When All Is Said And Done

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Thomas observaba atento el horizonte. El mar estaba en completa calma, la brisa apenas le movía los cabellos; sin embargo, el frío nocturno comenzaba a calarle. Él y Christopher habían decidido ir por unos tragos, luego de la inesperada visita del señor Willdeston. El segundo tenía un amigo, dueño de un bar, que les reservó un área del lugar únicamente para los dos; así la salida se pudo extender hasta muy entrada la noche. Christopher cruzó la puerta que comunicaba a la playa, y en las manos llevaba dos vasos pequeños. Lo encontró sentado en la escalera, con los brazos descansándole en las piernas. —Un brindis más —dijo entregándole una de las bebidas—, por los dos.

—Ya estoy mareado, Chris —contestó recibiéndoselo—, no represento desafío para el tequila, o cualquier bebida en general. Además, ¿cómo vamos a volver a casa? Tú tampoco estás tan lúcido.

—¡Por favor!, sólo uno más —suplicó, mientras se sentaba a su lado—. Tenemos mucho por qué celebrar. El cómo nos iremos está resuelto: no regresaremos. Mi amigo acaba de ofrecernos una de las casas que renta, pasaremos el resto de la noche en una de ellas y mañana, más despejados, podremos marcharnos.

—Si es así, está bien. Uno más, y luego... pagaremos la cuenta.

Christopher asintió; le dio una rebanada de limón, y le puso unos granos de sal en el dorso de la mano; y tras chupar el jugo de la ácida fruta, acompañados de éstos, chocaron tenuemente los vasos y bebieron de un solo trago su contenido; luego de una ligera mueca, los dos sonrieron. Al instante que El último trago, en la voz de Concha Buika, se escuchaba dentro del bar; se miraron, primero con seriedad, después la risa se asomó.

—¿Qué? —preguntó Thomas tratando de recuperar la compostura.

—Esto me parece un sueño...

¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son* —y ante su sorpresa, prosiguió—. No eres el único que ha ido mejorando su español. Pero dime, ¿por qué te parece un sueño?

—Porque no creí posible, con todo lo sucedido, que tú y yo pudiéramos volver a estar así, de esta manera. Es como si reviviéramos aquel verano...

—Quizás el frío del otoño retrocedió —comentó Thomas poniéndose de pie—. Aunque estamos parados en la encrucijada, ya no tenemos prisa, y ningún deseo de correr. Todo está dicho y hecho, no hay a quien culpar.

Christopher lo miró a los ojos, y célere le dijo. —Necesito me permitas pedirte perdón por todo el daño que te causé con mis malas decisiones.

—¿Vamos a continuar atados al pasado? ¿No crees, ya desperdiciamos mucho recordándolo?, ¿dependiendo de él?

—Por favor, Tom —sentenció mirándole firmemente a los ojos, luego se puso de pie también—. Es indispensable, si queremos avanzar en esto, aclarar los malos entendidos.

—Bien, bien, bien, bien —dijo haciendo aspavientos con las manos—. No sé por qué quieres hacer eso ahora. Estoy demasiado mareado y no pienso claramente, pero trataré de ser coherente.

—Perdóname —expresó suplicante—. Primero, por haber ignorado los avisos de mi corazón. Él siempre me dijo, me repitió: dile lo que sientes, cuánto lo amas; pero yo...

Thomas, quien lo escudriñaba en completo silencio, lo interrumpió. —Entonces tú debes perdonarme por ser un maldito témpano de hielo. Sabes, nunca creí que todo esto pudiera suscitarse entre tú y yo. Jamás guardé esperanza de ser correspondido —y mientras escogía lo siguiente a relatar, se quedó callado unos instantes, luego respiró y prosiguió—. Una vez, todavía asistía al colegio, una feria itinerante llegó a la ciudad; ahí, en el juego y la broma, consulté una gitana; ella me dijo que mi estrella, respecto al amor, estaba marcada por la fatalidad, siempre destinado a amar, pero nunca a ser amado; al menos no en la intensidad con la cual yo lo hacía. Al principio no tomé en serio el vaticinio, mas luego la vida se encargó de hacérmelo entender. Por eso cuando tú llegaste, ya no tenía fe. No le vi utilidad a luchar una pelea perdida. Digo, unas ocasiones parecías tan cercano, otras tan distante; además tenías novia, eras algo confuso a veces, pero qué podría animarme a mencionarte algo. Después de esa noche en el centro nocturno, no pude dejar de pensar en ti, y en el maldito sabor de tu beso, ni en la sensación de tus manos sobre mí. Muchas veces ideé intentar una maniobra para acostarme contigo, porque quizás era eso, sólo deseo, las ganas; porque tú estabas guapísimo, bueno, lo sigues estando. Pero conforme compartimos y seguimos conociéndonos, lo supe, aquello era algo más. Sin embargo, te casaste, y cualquier inquietud la deseché...

One of UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora