Knowing Me, Knowing You

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-No más... Risas despreocupadas... -pensó Christopher cuando cerró la puerta del departamento que había alquilado sobre St. Agnetha Street. El espacio se había reducido y el silencio ahora era constante, casi eterno. Cedió al malestar que venía sintiendo desde hace un par de días en la boca del estómago. Traía consigo la nueva edición de la revista donde, por reiterada ocasión, él sería la portada con una inusual primicia. Estaba a la espera, en cualquier momento, de una avalancha de llamadas y mensajes; entonces tomó una dosis de aspirina, sin obtener una mínima mejoría. A pesar de esto, el dolor no le impidió disfrutar de su eufórico estado, una sensación que lo embriagaba al grado de percibirse mareado; fue hacia la ventana, buscando consolarse con un poco de aire fresco. Por primera vez, en mucho tiempo, volvía a sentirse él mismo, volvía a ser libre. Sin embargo, aunque quiso imitar al viento arremolinándose en el balcón, la molestia se acrecentaba, tanto que mejor regresó y se sentó en el sofá. Suspiró y asió la revista, concentrándose en el título: "Chris Hentzwood. Una íntima revelación".

Sacó el celular que guardaba en la bolsa, buscó entre sus contactos y lo encontró, el número de Thomas. Desde hace bastante tiempo, deseaba llamarlo, pero siempre dudaba al oprimir el botón, porque no sabía cómo reaccionaría aquél, ni siquiera podía asegurar que le fuera a contestar, quizás al ver su nombre en el identificador, pasaría de él. No obstante, su estado de felicidad y tranquilidad lo hicieron finalmente atreverse; no pudo evitar el tartamudeo al responder, luego de escuchar el saludo, si bien no alegre, si cortés de Thomas. Tras unas preguntas que, aunque fueron contestadas sin atisbo de incomodidad, Christopher las percibió como absurdas; no sabía cómo enterarlo, tal vez para Thomas no sería una noticia importante, pero quería ponerlo al tanto. Por ello, prefirió convidarlo a salir por unos tragos. -Sé que andas cerca, ¿por qué no quedamos para ir a tomar una cerveza? -preguntó haciéndose de toda su valentía, pues temía una rotunda negativa. El otro guardó silencio y Christopher casi pudo intuir como hacía perdidiza la mirada, mientras buscaba un motivo para negarse. Sin embargo, sólo alcanzó a escuchar el inicio de la respuesta, porque el dolor se agudizaba cada vez más, y al prever declinada su invitación. -Tienes toda la razón, no es una buena idea, lamento ponerte en esta situación, cuídate -entonces se disculpó y colgó antes de quejarse por la intensidad de la punzada, que era tan fuerte que no tardó en doblegarlo.

En ese instante, Thomas se quedaba extrañado y con el teléfono en la mejilla, por el repentino cambio de actitud de Christopher. De pronto, sintió un ligero piquete en el pecho, igual a un presentimiento. Su mente comenzó a hacerse ideas, recordó aquella ocasión, en la cual por cundir al pánico, hubo atravesado Londres caracterizado de monarca, asustado por el típico accidente en una filmación. Esta vez no podía salir corriendo, todavía tenía un compromiso y era sumo importante; además, después de la nueva situación entre ambos, entre menos se vieran sería mejor; más todavía, luego del gran alboroto que Elkie había armado en el departamento de Thomas, y no sólo frente a él y sus hermanas, sino también frente a la madre; la señora Willdeston se había enterado, de la peor manera, sobre la aventura de su hijo.

Hacía mucho que los cuatro no se reunían para pasar el rato y convivir; por ese motivo, Thomas había organizado tomar el té en su casa, que estaba más céntrica que la de Elinor. Todo marchaba muy bien, pero a última hora, a la señora Willdeston se le antojaron ciertos bocadillos salados, que sólo vendían en Andersson Park; la mayor y ella habían salido a comprarlos. Marianne y Thomas se habían quedado preparando una extravagante infusión, hecha con una de esas raíces orientales que a Marianne tanto gustaban. Al escuchar el timbre de la puerta, él ni siquiera preguntó, sólo abrió pensando que su hermana había olvidado la llave. Empero, la sorpresa se apoderó de su faz cuando vio a Elkie en el umbral de la puerta; no le hizo cuestionamiento alguno sobre su presencia ahí, él adivinó por su fiera mirada a lo que venía. Ella tampoco dijo palabra alguna, de inmediato le lanzó una tremenda bofetada que lo hizo virar el rostro por el impacto.

One of UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora