Prólogo

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Bahía de Reikiavik, Islandia, 11 de octubre de 874

—¡Arrojad los postes al mar!

Por los mares del norte, una nave vikinga surcaba las aguas desde hacía meses. Las velas contaban con varios remendones. Aun así, las numerosas tormentas no habían podido con la robusta embarcación, que se alzaba imponente desafiando con arrogancia al mismísimo Thor.

El viento helado calaba los huesos de los curtidos marineros. Ni las prendas de vadmál paliaban las bajas temperaturas ante aquel frío clima. La añoranza por el calor de una fogata en condiciones aumentaba sus ansias por alcanzar la tierra prometida. Tres noches antes, el vigía había divisado tierra, sin embargo, Ingólfur no permitía varar la nave sin cumplir antes con la tradición de soltar los öndvegissúlur.

—Desembarcaremos cuando los localicéis.

Las gélidas corrientes de agua del Atlántico movían los postes de madera muy lentamente o eso les parecía a los intrépidos aventureros.

—A la cama, señoritas, démonos un buen trago de ale antes de dormir para calentar el cuerpo.

El que había hablado era Gunnlod, el segundo de a bordo.

A aquellos pétreos maderos no les corría prisa ser arrastrados por el oleaje a tierra, no así a los cansados hombres, que los observaban impacientes cómo estos eran transportados con lentitud.

Con paso desganado, se agolparon alrededor del barril y, asiendo los cuernos para brindar, se entregaron a una noche de alcohol. Por la mañana, los sonoros ronquidos de los cuerpos desperdigados por los camarotes indicaban el estado de embriaguez en el que habían finalizado.

—Levantad, hatajo de vagos. Coged los botes e izad las velas. Id a buscar los postes y allí nos asentaremos.

Ingólfur estaba pletórico ese día. Deseaba dominar aquella tierra inhóspita y salvaje. La algarabía que se había montado entre sus hombres insufló los ánimos y movilizó a los pertrechados vikingos.

La bahía donde localizaron al primero estaba rodeada de humeantes bancos de niebla. A medida que se acercaban, visualizaron golpes de agua que salían disparados cuales fuegos artificiales. El espectáculo de aquel fenómeno natural rodeado de un clima septentrional, los animó a recorrer a toda prisa la distancia que les quedaba hasta la costa.

—Ummm. Huele a pescado fresco. Es como estar en casa. —Sonrió satisfecho.

Dejó que sus hombres asentaran el campamento y se alejó unos metros para investigar aquel hermoso lugar. Se internó en la zona boscosa más cercana y apartó con brusquedad los espinos que se interponían en su camino. Sudoroso, descubrió un zorro polar, que no dudó en observarlo con descaro. Después de unos minutos de minucioso estudio, se alejó corriendo. Fue entonces cuando descubrió aquella figura de un ser armado hasta los dientes. Se dispuso a defenderse, pero algo se lo impidió. Estaba inmovilizado, el cuerpo no respondía con normalidad. Trató de mover las manos, mas no obedecían a sus indicaciones.

—No te molestes. —tenía una voz empalagosa. Los ojos violáceos lo contemplaban con dureza—. ¿No creerías que habías llegado a Reikiavik por tu pericia?

El rostro de Ingólfur se contrajo por las ambiguas insinuaciones. Si hubiese tenido perfecto control sobre su espada, habría atravesado a aquel insolente por el mismísimo corazón y habría recogido hasta la última gota de aquel líquido rojizo para brindar con ella, pero se encontraba maniatado por algo que escapaba a su fe.

—Te estarás preguntando por qué te he traído hasta este lugar —continuó.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —atinó a preguntar.

—Que me entregues a tu primer descendiente.

—¿Y para qué quieres a mi descendiente? ¿Por qué habría de hacer tal cosa?

—Lo harás, lo atraerás hasta aquí y me lo entregarás.

—¿Y si me niego?

Aquel ser despreciable se acercó y rio con fuerza.

—Entonces atente a las consecuencias.

La ancha y musculosa espalda se contorsionó para desaparecer a través de la niebla, dejando a un petrificado Ingólfur.


Thor es el dios del en la y .

Lana de carneros de vellón largo.

Ingólfur es un personaje histórico. La historia que aquí se cuenta, exceptuando su encuentro con ese ser misterioso, se basa en hechos reales. Véase la bibliografía del primer vikingo colono en Islandia: Ingólfur Arnarson (849-910) fue un explorador y caudillo vikingo de Sogn, Noruega,​ considerado el primer colono de . Era hijo de Örn Brynjólfsson (n. 823) ​ y descendiente directo de Hrómundr Gripsson.

Postes de su sillón de caudillo.

Ale es un nombre que abarca a todas las cervezas de fermentación alta.


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