» 04: Del mismo lado.

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Siguiendo la hilera de casilleros, Audrey se trasladó por el pasillo principal de la planta baja, donde, aleatoriamente, estaban distribuidos el salón de profesores y la oficina del director. Unida a esta, se localizaba la oficina de una mujer robusta y que se empeñaba en mirar mal a Audrey cada que se topaba con ella. Se trataba de la secretaria del director, quien manejaba todo el papeleo escolar y olía a tabaco, y a perro mojado todas las mañanas. No sabía si su actitud era así con todos o solo con ella, pero de cualquier forma, compadecía a sus hijos. Su gesto amedrentador, regularmente, podía poner nervioso a cualquiera. Audrey lo sabía de sobra. Desde el primer momento, no le inspiró confianza. No obstante, le tenía cierto respeto. Con esa nariz puntiaguda, temía que fuese una bruja encubierta y la pudiese convertir en un feo y baboso sapo.

Sin perder más el tiempo, avanzó hasta la sala del fondo, despegando la vista de su opresora para encontrarse con unos cuántos alumnos locales en la cabina de grabación. Allí, se situaba la radio escolar, la que Audrey nunca había visitado hasta ese entonces. Era un lugar nuevo y desconocido para ella.

—Necesito hacer un anuncio —el encargado de la emisora la observó por el rabillo del ojo, sin prestarle mucha atención. El resto de su equipo, seguía escribiendo en sus respectivas computadoras, preparando lo que serían las noticias del día y alguna que otra canción clásica, de esas que ponían a dormir a Audrey en clases.

—Eso no está permitido... —Audrey rápidamente recurrió a sus tácticas de persuasión; le enseñó un billete, correspondiente a su merienda. Era todo lo que tenía y planeaba emplearlo lo mejor posible—. A menos que hagamos una excepción —el pelirrojo se retractó tan pronto como lo dijo, recibiendo el dinero a gusto.

—Gracias —situando el micrófono entre sus manos, carraspeó un poco antes de que su voz se escuchase por cada corredor de la facultad—. Dicen que los cuentos de hadas se han ido desgastando con los años y que los finales felices, no complementan las expectativas de los tiempos modernos. Personalmente, yo también lo creo así —inició, advirtiendo que su resonancia hacía eco en los pasillos—. No diré quién soy, aunque estoy segura que muchos de ustedes me conocen. No tengo nada en su contra, excepto por un idiota que me ha estado molestando desde hace semanas —dominando el impulso de soltar unos cuantos improperios, Audrey se tranquilizó—. De parte de Justin Bieber, les vengo a contar un final trágico y que no muchos de nosotros nos esperábamos. Si alguien de aquí es fanático de The Walking Dead, deben saber que esto solo lo ha provocado nuestro compañero. Aunque claro, él no es el culpable que en el nuevo capítulo de la séptima temporada maten a Glenn —escuchó unos cuantos quejidos a lo lejos, por parte del alumnado correspondiente a la cabina—. Sí, señores. Glenn nos abandona y Justin quería que lo supieran —añadió, percibiendo los sólidos ademanes de pesar que adoptaban los integrantes de la pequeña habitación—. Eso es todo. Que tengan una buena tarde. ¡Digan no a los spoilers!

{...}

El día había transcurrido vertiginosamente. A pesar de que su clase de gimnasia no era su favorita, Audrey la sintió necesaria para liberar ciertas tensiones. Esta, duraba a lo menos dos horas. Sin embargo, ella prefirió quedarse un tiempo adicional. El bien había triunfado sobre el mal y quería celebrarlo con una extensa ducha. En cuanto salió de la cabina horas atrás, notó ciertas miradas resentidas. Aunque, estas no estaban dirigidas específicamente a ella. Su blanco, en realidad, se trataba de un muchacho castaño, que a lo mucho lograba escurrirse por los pasillos.

Sonriendo y ya aseada, buscó el portafolios que había olvidado en su pupitre, recargando su bolso en su hombro izquierdo mientras se disponía a caminar hacia las escaleras. Soñaba con la idea de poder recostarse en su cama y dormir las horas suficientes para que su cuerpo pudiese componerse. Audrey cruzó el laboratorio del instituto, distraída en cerrar su bolso donde llevaba su equipo. Instantes más tarde, alguien la acorraló, sujetándola por la cintura con fuerza e ingresando su cuerpo a una de las salas antes de que pudiese pelear o emitir palabra alguna. Estuvo a punto de gritar, cuando tuvo las facciones de su opresor a la vista. Le había dado un susto de muerte, pero el solo hecho de que fuese Justin, la tranquilizó un poco. En cambio, este no la observaba de forma amable. Su pecho subía y bajaba continuamente. Se le notaba cabreado, podía verlo en sus duros gestos. Audrey no se atrevió a decir nada. Se quedó ahí, muy quieta, percibiendo como sus respiraciones se entremezclaban, provocando que sus piernas temblaran un poco. Fue entonces cuando notó los rastros de huevos en su cabello, esparcidos aleatoriamente por su rostro. Imaginó que se los habían lanzado por simple venganza.

