Capítulo 11: El resfriado mas oportuno.

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CHARLOTTE

Ya habían pasado varias horas desde que Marcel se había ido a su casa, y bueno, ya que el sol se está escondiendo era hora de que yo también me fuera a la mía; como siempre Eduardo me llevaba.
Me levante de la cama y camine hasta la habitación de cada uno de mis hermanos.
Me despedí de Meri y Josh, pero faltaba Madeleine, la cual, no encontraba por ninguna parte. La busque por toda la casa y no estaba, ni ella ni la abuela. Salí al último lugar donde se me ocurrió buscar y si, ahí estaban, jugando... con globos de agua; dirigí mí vista a todos lados y me di cuenta del porqué de su repentino juego. El vecino de al lado estaba cortando su césped... sin camisa.
Otro de los intentos de la abuela de lucir sexi.
     —Abuela, ya me…— y antes de que pudiera terminar, Madeleine y la abuela ya me habían empapado. Si, lo sé, fue mala idea entrar aquí. ¿No era mejor despedirme desde la puerta? Sí, Charlotte, si lo era.
     — ¡Mi calabacita! ¡Defiéndete!— gritó la abuela.
     —Abuela, yo te… — otro globo, este, directo a mi cara. Resultado = gafas empapadas = no veo nada. Bien, nadie se mete con mis gafas.
Tome un globo y lo lance a la abuela, tan fuerte... que la hizo caer. De verdad, ¡se cayó! Madeleine y yo comenzamos a reír a carcajadas, la abuela se levantó y nos fulmino con la mirada. Comenzó la guerra.
Estuvimos así más de lo esperado; según yo llegaría a casa a las 7:30 y eran las 8:30 ¿a quién se le ocurre jugar con agua tan tarde? A nosotras.
Madeleine y la abuela se fueron en no sé qué momento ya que... no veía nada. Me quite las gafas al inicio de la guerra y no sé dónde están.
     — ¡Malditas gafas! ¡Donde están!— estaba temblando, tenía frío, hambre y me iba a dar un resfriado seguro.
     —Bueno, creo que ellas no pueden escucharte, pero… si te sirve de algo, me las encontré.

Levante mi mirada encontrándome con una color azul, y un vecino sin camisa frente a mí. Me entrego las gafas y me coloco una toalla en la espalda.
     —Gracias— le dije con una sonrisa.
     —No creas que las estaba espiando, pero… la cerca está muy baja y se ve todo. Buen tiro— explicó a la vez que me felicitaba. No entendía nada.
     — ¿Buen tiro?
     —Sí, jamás había visto que alguien cayera por culpa de un globo con agua— respondió riendo.
     —Oh, eso... bueno, yo... ¡se metió con mis gafas!— defendí  graciosa. Pero, en cuanto termine esa sencilla oración estornude ¡estornude!, me toque la nariz y la tenía roja y fría, ya me resfrié.
     — ¿Estás bien?— preguntó mirando como temblaba.
     —Tengo frío, y ya me resfrié.
     —Ven, vamos para que te seques y tomes una taza de chocolate caliente— me ofreció con una sonrisa cálida, guiándome hasta su casa.
     —Pero... mi casa está aquí, puedo hacer todo eso aquí.
Él se encogió de hombros y me miro tiernamente, seguramente dándose cuenta de lo qué había dicho —Cierto, entonces tendré que cuidarte otro día.
     — ¿Cu-cuidarme? ¿T-tu querías cuidarme?
     — ¿No me recuerdas?— preguntó con el ceño ligeramente fruncido.  Yo negué con la cabeza (sólo sé que eres un el nuevo vecino y... ni si quiera se tu nombre).
     —Charlotte, por Dios, ¿he cambiado tanto?— preguntó con una sonrisa vacilante.
     — ¿Cómo sabes mi nombre?
     —Charlotte... soy yo: Alexis, Alexis Lumbar, tu mejor amigo de preescolar, primaria y secundaria.
     — ¿Qué?— mi expresión cambio totalmente ¿había vuelto? —¿Alexis? ¿Me lo juras? ¿Eres tú? ¿No estabas en…?
     —Sí— me interrumpió —Soy Alexis, el mismo Alexis que paso 9 años de su vida siendo tu mejor amigo, ese Alexis por el que tanto sufriste cuando me fui a vivir a los Estados Unidos, ese Alexis ¡con el que nunca te contactaste estos últimos 2 años!— respondió  dramático.
     — ¿Alexis?— la verdad no escuche nada de su discurso solo escuche: Alexis. Estoy en shock, no lo puedo creer, volvió, él volvió, ese pedazo de mi vida que se fue ¡volvió!
     — ¿Charlotte estas aquí? hace horas que estoy... ¿Charlotte? ¿Quién es este tipo y que hace en el jardín?
Oh, por dios Eduardo no arruines el momento, estoy reencontrándome con mi mejor amigo de toda la infancia–juventud y tú llegas así, no me vengas con tus aires de papá celoso ahora.
     —Charlotte te hice una pregunta ¿Quién es?— su voz cambió a autoritaria al notar que no le respondía.
     —Alexis— musité. Charlotte ¡despierta! Hay un chico sin camisa frente a ti, y tu padre está atrás. Salí de mi trance y voltee hacia Eduardo; estaba con los brazos cruzados y mirando  a mi amigo amenazadoramente, mientras que Alexis tenía una sonrisa —Él es Alexis, Alexis Lumbar, mi amigo de la infancia, el nuevo vecino también— respondí tranquilamente y note como Eduardo ponía cara de sorpresa.
     — ¿Alexis? ¿El mismo Alexis con el que jugabas al escondite?
     —Si señor— terció mi amigo —ese soy yo, he vuelto de los Estados Unidos y me  mude aquí— dijo sonriente acercándose a Eduardo para darle un abrazo, el cual respondió con gusto. Camine hacia ellos y al parecer no me veían ni escuchaban. Hombres.
Entre a casa ya que me moría de frío y me di un baño caliente de menos de cinco minutos, me puse ropa seca, la más caliente que encontré, y baje de nuevo.
Eduardo estaba en la puerta y me dijo que Alexis se había ofrecido a llevarme, me despedí de él con un beso en la mejilla. Salí de casa y efectivamente estaba mi amigo sobre un hermoso Dodge challenger; me quede embobada mirando a esa belleza en blanco y negro.
     — ¿Es tuyo?— pregunté dando una vuelta alrededor del auto tocándolo con mi dedo índice. Alexis me seguía con mirada y tenía una sonrisa en su rostro. —Blanco y negro. Buena elección, ¡lo amo! Es clásico, es bellísimo, es... no tengo palabras— comenté emocionada.
     —Fue un regalo de papá por terminar el último curso con honores— respondió sonriente.

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