Capítulo 4: Confianza

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Anunciaron la salida de clases, y todos recogieron sus útiles y se fueron disparados al comedor. Sin embargo, Kyoya prefería salir con más calma y Tsuna igual, asi que fueron los últimos en salir del aula.

En cuanto salieron, pasaron olímpicamente de la sala donde tanto ruido había debido a la multitud de niños —hervíboros pequeños en el idioma de Kyoya— que conversaban mientras comían, y se dirigieron directamente al mismo lugar de siempre.

Se había convertido en una especie de rutina el ir allí después de clase, aunque en ningún momento habían pactado hacerlo. Y si en invierno el escenario parecía mágico, en primavera aún más.

En pleno mayo, las plantas habían vuelto a renacer, rodeándoles de flores multicolores e insectos. El estanque se había descongelado y los peces chapoteaban en él junto a los pequeños patos y cisnes.

Dado que su única manera para acceder bajo el sauce había desaparecido junto al hielo, tenían que conformarse con mirar sus hojas jugando con el agua.

Como ya era su costumbre, uno apoyado en la espalda de otro, Tsuna dibujaba y Kyoya le observaba de reojo mientras seguía leyendo.

El rostro del castaño tenía una pequeña sonrisa, dulce y cálida como todas las que esbozaba, mientras miraba con un brillo de ilusión el papel que utilizaba para pintar.

Una pequeña mariposa blanca se posó en la hoja, y Tsuna rió ligeramente al verla intentando absorber el néctar de la flor pintada.

El azabache se sorprendió al escuchar la risa del menor, en ese tiempo jamás la había escuchado, y era realmente melodiosa pese a que fue como una brisa, se fue tan rápido como llegó.

Cuando empezaba a atardecer, ambos se levantaron y volvieron a su habitación, el pequeño entregándole los dibujos que había hecho y borrando esa sonrisa que le acompañó durante ese tiempo.

Sin embargo, cuando Kyoya regresó de ducharse, se dio cuenta de que el castaño había vuelto a irse a alguna parte. Había dejado sus cosas de dibujo en el cuarto, encima de su escritorio, y se había marchado.

Tocaron la puerta, y acudió a abrir pensando que era Tsuna. Sin embargo, se encontró con su profesor de matemáticas.

—Con que tú eres el compañero de habitación de Dame-Tsuna —dijo al verle, y el menor asintió arqueando una ceja—. ¿Dónde está?

—No lo sé, cuando regresé no estaba —respondió.

—Ese crío... ¿suele desaparecer? —Kyoya asintió—. No sé qué demonios le pasa, parece evitarme cada rato desde hace dos años. ¿Tú sabes algo?

—Creo que tiene miedo a alguien —declaró, cruzándose de brazos. Sabía que Reborn no tenía nada que ver, pues el castaño le quería.

—¿Miedo? ¿Le están amenazando alguno de esos renacuajos? —se encogió de hombros—. Dame-Tsuna no quiere hablar con nadie, ni siquiera cuando le amenacé, ¿te ha hablado a ti?

—No me ha dicho nada, solo sé lo que he podido averiguar —contestó con sinceridad—. Pero si me entero de que alguien le hace daño, seré el primero en morderlo hasta la muerte.

—Me caes bien, niño —sonrió el mayor ante sus palabras—. Aunque seré yo quien lo mate antes, creo que puedo dejar que cuides de Dame-Tsuna.

Le devolvió la sonrisa a modo desafiante, y sin añadir nada más, Reborn dio media vuelta y se marchó. Cerró la puerta y sintió el viento agitar su cabello con violencia, asi pues, se dirigió a cerrar la ventana.

Cuando volteó, se dio cuenta de que uno de los lápices de colores se había caído de la mesa del pequeño castaño, y se agachó para recogerlo.

Dessins pour toi |DPT #1|Where stories live. Discover now