Después de unos quince minutos observando los modelos (y sobretodo los precios), me decido por unos clásicos tacones negros, que por cierto, me hacen falta. Y vamos a la siguiente tienda.

Porque con Ino Yamanaka, siempre hay siguiente tienda.

Y entre establecimientos y otro se nos pasan dos horas, un tiempo récord, considerando que ella suele salir cargada de bolsas a lo mucho media hora después. No hay duda de que esta es una misión difícil para ella.

-Mujer, los zapatos que compraste son para lucirlos con algo elegante, provocativo. Un vestido rojo, quizás, como ese que está allí, ¿lo ves?

-Creo que es demasiado formal No creo que el vaya vestido de esa manera

-¡Pero en todas sus fotos de Facebook sale con traje y corbata!

-¡Si serás cerda, ¿lo has estado stalkeando?! -ella rueda los ojos. ¡Ajá! Lo ha estado acosando por Internet, eso es seguro.

-Fue desde mi propia cuenta, no te preocupes. No he dejado rastros -tiene el descaro de guiñar un ojo. Esto es demasiado.

-Ino, para ya. Te estás esforzando mucho para que Naruto se fije en mí, y lo aprecio, en serio. Pero yo no deseo conquistarlo. Apenas y lo conozco, ¿quién te asegura que es quien dice ser? -trato de hacerla razonar.

Por más que trate, jamás voy a ser tan hermosa como ella, ni podré andar por la calle con ese aire coqueto y seguro. Por más que lo intente, nunca conseguiré un novio sólo con pestañear cual ninfa, como lo hace ella. Sus hombros descienden con desaliento; sé que la he lastimado. Aunque en sus ojos, más bien leo preocupación.

-¿Quieres saber como estoy segura de que Naruto es alguien que vale la pena? No fue por todas las horas de acoso cibernético, si es lo que piensas... -suelta una carcajada de ironía. Me toma de los hombros, haciéndome imposible evitar su mirada celeste -. Porque yo no soy una miedosa como tú. ¿Porqué estas tan aferrada a no cambiar tu vida? No lo entiendo, Sakura, sinceramente. Tienes todo para ser extremadamente feliz... y no lo eres.

No voy a llorar.

Aunque cada una de sus palabras se ha clavado en todos mis puntos débiles, no pienso soltar una sola lágrima. Así me exploten los ojos al no poder desbordarse, así el nudo en mi garganta sea insoportable, no lloraré. Al contrario, sonrío como puedo.

-Tú no sabes si soy feliz o no... -se queda callada un momento.

A mi mente vienen muchas personas que he conocido a lo largo de todos estos años en el hospital: ancianitos a un paso de la muerte, sin esperanza alguna, sin familia; jóvenes que en su festejo de graduación han sufrido un terrible accidente que los deja paraliticos o quedan deformes de la cara, o sin alguna extremidad; niños que a pesar de someterse una vez a la semana a dolorosos procesos para tratar de combatir su enfermedad, misma que los perseguirá por el resto de los dos o tres años que les quedan de vida, ríen y juegan sin parar.

¿Quién soy yo para decir que no recibo la felicidad que merezco?
Segura estoy de que ese niñito con leucemia que murió apenas hace tres semanas merecía ser mucho más feliz que yo, y que mucha gente. Segura estoy de que ese joven de pelo negro que llegó con quien sabe cuántos problemas sobre su espalda merece ser feliz tanto como yo, incluso tengo el ligero presentimiento de que lo merece mucho más. Porque, aunque no sé qué le ha tocado vivir, debe ser muy duro, más de lo que una persona como yo o como Ino podría soportar.

-Esta es la vida que me hace gusta, Ino. Créeme. No me veo haciendo algo más -le aseguro con una sonrisa. Aunque, por alguna razón una voz que se escucha en lo mas profundo y escondido de mi ser, me dice «¿En serio?». Ella parece vacilar un poco, pero después de unos segundos, sonríe también.

-Te creo, pero anda, a escoger un vestido. Tómalo como tu regalo de Navidad, ¿okey? -no contengo la risa. Ino nunca cambiará.

-¿Pueden ser unos jeans y una blusa? Ya ves que está de moda andar desfachado -ella ríe también.

-Lo que sea, tú sólo escoge.

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Me miro en el espejo del baño de Ichiraku's Ramen, por enésima vez, intentando encontrar algún desperfecto que podría arruinar toda la imágen. Ino y yo salimos del centro comercial con un par de pantalones khaki, un top rojo y, por supuesto, los tacones negros. No me siento espectacular, pero sí me gusta. Recibo una notificación: es él, ya está en la mesa. Salgo del sanitario en busca de una cabellera rubia, y la encuentro en segundos. Él sonrie al verme, su mirada se ilumina. Yo también siento ganas de sonreír.

-Hola, ¿cómo estás? -lo saludo una vez que tomo asiento. El contesta, cortésmente, con lo típico. Después se acerca un poco, y habla en voz baja.

-Oye, sé que quizás es muy pronto para tomarme estas confianzas contigo, pero luces mucho más bonita sin tu uniforme de enfermera -está todo rojo y visiblemente nervioso -. ¡N-no quiero decir que no te veas bonita con él, de veras! Pero... Bueno, yo... Tu me entiendes, ¿no?

De seguro me he puesto roja yo también.

MORFINAWhere stories live. Discover now