Capítulo XIII: I Kissed A Friend (And I liked it)

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Era un día tranquilo, al menos, para los estándares de Hopewell High.

—No creí que fueran capaces de controlar al calamar gigante homicida que se escapó de la cafetería —Allyson comentó, recostada a mitad de la grama de una sección alejada del patio de Hopewell High, en medio de Jake y Sarah.

—Es lo que pasa cuando dejas que una compañía japonesa especializada en investigación con energía nuclear a cargo del menú —Jake respondió.

—Como sea —añadió Sarah—, el sushi estaba algo chicloso ¡Cualquiera pensaría que se podría confiar en "Godzilla Alimentos"!

A la distancia vieron a un grupo de chicos de otra clase jugando al clásico juego pierde-tiempo y excita-hormonas, la botella, donde chicos y chicas de edad sexualmente...bueno, sólo "sexualmente" intercambian saliva en toques de labios breves pero llenos de hirvientes deseos reprimidos.

—¿Y si nos unimos al juego? —sugirió Sarah.

—Paso —Allye y Jake respondieron.

—¿Qué? ¿Los intimida el contacto de labios?

Ni Allye ni Jake respondieron con palabras: en su lugar, sus rostros se tornaron colorados, y voltearon a direcciones opuestas.

—¿Me están ocultando algo? —Sarah interrogó—. ¿Verdad?

—¡Qué te importa! —ambos chicos volvieron a entonar el tono y el tiempo correcto en su respuesta.

Y es que en efecto, había ciertos recuerdos, de hace ya algunos cuantos años, que esperaban poder olvidar, pero en vista de sus reacciones al ver a compañeros jugando a la botella, era obvio que aún permanecía como un recuerdo fresco, vivido, a todo color y a todo horror. Cuando los chicos tenían inocentes doce años...

Eventualmente, todos llegamos a lo que muchos llaman con el eufemismo de "la edad de la punzada"; empezamos a experimentar ciertas sensaciones nuevas, a veces emocionantes, a veces aterradoras, y otras veces psicóticas.

Y aquí hay que explicar un poco ciertas cosas: Allyson y Jake habían sido amigos desde el jardín de infantes.  Ambos compartían el mismo sentimiento de ser inadaptados y relegados tanto por sus compañeros como por sus maestros (y en muchas ocasiones, por sus propios padres) pero el sentimiento que pronto compartirían los llevaría a través de una senda de confusión nunca antes vista en sus jóvenes vidas.

—Hola Allye... —le dijo el chico a las afueras de la escuela.

— Jake, ¿qué sucede?— preguntó la jovencita, notando una extraña mirada en el rostro de su compañero.

—Es que...bueno, yo...hay algo que tengo que decirte...

—¿Qué...es?— Allyson dijo nerviosa, con sus mejillas tomando un color rojo intenso.

—Allye: tú me gustas, y mucho...y desde hace algún tiempo, he sentido esto: siempre me agradaste, como una amiga, pero ahora...ahora siento algo más por ti...

Allyson se asustó en un comienzo, pero cuando Jake dio sus pasos para acercarse, ella hizo lo propio; había algo, un magnetismo inusual que nunca había notado, pero que ahora no podía ignorar, y más importante aun: no quería ignorar...

—Allyson...

—Jake...

Ambos acercaron sus rostros, y a su vez, sus labios, y de poco a poco estos fueron a encontrarse...

—¡¿Qué coño fue eso?!— Allyson gritó asustada, encontrándose sudando del espanto, con la respiración alterada, en la cama de su cuarto.

Su pecho sintió un enorme alivio al percatarse de la realidad: aquello no fue más que un sueño, pero cierta angustia no se había ido de todo, y ciertamente no lo haría pronto, más aun cuando lo trató de analizar fríamente:

El Club de HopewellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora