26.- Fin de la pesadilla.

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Dicen que el tiempo es relativo

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Dicen que el tiempo es relativo.

¿Cuándo me pude haber imaginado entender lo que significa la escasez de alimentos, el maltrato físico y el odio hacia tu persona, proveniente de un grupo de completos desconocidos?

Hay situaciones en la vida que te cambian por completo, tanto, que no te permiten volver a ser la misma persona.

Y yo había tenido la desgracia atravesar una de ellas. Tuve el infortunio de pasar dos aterradores días que jamás pensé vivir.

***

Las frías gotas de sudor recorrían mi rostro, desde mi frente, cruzando mis mejillas hasta caer al glacial suelo en el que había estado habitando los últimos dos días. Grandes ojeras y un semblante cansado predominaban en mi rostro.

Esto debía ser una pesadilla.

Mi perdida mirada se vio interrumpida gracias a la figura de un hombre ya conocido. No pude evitar gruñir al momento de ver que una gran sonrisa se asomaba en su asqueroso rostro mientras cargaba en sus manos un teléfono celular, por el cual,  sin duda alguna, sabía que hablaba con Jos.

Me miró como si le repugnara.

─¿Quieres escuchar a tu amor? ─preguntó irónicamente y colocó el móvil en alta voz─. Ahora puedes decir libremente tu propuesta, querido Joster.

─Esto es algo entre tú y yo, ella no tiene por qué escuchar.

─Si ella no está al tanto, colgaré en este instante, y después te mandaré un pedazo de ella. Quizá un dedo ó una oreja, aún debo pensarlo.

Logré escuchar cómo Jos gruñía al otro lado de la línea. Alguien más le daba órdenes, alguien más tenía poder sobre él, y cualquiera sabría que eso es algo que su narcisismo no aceptaba. Sin embargo, lograba contenerse... y era por mí.

─Soy yo, a cambio de ella.

Mis ojos se abrieron al instante, tanto como los de Devon, aunque yo me encontraba sorprendida, y él ansioso.

─¡No! ¡No lo harás! ─exclamé rápidamente, temiendo por su vida.

Jos guardó silencio mientras Devon reía burlescamente, de él emanaba emoción, como si las cosas le hubiesen salido mucho mejor de lo que esperaba.

─Si te quisiera a ti, ya te tuviera, hijo de perra.

Y esas fueron las últimas palabras que mencionó antes de cortar la llamada.

Mi cuerpo sintió un pequeño alivio, pero terminó  cuando la vil mirada de Devon se postró sobre mí. Era como si estuviese fúrico. Tan sólo le miré acercarse peligrosamente y mi mejilla ardió en menos de un abrir y cerrar de ojos. Ese patán me había golpeado, una y otra, y otra vez.

Las silenciosas lágrimas recorrían mi rostro, pero no mostré nada más, ni un sólo quejido; no le daría esa satisfacción.

Se fue.

Eres MíaWhere stories live. Discover now