El reencuentro

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     Son las ocho de la mañana cuando Gerald está durmiendo tranquilamente en su habitación y de súbito le suena el pajarito del whatsapp, se acerca a ver quién ha tenido el descaro de joder tan temprano un día sábado. Ve que es Michael pidiéndole disculpas por haberla dejada plantada el día anterior y que además le solicita que le dé una última oportunidad y se junten donde habían acordado el día anterior. Luego de hacerse de rogar durante toda la mañana, le gana por cansancio y acuerdan que se verán a las cinco de la tarde, hora en que los peques irán a jugar baloncesto en la cancha que está a la vuelta de la casa.

16:30

-Joe, ¿Ya te cambiaste para ir a jugar?- pregunta Gerald, procurando no sonar desesperada.

-Sí, Mamá- responde Joe con tono molesto.

-¡Gracias por preguntarme a mí!- reclama Annah.

-Ahora te iba a preguntar a ti, cariño- tranquiliza Geraldine.

-Sí, claro, siempre él primero- responde molesta Annah.

-No te pongas pendeja, vamos luego o nos pondrán en la banca- reclama Joe.

-Ok, ok. Querida Madre, ¿Nos darías unos dólares para comprar helados?- pregunta Annah con voz y cara angelical.

-Claro, ya le pasé a Joe- responde Gerald tranquilamente.

-Haha peque, te querías pasar de listo— dice Annah mientras le revuelve el cabello a Joe.

-No, te iba a decir después, hermanita- contesta Joe con ironía.

-Corran, ahí viene el autobús- grita Geraldine.

-¡Adiós Má!- vociferan los niños.

     Cinco minutos después, los niños ya se fueron a jugar y ahora solo queda recoger la cartera que dejó lista e ir a por su primer amor. Toma un colectivo y ahí está, sentado y mirando ansioso la hora en el celular.

                                                        —Entra Geraldine al restaurante—

     Geraldine lo divisa y se va detrás de él, le toca el cuello y él rápidamente se da la vuelta y la saluda alegremente.

-¡Hola linda!- saluda con impulsividad.

-Hola. ¿Qué querías hablar?— dice mientras toma asiento delante de él.

-Quería aclarar las cosas... Primero que todo, de hace unos meses terminé con Alexa.

-¿Y? ¿Acaso quieres que te felicite?

-Déjame hablar- solicita Michael con nerviosismo.

-Ok, ok, continúa tu monólogo.

-Segundo, nunca te pude olvidar y lamento el malentendido con ella.

-Y dale con lo mismo...

-Tercero, con respecto a Max...

-Espera, ¿Quién es Max?- grita Gerald con tono molesto.

-El muchacho con el que me viste el otro día... Sí, yo también te vi a ti...

-Así que se llama Max- responde tratando de no impacientarse mucho.

-Bueno, a él lo conocí de casualidad. De hace unos días estaba pensando reencontrarme con los peques, en especial con mí pequeña Annah... Pero no sabía cómo me recibiría, así que iba de vez en cuando a hacer guardia y la veía estudiando y jugando con el otro joven mientras tú estabas trabajando...

-¿Así que estás espiando a mis hijos? ¿Qué te crees?

-De hace unas semanas sorprendí a Max mirando al chaval mientras jugaba en la piscina y estaba sacando la cámara para tomarle una fotografía, inmediatamente lo paré y le dije que no se metiera con ustedes. Pero él me dijo que estabas en deuda con él.

-¿Yo? ¿En deuda con Max? ¡Buen chiste!

-Yo le pregunté dé dónde te conocía y él me dijo que de hace un tiempo había pasado malos momentos con su familia y se había metido en la droga. Tiempo después se había involucrado con un grupo de musulmanes que irían a buscar armas y explosivos a la capital, y en su primer atentado, tú lo descubriste y desde ese día que ha vivido con miedo de que lo encuentres y tal vez lo entregues a la policía; siempre y cuando no prefieras hacer justicia con tus propias manos...

-Ohh.

-Durante unas semanas se había ido al otro lado del país para mantenerte lejos y le funcionó bien. De hecho estaban pregonando que habían encarcelado a sus supuestos aliados, pero no quería vivir esperando tu golpe final, así que decidió ir a montar guardia a tu casa para al menos tener de rehenes a nuestros hijos si te decidías a enfrentarlo...

-Suena convincente, pero no sé si creerte- responde Gerald con los brazos cruzados.

-El otro día lo encontré de casualidad cuando yo estaba caminando por las calles de Carolina del Norte, fuimos a tomarnos unas cervezas y acordamos que dejaría de vigilar a los peques a cambio de un pasaje en avión para Alaska, que saldrá en unos días...

En un loco intento por acercarme a ellos, quedamos en que él enviaría a uno de sus amigos a quitarle el celular a Annah, y, como yo sé que mi hija ya es toda una mujer y sabe cuidarse sola, quedamos en que iba a correr hasta llegar a Sanderson Street. Luego de esto, él entró a un departamento abandonado y mandé a una amiga para que los mandara a la comisaría en la cual trabajo actualmente. Como no tuve las agallas para hablar, mandé a un compañero de trabajo a platicar con ellos, pues yo tenía claro que mí niña no tardaría en reconocerme... Al rato llegaste tú y te los llevaste... Te veías tan hermosa...

... Y... yo quería pedirte perdón por todo lo que te hice sufrir y te imploro que me des una última oportunidad para hacerte feliz a ti y a nuestros angelitos, frutos de nuestro amor...

-Después de haber estado atormentada tanto tiempo y ahora que me entero que vos contribuiste a eso, me costará mucho perdonarte.

-Sé que me equivoqué y nunca terminaré de pedirte perdón, pero si tú me lo permites, me gustaría que volvieses a ser mi mujer y me permitas hacerte feliz; aunque sea lo último que haga en esta vida...

-Tal vez tarde, pero tú bien sabes que me costó demasiado olvidarte y jamás te podría negar algo a vos... el amor de mi vida...

-Prometo seguir siéndote fiel por el resto de mis días, y no dejarte sola nunca más en la vida— dice de rodillas.

-Espero esta vez cumplas, pues ya nos estamos haciendo viejos y no creo poder esperarte muchos años más —responde entre lágrimas y risas mientras le da un beso en la boca.

Todos los clientes que están presentes se paran a aplaudir y ambos salen felices y de la mano a buscar a los pequeñuelos al partido de Baloncesto que están jugando en esos momentos.

—FIN—.

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