Capitulo XXI

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—Gerard no quiere a Frank —Estas palabras le dolían cada vez que las decía en voz alta. Sin embargo, las repetía una y otra vez. Porque era cierto y necesitaba aceptarlo. Poder afirmarlo a viva voz era algo así como una confirmación de lo sucedido, que se resumía en usa frase: Gerard no quiere a Frank.

—¿No vas a llamarlo? —Ray estaba sentado al lado de su cama, en un estado de shock o algo similar.

Él nunca había visto a su amigo así. Siempre lo había considerado una persona con capacidades sobrehumanas, un ser hecho de luz y felicidad: el que enano se reía cuando todo salía mal, que tantas veces lo había llevado a casa cuando estaba demasiado borracho para conducir y que incontables veces había tatuado, estaba tirado en su cama como si le hubieran diagnosticado una enfermedad terminal.

—¿Para qué? —Musitó el castaño abruptamente, y de alguna forma, el tatuador podía ver el dolor en sus palabras; el sufrimiento era tan real y cercano que casi parecía tangible. Tenía la sensación de que si se acercaba mucho o hacía algún movimiento brusco, Frank se quebraría en millones de pedacitos más pequeños.

Al notar esto, le invadieron unas tremendas golpear el estúpido y bonito rostro de Gerard.

—¿Para qué, Toro? —Repitió, al ver que lo había dejado sin palabras. Iero ya no tenía esa calidez en sus ojos que resemblaban atardeceres, sino que tenía los ojos llenos de tormenta— oh, ya sé —Dicho esto, se apartó el cabello del rostro y fingió que su mano era un teléfono. Seguía viéndose miserable en su intento de ser simpático— ey, Gerard, quería felicitarte, amigo. Por fin probaste que yo sólo era algo para tu diversión, y me venciste. No homo, ¿verdad? Jaja.

—Frankie...

—No me llames así. Mi nombre es Frank.

—Fun Ghoul —Espetó, haciendo alegoría a los nombres de superhéroes que se habían puesto años atrás, cuando recién se hicieron amigos. Se le vino a la cabeza el apodo y simplemente lo dijo.

Frank soltó una risa pequeña, que para su sorpresa, terminó en un sollozo. Mierda, Ray, hiciste llorar al hobbit. Qué campeón eres. Un maldito ganador en la vida —Frankie... no, yo...

—Estás empeorando todo —Susurró Iero, que ya no sabía si estaba llorando o riendo. Quizás ambos; había aprendido que el humor era una buena forma de cubrir el dolor— hace unos meses era un guitarrista homosexual y feliz, ¿sabes? Ahora soy un un guitarrista homosexual con el corazón roto y una obsesión con los yogurths que compraba Gerard. Hasta decidimos un apodo para él, uno de los killjoys.

—Ese tipo puede irse a la mierda —Exclamó, cansado de ver lágrimas caer de las mejillas de su amigo. Se merecía más— nuestro club de cómics es mucho mejor que él suyo. Seguro tiene un nombre ridículo, como Piton Boy. Aunque quedaría mejor Douchy guy.

—Llamó 8 veces y dejó 23 mensajes —Murmuró Iero, mirando como en su pantalla brillaban las palabras Party Poison te ha enviado un mensaje. 24. 25. 26 y el número aumentaba— no revisé ninguno porque no quiero llorar como nena deprimida.

—Pero ya estás llorando.

—Créeme que voy a llorar más. Soy una persona muy bien hidratada, no dudes de mi capacidad de llorar como canilla.

—Bien — A Toro  no le parecía bien nada en esa situación. No, no, no y recontra no— ¿pero no quieres escuchar lo que te tiene que decir? ¿Seguro? ¿Y si tiene una razón? —Vamos, ¿una razón para besar a una chica de la universidad? Quería tener esperanzas, pero la posibilidad de que hubiera una razón válida era demasiado improbable.

