quien está aquí. ¿Quién es?; además ¿Qué cosa hay en el jardín y por qué me dejo sola con eso? Si eso es el responsable del ruido, lo sacrificaré.
Dejé de nuevo la nota en su lugar anterior y llevé mi mirada hasta la puerta del patio trasero. ¿Qué había allí?
Caminé con cuidado hasta la puerta de madera. No había una ventana por la que pudiese ver, así que la abrí con mucho cuidado...
No había nada.
Desde la puerta se podía apreciar que una parte de la cerca de madera que rodeaba todo el jardín estaba totalmente mojada; pero nadie ha salido a regar las plantas hoy.
Salí hacia el patio con mis calcetines color negro, pisé las baldosas  de roca, sintiendo instantáneamente el frío recorrer desde mis pies hasta mis brazos.
Revisé con cuidado cada parte del lugar, y seguía sin ver absolutamente nada que pudiese ocasionar ese ruido. El regador estaba encendido, ese es el porqué de la cerca, ¿pero el ruido?
Podría ser un ladrón, o peor aún: Un ratón.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al pensar en la segunda opción, además de una ráfaga de viento que hizo alborotar mi cabello. No salí con un suéter, genial. 
Di un último vistazo antes de volver a entrar en la casa. Había una sombra junto a las bicicletas.
 Y debo recalcar que esa sombra se mueve. Tome lo primero que se cruzó en mi camino: un trapeador. 
Me aferré fuertemente del palo con ambas manos y caminé con paso sigiloso hasta las bicicletas.  
Si es una rata, juro que me desmayaré en cualquier momento.
Quité el triciclo que Madeleine, que era el que se interponía y alcé el trapeador para golpear a lo que sea que fuese eso.
Grité; pero grité tan fuerte por el susto que de verdad me sentía que me iba a desmayar.
     — ¡UNA RATA!— Grité alarmada, sintiendo como temblaba de pies a cabeza. Mi respiración se aceleró y no podía moverme. Cerré los ojos.
     — ¡Charlotte!— gritó Alexis desde el otro lado de la cerca, pero yo no era capaz de contestar nada.
No sé en qué momento, pero él llegó a mi lado y se quedó en silencio —Charlotte... eso, no es... una, rata— trató de explicarme tranquilamente, viendo mi estado de sock.
Abrí lentamente mis ojos, rogando porque lo que había dicho mi amigo fuese cierto. Él tenía un pequeño cachorrito entre sus brazos, como si fuese un bebé, era color negro, bastante regordete.
     —Es fácil confundirlo con un rata— aseguré ocasionando la grave risa de mi amigo — ¿Puedo cargarlo?— pregunté mirando como jugueteaba con el pequeño animal. Él me lo entregó y yo lo tomé, para inspeccionarlo, lo movía de un lado a otro, encontrando algún parecido con una rata.
     —No es una rata, Charlotte— me aseguró Alexis negando con la cabeza. Yo lo miré e hice un ademán con la cabeza para que entrara conmigo a la casa. Me siguió y nos sentamos en el sofá, con el pequeño cachorro en mis piernas, el cual se quedó dormido.
     — ¿Cómo entraste?— pregunté mirando la respiración del pequeño animal.
     —Escuché un gritó, aterrador por cierto... —el rio y yo le di un pequeño golpe inofensivo en el hombro —entonces, salí, pero no venía de mi casa... venía de tú casa, entonces, mire por encima de la cerca y te vi. Totalmente aterrada; salté para ver qué era lo que pasaba... y vi a ese pequeño animalito, que te causó tanto terror.
No sabía si reírme o avergonzarme. No puedo creer que lo haya confundido de tal manera. El ruido que hacía era porque estaba jugando...
      —Bueno, yo me voy— dijo levantándose del sofá hacia la puerta del patio —Luke está haciendo de las suyas... y no hay nadie más en casa— explicó.
      —Nos vemos... y gracias— me despedí con una sonrisa viendo cómo se marchaba. Tome al pequeño animal entre mis brazos y lo llevé hasta mi habitación. Lo coloque sobre una almohada; coloque mis auriculares en mis oídos y tome de nuevo el libro.

¿Apostamos?Where stories live. Discover now