Capítulo 1: ¿Quieres ser mi amigo?

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—Puedes ponerte ahí si quieres —señaló el pie de la cama, donde antes estaba acomodado el pequeño—. Mientras no molestes y duermas, puedes quedarte ahí.

Tsuna pestañeó un par de veces y se levantó. Encendió la luz y se sentó en su escritorio, empezando a dibujar. Tras unos minutos, se volvió a incorporar y se acercó a Kyoya, extendiéndole el dibujo.

Era otra pintura del castaño, esta vez algo más detallado, dándole las gracias. Seguía sin dibujar ni una sonrisa, pero se notaba más alegre que el anterior por los colores, que eran más vivos.

—¿Tienes que dibujarlo todo? ¿No puedes simplemente hablar? —cuestionó, y el niño se volvió a encoger de hombros como la primera vez.

Suspiró y dio media vuelta para dejar de mirarle. La luz se apagó y sintió un peso sobre el colchón, dándole a entender que Tsuna se había acostado ahí de nuevo.

Le observó y se dio cuenta de que volvía a temblar. Se percató de que no se había arropado, quizá pensando que le molestaría, y rodó los ojos.

—Levántate —ordenó, incorporándose. El niño le miró y asintió, obedeciendo. Puso la frazada que tenía la cama a un lado, y señaló el lugar vacío—. Ahora vuelve a acostarte.

El castaño pestañeó, como antes, un par de veces antes de acatar la orden. Kyoya supo que su parpadeo quería decir que estaba sorprendido. Le arropó y el menor volvió a pestañear dos veces.

Después de eso, se volvió a recostar en su sitio y le miró de nuevo. Se durmió con la frustración de no haber logrado su objetivo.

Tsuna seguía temblando.

Al día siguiente —o más bien, unas horas después— se despertó gracias a la luz solar que le daba en la cara. Se fijó en que el castaño había madrugado más y ya estaba dibujando.

¿Tenía que pintar absolutamente todo?

Suspiró y se levantó, dirigiéndose al armario que había en la habitación. Lo abrió para tomar el uniforme que le habían dejado ahí junto con el pijama que llevaba puesto.

En verdad parecía una cárcel, pues las prendas que debían llevar constaban de una camiseta y pantalón a rayas naranjas y blancas. El "pijama" era más bien lo mismo pero de otra tela más blanda.

Dio media vuelta y miró al castaño. Se había cambiado de ropa, y parecía que le gustaba ducharse, pues lo había hecho de nuevo antes de que él levantara. Juraría que también se había duchado la noche anterior, pues vio su cabello mojado.

Le restó importancia y bajó a tomar algo para desayunar. Una vez en el comedor, fue directamente a por una naranja que se veía apetecible.

Ignoró las bandejas que había ahí para tomar platos de comida al más puro estilo de un buffet —sinceramente, eso que llamaban "alimentos" era de todo menos comestible— y se dirigió directamente al cesto de la fruta donde reposaba la naranja.

La cogió, dio media vuelta y se dispuso a irse para comerla en su habitación. Se detuvo al escuchar un estruendo, como si alguien se hubiese caído con la bandeja metálica entre sus manos.

Volteó por mera curiosidad, descubriendo con asombro que se trataba de su compañero de habitación, el cual estaba en el suelo junto al objeto plateado. El pan que había tomado junto al zumo de manzana estaba regado por el suelo, y unos chicos sentados en la mesa que quedaba junto al niño se reían.

Dessins pour toi |DPT #1|Where stories live. Discover now