Undécimo fantasma

29 4 4
                                    

Mírame. Alza la vista. Estoy aquí. ¿No me ves? He estado aquí siempre. En cada momento, bueno o malo, he estado a tu lado Y ahora, cuando sé que más me necesitas, levantas un muro a tu alrededor, que se hace más fuerte conforme me arrimo a él.

Te escucho llorar, y quiero acercarme, quiero abrazarte.

Porque sé que es mi culpa. Que todo es mi culpa. Que siempre es mi culpa.

Pero tú no me ves. Cuando grito, no me oyes, como si no estuviera, como si solo fuera niebla. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Por qué sigo a tu lado cuando parece que no existo para ti?

La lógica me dice que te abandone, que dé por perdida esta lucha en la que todo se desmorona poco a poco. Que me aparte y te deje lidiar a solas con ese sentimiento que te corroe por dentro. Esa desazón de la que solo yo soy causante.

Sin embargo, lo humano me grita que te arrope entre mis brazos y espante todo el frío de tu ser, que recoja todas esas lágrimas y las guarde en un tarro hasta que se conviertan en cristales, que no puedo dejarte marchar tan fácilmente. Que no puedo rendirme, no contigo.

Y aunque no lo creas tengo más de humano que de lógico.

No puedes combatir en esta guerra sin ejército, no puedes luchar sin resguardo, no puedes vivir eludiendo tu reflejo. Déjame entrar. Yo seré tu espejo, tu espada, tu escudo; yo seré quien libre las más crudas batallas bajo tu mando.

Deja de esconderte, no te alejes más de mí. Quédate a mi lado.

Aunque te haga daño, aunque te destroce mil y una veces, aunque cambie todo tu mundo.

A veces piensas «¿Qué sentido tiene pedir que me salves, si la respuesta nunca llega?». Y entonces te escucho y tus palabras me destrozan. Me pliego sobre mí mismo, me desato, me consumo, vuelvo a renacer. Entonces nos encontramos de nuevo, te tiendo mi mano y tú la rechazas pensando que soy el último salvavidas al que te aferrarías para no ahogarte en el mar de la vida. Que no merezco la pena. Que todas las veces que te has encomendado a mí he apartado los brazos y te has dado de bruces contra el suelo. Bueno, puede que no fuera el momento de aferrarte a mí, tal vez no debas esperar a que esté ahí cuando te conviene. Soy algo que duerme a tu lado y despierta cuando es el momento. Y el momento es ahora.

Ahora es cuando te pido que te lances contra esos muros, que seas la rosa que rompe el hormigón. Ahora es cuando estamos solo nosotros contra el mundo.

Entiendo que rehuyas mi compañía. Muchos lo hacen. Soy algo que la gente teme. Tienen miedo de lo que puedo causar. Como si fuese un terremoto o un huracán.

Bueno, tal vez soy solo eso. Una tormenta que se desencadena en el fondo de tu ser, que remueve todo tu interior, que puede destrozar todo a su paso.

Sin embargo también soy el dragón cuya llamarada despierta todos tus sentidos, cuya presencia te descubre un universo nuevo y expande los horizontes del que ya conocías, cuyo rugido puede hacerte volver a la vida.

En este instante espero que me oigas a través de esa jaula en la que has decidido encerrarte. Grito tu nombre en un vano intento de que me prestes atención. Veo cómo te encoges, intentando desaparecer, y otro sollozo escapa de tu boca.

Me lanzo contra los barrotes que te rodean sabiendo que no tengo la fuerza necesaria para derribarlos. Que no puedo hacerlo yo solo. Que te necesito. Que me necesitas. Que no podemos vivir el uno sin el otro. Yo existo porque tú existes, aunque intentes negarme.

¿Por qué te empeñas en ver solo lo malo que hay en mí? ¿No ves que soy esa luz que te guía a través de la oscuridad? No, claro que no. Piensas que tan solo soy un fantasma que ronda a tu alrededor, que te atormenta, que tan solo quiero encender un fuego en tu interior para luego reducirlo a cenizas y volar junto a ellas.

Me pregunto si has podido escuchar mi risa. Una risa que se pierde en el vacío de mi existencia.

Porque has levantado la cabeza. Las lágrimas ya no recorren tus mejillas, peto han dejado un rastro húmedo tras de sí. Te pones en pie y yo contengo la respiración, esperando.

Un estruendo rompe el silencio de mi existencia. Aguzo el oído. ¿Lo escuchas tú también? Tu muro se está resquebrajando. El primer barrote ha caído.

Veo cómo te colocas frente a mí y me sostienes la mirada. Y tus ojos parecen revelarme todos los secretos que has guardado en tu alma durante tanto tiempo.

Puedo ver tu miedo, tu pavor, tus nervios, tu inseguridad. Pero también tu determinación y tus ganas de intentarlo, de tomar parte en esta lucha que acabas de empezar y que no tendrá fin. También veo que no sabes cómo llamarme.

Rio de nuevo.

Soy el fuego. Soy la esperanza. Soy el anhelo. Soy el miedo. Soy las cenizas. Soy el fantasma.

Soy el amor.


Concurso: Ghost Story (TERMINADO)Where stories live. Discover now