Capítulo 28 : La Verdadera Conversión

7 0 0
                                    

DONDEQUIERA que la Palabra de Dios se predicara con fidelidad, los resultados atestiguaban su divino origen. El Espíritu de Dios acompañaba el mensaje de sus siervos, y su Palabra tenía poder. Los pecadores sentían despertarse sus conciencias. La luz "que alumbra a todo hombre que viene a este mundo," iluminaba los lugares más recónditos de sus almas, y las ocultas obras de las tinieblas eran puestas de manifiesto. Una profunda convicción se apoderaba de sus espíritus y corazones. Eran redargüídos de pecado, de justicia y del juicio por venir. Tenían conciencia de la justicia de Dios, y temían tener que comparecer con sus culpas e impurezas ante Aquel que escudriña los corazones. En su angustia clamaban: "¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? " Al serles revelada la cruz del Calvario, indicio del sacrificio infinito exigido por los pecados de los hombres, veían que sólo los méritos de Cristo bastaban para expiar sus transgresiones; eran lo único que podía reconciliar al hombre con Dios. Con fe y humildad aceptaban al Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. Por la sangre de Jesús alcanzaban "la remisión de los pecados cometidos anteriormente."

Estos creyentes hacían frutos dignos de su arrepentimiento. Creían y eran bautizados y se levantaban para andar en novedad de vida, como nuevas criaturas en Cristo Jesús; no para vivir conforme a sus antiguas concupiscencias, sino por la fe en el Hijo de Dios, para seguir sus pisadas, para reflejar su carácter y para purificarse a sí mismos, así como él es puro. Amaban lo que antes aborrecieran, y aborrecían lo que antes amaran. Los orgullosos y tercos se volvían mansos y humildes de corazón. Los vanidosos y arrogantes se volvían serios y discretos. Los profanos se volvían piadosos; los borrachos, sobrios; y los corrompidos, puros. Las vanas costumbres del mundo eran puestas a un lado. Los cristianos no buscaban el adorno "exterior del rizado de los cabellos, del ataviarse con joyas de oro o el de la compostura de los vestidos, sino el oculto del corazón, que consiste en la incorrupción de un espíritu manso y tranquilo; esa es la hermosura en la presencia de Dios." (1 Pedro 3: 3, 4, V. Nácar-Colunga.)

Los reavivamientos producían en muchos profundo recogimiento y humildad. Eran caracterizados por llamamientos solemnes y fervientes hechos a los pecadores, por una ferviente compasión hacia aquellos a quienes Jesús compró por su sangre. Hombres y mujeres oraban y luchaban con Dios para conseguir la salvación de las almas. Los frutos de semejantes reavivamientos se echaban de ver en las almas que no vacilaban ante el desprendimiento y los sacrificios, sino que se regocijaban de ser tenidas por dignas de sufrir oprobios y pruebas por causa de Cristo. Se notaba una transformación en la vida de los que habían hecho profesión de seguir a Jesús; y la influencia de ellos beneficiaba a la sociedad. Recogían con Cristo y sembraban para el Espíritu, a fin de cosechar la vida eterna.

Se podía decir de ellos que fueron "contristados para arrepentimiento." Porque el dolor que es según Dios, obra arrepentimiento saludable, de que no hay que arrepentirse; mas el dolor del siglo obra muerte. Porque he aquí, esto mismo que según Dios fuisteis contristados, cuánta solicitud ha obrado en vosotros, y aun defensa, y aun enojo, y aun temor, y aun gran deseo, y aun celo, y aun vindicación. En todo os habéis mostrado limpios en el negocio. (2 Corintios 7: 9-11.) Tal es el resultado de la acción del Espíritu de Dios. Una reforma en la vida es la única prueba segura de un verdadero arrepentimiento. Si restituye la prenda, si devuelve lo que robó, si confiesa sus pecados y ama a Dios y a sus semejantes, el pecador puede estar seguro de haber encontrado la paz con Dios. Tales eran los resultados que en otros tiempos acompañaban a los reavivamientos religiosos. Cuando se los juzgaba por sus frutos se veía que eran bendecidos de Dios para la salvación de los hombres y el mejoramiento de la humanidad. Pero muchos de los reavivamientos de los tiempos modernos han presentado un notable contraste con aquellas manifestaciones de la gracia divina, que en épocas anteriores acompañaban los trabajos de los siervos de Dios. Es verdad que despiertan gran interés; que muchos se dan por convertidos y aumenta en gran manera el número de los miembros de las iglesias; no obstante los resultados no son tales que nos autoricen para creer que haya habido un aumento correspondiente de verdadera vida espiritual. La llama que alumbra un momento se apaga pronto y deja la obscuridad más densa que antes.

El Conflicto de los SiglosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora