Tantas mentiras y a mi me preocupa ir con mis amigas. Tantos crímenes y yo solo pienso en mi futuro. Tantas muertes y me preocupo por llegar a los 80. Soy egoista, y no voy a decir que me calma saber que todos lo somos. Nacemos y morimos solos. Ento...
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-Abracé el brazo de Douglas utilizándolo de almohada y suspiré. Eran casi la seis de la mañana y yo en minutos deberia estar en mi casa. Observé la gente que se encontraba en este maldito autobus en el cual estaba prendido el aire acondicionado y hacía un frio invernal. Dos muchachas ebrias, un chico que parecia drogado, dos señoras trabajadoras y un tipo asqueroso que no dejaba de mirar mis senos y piernas, acosador desagrable. Cerré los ojos quedándome levemente dormida por unos pocos minutos.
-V-Ven, vamos, es nuestra parada-dijo Douglas moviéndome un poco-me paré del asiento y salimos del bus saltando desde el escalón. Entramos al barrio cerrado donde ambos vivíamos y caminamos hasta nuestras casas, las cuales eran vecinas.
-Adiós Doug-besé su mejilla-Nos vemos-reí levemente y me encaminé hasta la puerta de trasera. Tomé la llave que estaba escondida entre macetas y entré sacandome los zapatos para ser lo más sigilosa posible.
-Carajo-susurré al chocar mi dedo chico del pie contra una silla, subí rápido a las escaleras y entré a mi habitación suspirando de alivio, una vez más lo había logrado. Sonó mi despertador y con una sonrisa triunfante en los labios lo apagué, desarmé la cama para que mis padres pensaran que yo había dormido ahí y luego entré al baño. Me saqué la ropa y la dejé dentro de una mochila, me di una ducha rápidamente.
Me puse el uniforme del instituto, medias bordo, pollera gris, camiseta blanca y zapatos marrones. Me cepillé el cabello, tomé mis cosas y bajé rápido a la cocina.
-Hola Venus-dijo Cristine, la cuál es mi niñera desde que nací prácticamente, tiene unos sesenta y tantos.
-Hola Cris-sonreí. Me senté en una silla y comí mi desayuno. Terminé de prepararme y fui hasta el colegio.
El primer timbre sonó, eran las siete treinta de la mañana y mi primera clase empezaba. El señor Drunchik empezó con su aburrida clase de biologia la cual como siempre se fue por las ramas y terminan hablando de cualquier cosa menos de eso. Yo no estaba prestando atención, tenía sueño y todo lo que decía me parecía estúpido pero entre tanto parloteo hubo algo que llamo mi atención y no de buena manera.
-Las mujeres deben cuidar de sus hijos y satisfacer a sus maridos, no interferir en negocios. Cocinar, planchar, lavar y todo eso.
-¿Y los hombres qué? Tienen manos para lavar, cocinar y planchar. Pueden hacer todo eso y hasta cuidar de sus hijos mientras las mujeres trabajan.
-Venus, yo sé que eres mujer y todo eso, pero acéptalo, las mujeres no son tan capaces como los hombres.
-¿Qué esta deciendo? Por Dios, esto es el siglo veintiuno y usted habla como una persona del siglo dos. Las mujeres y los hombres pueden hacer las mismas cosas.
-¿A caso me contradices?
-Y si, no para de decir estupideces.
-¿Cómo dijo? A detención ya señorita.
Me paré y tomé mis cosas-Gracias profesor, ya no aguantaba más en una clase machista donde se supone que hay que estudiar biología y lo único que hace es hablar de su patética vida-tomé el papel con mi nombre y las horas que debía pasar en detención y fui hasta el salón 23.