—Esa tipa híbrido de vampiro con minifalda lo besó. El correspondió, y sabía que yo estaba ahí —Fue ahí cuando su expresión cambió y sintió el pecho pesado, como cargado de plomo— seguro lo planeó. Es decir, era demasiado sobreactuado para ser solo un beso normal, e-ellos esperándome... todo era parte de su juego. Que gil, Anthony Iero. Qué perdedor.

En ese punto, Ray no tenía idea de qué hacer. El labio inferior de Frank empezó a temblar y a eso le siguió todo su cuerpo, que se agitaba mientras el joven intentaba hacer que las lágrimas cesaran. Si seguía así, quedaría seco como una uva pasa.

Era un desastre, su novio lo había convertido en un desastre. Sabía que pasaría pero no esperaba que tan pronto.

Era un hecho, todos lo lastimaban y lo dejaban al momento en que Frank ya no era un juguete nuevo y reluciente. Todas sus "parejas" lo reemplazaban: había siempre una chica mejor que él, un chico mejor que él, cualquier cosa era mejor que estar con él, ¿verdad?

—Quiero romperle la cara a ese estúpido —Comentó el tatuador, porque le quería romper la cara a ese estúpido.

Sin decir nada más, abrazó al más pequeño. Su tacto no era sexual o íntimo como el de Way, no le hacía sentir magia ni fuegos artificiales. Pero estaba bien; era cálido y era todo lo que necesitaba para no romperse ahí mismo.

—Me sigue gustando su estúpida cara. Su todo. Me sigue gustando mucho. Aunque me duela —Explicó, abrazándolo de vuelta— tal vez revise los mensajes pero... no lo quiero perdonar. No quiero más.

—¿Por qué? —El del afro miró a los ojos turbulentos del chico y este parecía haberse quedado estático, sumergido en sus propios pensamientos.

—No quiero ser el estúpido gay que usan los heteros para su diversión. No quiero creer en más mentiras de mierda, en más promesas falsas —Tomó aire, como diciéndose "tranquilo" a sí mismo— quiero lo que necesito. Necesito lo que quiero. Pero Gerard no me va a hacer bien, ¿verdad?

—Vas a encontrar a alguien que te arregle, Fun Ghoul —Fue todo lo que pudo decir.

—Eso espero, Jet Star —Y de alguna forma, llamarlo con ese apodo lo hizo sentir un poco menos horrible.
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La cagué, Mikey. Arruiné todo, arruiné todo —Gerard no paraba de dar vueltas en su apartamento, golpeando mesas y objetos cualquiera de la habitación por los nervios que tenía.

—Así que, ¿besaste a Lynz? —Preguntó este, que todavía estaba en pijamas. En las manos tenía una bandeja de galletas que había preparado para las visitas que vendrían a su casa. Eso era demasiado detallista, así que asumió que esas visitas eran sólo Pete.

—¡ELLA ME BESÓ, BRO! Esa maldita estúpida puso sus manos en mí sin mi permiso, esa arpía, esa—

—Ay dios.

—Es que no entendés lo mucho que esto cagó todo. ¡Tenía a Frank! ¡Tenía a lo más hermoso que me pasó en la vida y ahora todo se fue a la mierda! Soy una mierda. Todo es una mierda. Odio esto. Odio— odio todo.

—¿Tenías a Frank? ¿En pretérito? —Preguntó el rubio, empezándose a preocupar en serio. Los ojos de su hermano estaban rojos y sus manos temblaban al escribir mensajes que eran totalmente ignorados.

—No lo sé, no lo sé —Repitió, pasando sus manos por su cabello carmín como si se lo fuera a arrancar de un tirón. Necesitaba ayuda pero sólo tenía a un confundido Michael con un delantal de cocina escuchando Elvis Presley. Todo estaba tan mal— tengo miedo, Mikey. Estoy asustado.

—¿De qué? ¿Qué te pasa?

—Quizás Frank y yo no seamos nada más.

Al decir esto, la voz se le quebró. No podía ocurrirle de nuevo.

Prozac y avellanas -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora