6.- Bajo el mar.

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El primer pensamiento de Clark fue que Bruce estaba herido o débil, por eso al entrar en la fortaleza lo primero que hizo fue llevar al tritón a su habitación personal. Sí, quizá era mejor idea llevarlo a su estanque, pero primero tenía que asegurarse de que aquella herida era insignificante. Lo dejó con cuidado en la cama

— Quédate quieto... voy a revisarte— Lo escaneó con su visión de rayos x pero no había nada mal en el otro.

Suspiró tranquilo.


— ¿Qué es lo que ocurre? ¿Tienes alguna otra herida?, ¿Estás preocupado por Flash y Linterna verde? Te aseguro que ellos nunca te harían daño —Le tomó la barbilla entre sus dedos índice y pulgar y lo hizo mirarlo a los ojos— Qué ocurre...

— La hembra... —se corrigió — Kal, la mujer de tu oficina —frunció el entrecejo ligeramente— Ella te gusta —no era una pregunta, pero tampoco pretendía darle aquel tono de acusación. Levantó la mirada, mortificado y confundido — Pero eres mío... — al escuchar sus propias palabras se debatió entre guardar silencio o continuar con aquello— Es, yo... yo soy tuyo —suspiró molesto— Tú eres mi dueño...

Entonces el problema tal vez no era que los dos eran hombres, si no que él era su mascota. Se encontraban en niveles distintos, separados por una barrera que iba más allá del asunto de género. Se trataba de una condición de estatus. Él nunca podría ser más que un experimento, una mascota.


Bruce le dedico a Clark una larga mirada, sus ojos estaban inundados con la sombra del temor. No sabía cómo poner sus pensamientos en palabras y se rindió con la desazón de un suspiro— Estoy bien —Movió sus piernas ligeramente y las abrazó, apoyando su barbilla en sus rodillas— mis escamas jamás habían cambiado de color así, me crees... ¿verdad? — Pareció suplicante — yo no te mentiría.

— Se que tu no me mentirías —Clark se quitó la capa y con ella cubrió las piernas de Bruce mientras se sentaba a su lado en la cama. Le acarició las piernas por sobre la tela y le dio un momento más para que la paz del silencio le ayudará a comprender que nada malo iba a ocurrir entre ellos.

Cuando habló de nuevo, la voz de Superman resonó por la habitación.

— Lois es... —Sabía que no tenía caso mentirle a Bruce, porque Bruce no le mentía a él— Sí, me gusta... es divertida y siempre está metida en problemas. No sabe tener prudencia y... confieso que siempre me ha parecido alguien especial. Tal vez porque no es como el resto de las mujeres— Se acostó y se llevó a Bruce a su lado para darle refugio contra su pecho. Su mano grande y cálida comenzó a acariciarle la espalda para reconfortarlo por si sus palabras le hacían daño— Yo no soy tu dueño Bruce, ya no tienes cadenas y nunca más volverás a tenerlas. No me perteneces... no le perteneces a nadie. Ahora tu única obligación es ser feliz, libre y feliz. Esas deberían ser las únicas obligaciones que todos deberíamos tener.

El tritón sintió una mezcla de felicidad y amargura; sí, Kal estaba interesado en esa mujer de bonitos ojos y labios rosados, pero le alegraba saber Kal no lo veía como una posesión— Pero... — pareció pensativo— Si no te perteneciera... ¿qué hago aquí?— se sentó y comenzó a acariciarle el pecho con los dedos— Si fuera libre... yo no debería seguir aquí...Esta es tu casa —bajó la mirada— no nuestra.


El superhombre podía malinterpretar las palabras del tritón; pensando que se refería a que su naturaleza lo condicionaba a vivir en el mar. Pero para Bruce, el pensar en estar ahí, sin ser la pareja de Clark, o su mascota no tenía sentido. Prefería ser su mascota si eso significaba que podía quedarse.

La SirenitaWhere stories live. Discover now