[Eres mío. ]

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—Sí, sí quiero ser tu novio. —Se adelantó a las palabras del chico y se le aventó encima, ¿qué más daba? Si ambos sentían lo mismo ya no había nada que ocultar. Ni a qué temer. Ahora podía liberar todos esos sentimientos encontrados y que ahora comprendía perfectamente, estaba enamorado perdidamente del excapitán de Karasuno y nadie cambiaría eso, ahora mucho menos.


Una vez que Sugawara estaba decidido ya nada lo detenía, ni su sentido de protección que le indicaba que no era el momento. Ya que tenía al chico que quería, ¿Qué más daba? Sabía que podía confiar a Daichi todo su corazón y éste no lo traicionaría. Además que secretamente había estado esperando por esto ya hace mucho, no se arrepentiría de nada de lo que llegara a pasar a partir de ahora.


Sawamura rodeó con sus brazos la cintura del armador, aquella que tanto había anhelado tocar ya estaba a su alcance. Sus labios se encontraron una, dos, tres veces más de manera superficial antes de pasar a un beso más profundo. Entreabrieron sus labios con timidez para dar paso a sus lenguas las cuales jugaron una guerra dentro de sí. Ninguno de los dos estaban tomados, eran los más sobrios de aquel lugar e incluso así sus movimientos eran un poco torpes. Las manos de Sugawara temblaban mientras acariciaba el cabello del pelinegro y parte de sus mejillas antes de bajar a sus hombros.


—Daichi. Me gustas, realmente me gustas.

— ¿Ves? Lo que te dije en mi mensaje era verdad, tu y yo, ambos queríamos lo mismo.

Ambos soltaron una risa entrecortada por jadeos de una respiración que a pesar de ser acelerada pareciera de uno solo. Daichi tomó la coleta que llevaba puesta Suga para soltar su cabello y dejarlo caer. 

  — Estás realmente hermoso, como siempre... Pero esto es... Una parte que nunca había visto de ti. 

— Yo tampoco sabía que podías ponerte así de nervioso, Daichi...  

Acarició con suavidad su mejilla y por unos instantes sus miradas se conectaron, Sawamura se acercó y lamió la extensión donde se encontraba el lunar debajo del ojo gris; poco a poco las mejillas de Kōshi se tornaron de un borroso rojo.


No hacían falta palabras para poder expresarse, el tiempo que tenían intercambiando ese tipo de contacto les hacía falta saber cuál era la pregunta y por ende la respuesta aunque por último el peli-grisáceo asintió lentamente mientras besaba de manera más profunda los labios carnosos del excapitán, su ahora y para siempre pareja.


Nuevamente comenzó el contacto más personal entre ambos, pero esta vez más decidido por parte de ambos, el pelinegro tomó al ajeno para poder recostarlo con suavidad en la alfombra del lugar, sin separarse de él, como si con la más mínima separación pudieran terminar alguna cosa sagrada. No paraban de besarse e incluso cuando lo hacían se sentía como si sus almas lo estuvieran haciendo.

Sugawara tuvo que dejar caer sus manos en la superficie del piso cuando Daichi detuvo los besos en sus labios sonrosados e hinchados para ir bajando con ellos por la extensión de su cuello, se sentía invadido. De cuerpo y alma.

La habitación comenzó a subir de temperatura cuando las cosas se intensificaron, Sawamura desposó al chico que tanto deseaba de casi toda su ropa y ya había besado cada extensión que le había provocado e incluso dejando marcas por que los sonidos que salían cuando los hacía eran indescriptibles y prefería tenerlos grabados en su mente. Él ya no poseía tampoco su camisa y también estaba lleno de pequeñas mordidas, pero la situación parecía justa allí.


Kōshi estaba totalmente tendido en el piso y a pesar de eso, no le impedía para nada el tomar a Daichi e igualar la situación en la que se encontraba. Pudo despojarlo de su camisa y dejar caricias en todo su abdomen marcado, no había perdido tiempo en nada. Detuvo sus manos en el pantalón del pelinegro, sabía que no habría regreso atrás una vez lo hiciera. Sawamura se percató de ello y posó sus manos sobre las del armador, como aquél gesto que hacía cuando quería que regañara a alguno del grupo. 

Pero aquél no dudó mucho antes de comenzar a desabotonar el pantalón para quitar aquella prenda que solo estorbaba entre ellos. Para ambos era la primera vez tocando sus cuerpos de aquella manera, besándose, compartiendo algo más que era solo de ellos, pero sin embargo pareciera que cada uno conociera la extensión de sus cuerpos. Pero era mucho decir, en secreto ellos ya conocían todos los detalles del ajeno.



Sugawara gimió cuando sintió las manos de su chico jugar con su parte íntima, dudó antes de mover su mano nerviosa a tomar el ajeno a su vez, era tan grande y hacia a la par con la erección que tenía él. Ambos se tocaron extasiados, llenándose de ambos hasta que tuvieron su primero orgasmo juntos; sus bocas se buscaron con desesperación y Kōshi jaló un poco el cabello húmedo del pelinegro, estaban ya sudados y el armador no podía ocultar las ganas que tenía de pertenecer a Daichi.


El chico más corpulento se mantuvo besando al peli-grisáceo y acariciándolo para volver a animarlo, aunque no hacía falta ya que estaba tan deseoso como él. Intercambiaron más besos húmedos entre sí, los jadeos eran constantes y los gemidos de Sugawara se intensificaron cuando Daichi comenzó a jugar con él de una manera que se le hacía dolorosa y placentera a la vez, estaba mareado aun por el reciente orgasmo y eso lo mantenía un poco más sensible. 


—Me encanta estar así contigo, pero necesito tenerte más y más cerca Kōshi...

—Dai...chi... —No podía terminar las frases siquiera, pero lo que había creído que era placer no era lo suficiente, con la intromisión del miembro del chico dentro de él las cosas subieron a otro nivel. Primero tuvo que soportar el dolor que le causaba, lo cual no era mucho por qué demonios, su compañero sabía cómo mantenerlo ocupado en otras cosas. Como las mordidas en su oreja, o la mano que tocaba su pezón con insistencia mientras la otra se aferraba a su cintura con fuerza, debido a ello tenía varias marcas rojas en todo su cuerpo. 


Daichi no podía controlar la fuerza con la que lo tomaba y eso a él no le importaba una pizca. 


El placer va ligado con el dolor, y eso lo había aprendido en ese momento.




Las embestidas que fueron en aumento distrajeron su mente un poco, eran lentas y profundas, como si el pelinegro quisiera traspasar cada extensión de su cuerpo. Sus uñas las clavó en la espalda del chico con fuerza mientras cerraba los ojos y dejaba que su mente volara, su voz sonaba apagada cada vez más; después de todo había estado gritando un buen rato y no importaba porque la música estaba en alto volumen.


Esa noche ambos decidieron tomar un destino que de seguro no sería fácil, pero que sabía, serían capaces de seguir adelante porque se complementaban y nadie podría decir lo contrario. Abrió sus ojos y cuando sintió nuevamente el cosquilleo en su vientre jaló contra sí a Sawamura, lamió la extensión del lóbulo de su oreja antes de morderla superficialmente.


—Eres mío ahora, Sawamura Daichi. 

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