XVIII

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El teléfono fijo sonó haciéndola brincar de la cama. No había dormido en toda la noche, estuvo pensando y analizando la información ayudada de una taza de café. Sobrevivió la noche, pero el cansancio empezaba a hacer efecto en ella; los ojos le pesaban, sentía que se cerrarían en cualquier segundo.

—Ven al consultorio ahorita —ordenó el hombre detrás de la bocina.

—Ah, ajá —fue lo único que alcanzó a decir, intentando no dar un largo bostezo.

Ese día en especial, la sala de emergencias estaba a reventar. Alcanzó ver a la doctora Green desaparecer detrás de una cortina verde, la madre de William le sonrió. El estómago vacío se le revolvió con solo ese gesto, se obligó a seguir el camino al elevador. Recordó haber visto a Will varias veces llevándole la comida a su madre, no pudo evitar desear en el fondo de su corazón que ese día fuera igual. Una cosa quería: comprobar las palabras de Paulette e interrogarlo como Sherlock.

—Su padre la espera —dijo la secretaria sin quitar la vista de la agenda.

—¿A qué hora tiene la primera consulta?

—En hora y media.

Su padre tomaba té, le ofreció una taza, ella la rechazó mostrando su café. Por primera vez en mucho tiempo, la tensión no se podía cortar con un cuchillo. Podía respirar tranquila una vez, fuera por lo que la había llamado no debía de ser grave. Su padre le dijo con una voz suave que se sentara mientras terminaba un papeleo. Los ojos azules de la chica se postraron en esas hojas, le llamaba la atención la rapidez con la que escribía y a comparación de otros médicos, él no tenía una letra de jeroglíficos egipcios.

—Papá... emmm, ¿te puedo ayudar? —se ofreció, el señor la miró con detenimiento, como si quisiera buscar qué estaba mal con su hija.

—Llena estos formularios con la información de esta hoja —le dijo pasándole un montoncito de alrededor veinte hojas y una más con puros datos de pacientes.

—¿Haciendo conteo de los casos similares en una semana?

—Muy bien, vas aprendiendo —la felicitó—. Terminamos con esto y pasamos al tema del que quiero hablar contigo. Nada grave.

—Okay...

Media hora después, todo lo que haría solo en un poco más de una hora ya estaba completo y acomodado en su lugar.

—¿Tiene que ver con negocios? —preguntó Charlotte antes de dejarlo empezar.

—Si, bastante.

—¡Papá!

—Charlotte, por favor, tu comportamiento con Oliver Scott nos ha dejado en una mala posición —la castaña rodó los ojos, ya había escuchado mucho de eso, quería algo nuevo—. Él se ha ofrecido a olvidar el acontecimiento de la cena con la condición de reunirse de nuevo contigo.

—¿Qué gano yo?

—¿Qué pides a cambio? —preguntó el padre entrelazando sus manos.

Charlotte no tuvo que pensarlo mucho. Una cosa quería desde hace tiempo.

—Estudiar Derecho.

Negó inmediatamente.

—Eso está fuera de discusión, estudiarás Medicina, porque es lo único que pagaré —un momento de tensión se instaló. Charlotte pensó rápidamente en otra cosa.

—Hagamos esto, de día seré tu hija modelo, pero en la noche me dejaras vivir mi vida como quiera.

—¿Lejos de personas relacionadas con la familia? —preguntó viéndola directamente a los ojos. Charlotte casi juraba que su padre estaba feliz. Definitivamente le había gustado la idea, de otra forma no estaría preguntando.

Piedra, papel o besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora