—Como sea, —Frank siguió hablando aunque su voz le salía rota y apagada— hoy era la fecha. Planeé todo, Dios mío, todo. Y esto —Apuntó al cuerpo inconsciente de Ryan con un tembloroso dedo— no debía pasar, no. Se suponía que saldría a divertirme con él una vez más, a sentirme vivo antes de terminar todo. Llegaría a mi casa, me bañaría... siempre me consideré bastante ateo pero creo que iba a rezar o algo así. Luego tomaría las pastillas y—

—Y saborearías la nada —Concluyó Way, sin quitar los ojos del camino. Había algo en su cabeza que le molestaba, un potente zumbido, como si alguna cosa se estuviera reprimiendo. Era muy parecido a intentar completar un rompecabezas cuando te faltaban piezas.

 Era muy parecido a intentar completar un rompecabezas cuando te faltaban piezas

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Frank sonrió tristemente y pasó sus dedos por el rostro de Ryan. Tocó su mejilla y torpemente se preguntó si alguna vez volvería a ver la manera tan feliz en que el rostro del muchacho se iluminaba cuando conversaba con los niños convalecientes del hospital, si es que su muerte pesaría sobre él. Porque sí, sería su culpa, ¿no? Fue él quien tenía el clonazepam en su poder, fue él quien compartía su depresiva vida con el alegre enfermero que lo último que necesitaba eran más problemas. Fue él quien debería haber terminado con su vida esa noche.

Seguro lo extrañarían muchas personas.
Frank se dio cuenta que nunca preguntó por su familia o amigos, pero incluso si no los tuviera... la gente de Greenville lo adoraba. Era imposible no adorarlo.

También se preguntó si la última cosa que había hecho Ryan fue besarlo. Seguro extrañaba ese tipo de contacto pero, ¿besarlo a él? Ross podía conseguir algo mucho mejor, estaba seguro.

—Frank —Gerard interrumpió sus pensamientos con su afectada voz. Sonaba como si hubiera visto a un muerto y estuviera lleno de terror. Parpadeó varias veces.

—¿Si?

—Frankie —Repitió, sin dejar de parpadear. Las luces del camino se veían borrosas y era difícil distinguirlas unas de otras.

—Ese es mi nombre, en efecto. Ya lo dijiste una vez, no hace falta tanta repetición.

—¿Esto es Smashing Pumpkins, verdad?

—Sí —Afirmó este. No había prestado mucha atención a la música de fondo, pero reconocería esa melodía donde fuera. Era el disco que Gerard tenía escondido en el auto, bajo el asiento. Lo había descubierto la primera vez que condujo con él, luego de haberlo obligado a comprarle un montón de cosas del supermercado. La memoria de ese día se conservaba tan fresca como siempre.

El semáforo se puso en rojo y el más alto lo encaró, mirando hacia el frente con sus desesperados ojos hazel. Algo dentro de él parecía perdido.

—Recuerdo ese día —Moduló lentamente, articulando cada palabra con precisión, como si tuviera miedo de decir algo mal. Sus manos se comenzaron a agitar— conocí a tu madre, ¿verdad? Y recuerdo también que... ella usaba puntos con rayas y era la peor combinación del mundo y pensé que era tu ex novia o algo y me desesperé porque—

—Felicidades, puedes recordar cosas —Se burló Frank, también mirando fijamente al frente, manteniendo sus pensamientos concentrados en Ryan. Entonces se dio cuenta— puedes recordar cosas.

Gerard sintió que su cabeza iba a explotar. Lo tenía todo ahí, una ola de memorias que amenazaba con romper todo en el interior de su mente: Frank durmiendo en su cama, Mikey gritándole a Pete por teléfono, Frank sentado comiendo cereal sin leche porque era un estúpido intolerante a la lactosa, Patrick abrazando a Pete, un concierto ruidoso, Lynz besándolo, Frank besándolo, Frank gritándole, Frank sonriéndole: Frank. Frank, Frank, Frank.

Entonces el agua, la inmensa ola, resquebrajó cada ápice de consciencia que tenía en su cuerpo y lo llevó hacia el fondo del mar, ahogándolo. No podía respirar. Su cuerpo flotaba hacia la superficie pero nunca llegaba hasta ella, miraba la claridad y casi podía sentir el oxígeno llenando sus pulmones.

—Sí, pero no quiero que te arresten por golpear a un desconocido. Hay cámaras grabando, no seas impulsivo.

Gerard cerró los ojos y se dejó caer.

—Te sentaría bien tatuarte un poco.

—Van a quitarme la piel y hacer fedoras con ella.

La oscuridad se volvía más real y gruesa con cada segundo que pasaba, apretando cada hueso y músculo que tenía en su cuerpo hasta que estos explotaran. No era una sensación para nada agradable y abandonarse en ella era la idea más incómoda que había tenido en mucho tiempo. Sin embargo, lo hizo.

—Eres perfecto a mis ojos. Todo lo que haces, cada pequeña cosa, me hace feliz. Me haces feliz, realmente.

Cuando abrió los ojos, pudo respirar.

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Esto está por terminar pero bueno, me divertí mucho con esta historia. Por favor, pásense por kind of syncopated, los voy a amar. Denle una oportunidad emitos (ahre emitos)

Prozac y avellanas -Frerard-Where stories live. Discover now