—Ya me cansé de tus juegos, niña —fue lo primero que dijo. Su tono de voz era rasposo. Una vez que su mirada quemó en la suya, Audrey tuvo la impresión que había cometido un grave error al exponerlo de esa forma. No obstante, cualquier pensamiento adverso se acalló cuando escuchó un ruido tintineante proveniente de la puerta.

Alguien le estaba echando llave y si su intuición no le fallaba, lo más seguro era que se trataría de Otto, el conserje medio sordo. Ahora sí que estaban en problemas. Justin dio unos cuantos golpes, esperando que fuesen escuchados. Pero, nadie tras la puerta respondió. Todos sabían que el auxiliar del colegio era poco práctico a la hora de realizar su labor, pero al resto no parecía importarle demasiado. Excepto a esos dos chicos. Y eso no era lo peor de todo. De todas las personas que podían existir en la tierra, preferían hacerlo con un mono que compartir una noche juntos en la misma habitación. Justin sugirió ágilmente la idea de saltar a uno de los árboles que colindaba con el tercer piso, pero Audrey lo frenó rápidamente con su latente vértigo a las alturas.

—¿Y ahora qué? —se cruzó de brazos, caminando de aquí para allá. No tardaría en oscurecer y Audrey veía limitada sus opciones.

—¿Cómo que "y ahora qué"? —imitó su tono de voz, conservando la calma—. No nos queda más que esperar.

—Si tú no nos hubieras arrastrado hasta aquí, nada de esto estaría sucediendo —le echó en cara, señalándolo con su dedo índice.

—Puede que sea cierto. Pero, recuerda que la que comenzó esto, fuiste tú —la fulminó con la mirada, sentándose en una de las mesas—. Ahora, estamos del mismo lado. Así que, deja de lloriquear.

{...}

Sentados en el suelo, vieron el anochecer caer. Ninguno de los dos hablaba demasiado. El único ruido que inundaba la habitación, era la pequeña pelota de tenis que Justin estrellaba contra una de las murallas en repetidas ocasiones. Audrey comenzó a temblar, cargar una de sus faldas favoritas ese día, no había sido buena idea después de todo.

—Toma —Justin le entregó una botella con agua, junto con su chaqueta para que se arropara en ella—. Bebe. No quiero que te deshidrates.

Sin emitir nada a cambio, Audrey ubicó la cazadora del muchacho en sus piernas, consiguiendo que estas se sintieran protegidas y entraran en calor en cosa de minutos.

—Gracias —musitó, bebiendo unos cuantos sorbos. Cuando llegara a su casa, probablemente su madre la mataría. Nunca se demoraba más allá de una hora y si no fuese porque su celular estaba muerto, estaba segura que su madre había intentado ponerse en contacto con ella más de cien veces.

—¿Y bien? ¿Esto continuará siendo así entre nosotros? —Aquella pregunta la arrancó de sus ensoñaciones. Por primera vez en la noche, lo miró. Estaba en el otro extremo de la habitación, exactamente donde solía impartir clases el profesor de Química.

—¿A qué te refieres?

—A todo. Audrey, realmente estamos actuando como unos niños —su nombre entre sus labios sonaba increíblemente bien. Audrey se encogió de hombros—. Mira, no sé tú, pero yo me he dado por vencido con esta estúpida lucha. Después de todo, no me caes tan mal. Si te conociera un poco, juraría que no eres tan insoportable.

Estuvo a punto de discutir con él, pero no lo hizo. En su lugar, resopló, resignándose. Ella tampoco se sentía a gusto. No en aquellos momentos.

—Podríamos ser amigos... —se aventuró en decir—. Digo, como un modo de disculparme contigo.

—No creo que pueda tolerar a una amiga que me hace spoiler todo el tiempo —cuando Audrey abrió la boca para replicar, Justin inmediatamente se dispuso a añadir lo siguiente—: Pero podría intentarlo.

Audrey sonrió. Estaba siendo agradable con ella y eso le gustaba.

—¿Te parece si comenzamos de cero? —Justin asintió, a lo que Audrey extendió su mano hacia él—. Soy Audrey. Amante de los libros, las series y de todo lo que signifique poco productivo.

Con un gesto risueño, estrechó su mano, sellando su pacto.

—Justin. Un friki sin remedio. Es un placer.

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¡Hola! ¿Me extrañaron? Estoy segura que sí.
Como ven, Audrey y Justin serán amigos... O eso intentarán.
¿Creen que dé resultados?
Cualquier voto/comentario es importante para que siga publicando la historia. ¡Háganlo libremente y sin miedo!
Las quiero un montón.
Nos vemos pronto :)

Guerra de spoilers | j.b | o.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora