Prólogo: Salvavidas

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Mori Ougai tenía fama de ser uno de los seres más despiadados a los que la mafia jamás había dado vida. Tanto sus amigos más cercanos como sus enemigos jurados lo definirían como una serpiente taimada, calculadora y fría. Lógica pura, de esa forma describían a Mori. Lógica y maldad, por supuesto, sino, sería un misionero en vez de un mafioso. Y tanto sus amigos como sus enemigos coincidirían en la siguiente parte del dictamen. Era un caballero tanto con aquellos a los que su bisturí fuese a salvar como a los que debiese matar.

Aquel día, Ougai caminaba rápidamente. La lluvia lo calaba por completo, amenazando con hacer que se pillase una pulmonía. No le importaba. Ni tener su ropa empapada ni gotas de lluvia cayendo de las puntas de sus cabellos oscuros, nada de eso le importunaba en lo más mínimo. Sus ojos violetas no dejarían bajo ninguna circunstancia de ser imperturbables. Podría caer un torrente sobre él, pero ni perdería la elegancia ni soltaría ese maletín de cuero negro que tan firmemente agarraba entre sus manos enguantadas. Por la fuerza con que lo sostenía, se sobrentendía que protegería el contenido de esa maleta con su vida.

Llegó al cabo de unos minutos a las puertas de un bloque de apartamentos de apariencia humilde. Sin titubear, entró y subió en ascensor hasta el sexto piso. Tenía un destino fijo, llevaba más de tres años teniéndolo. Ocasionalmente ese rumbo había ido cambiando, conforme Nadeshiko debía irse mudando para esconderse. Por suerte para ellos, en aquel momento disfrutaban de cierta estabilidad. Durante seis meses, Nadeshiko y su hijo habían vivido en aquel lugar, ocultos de la mafia y del padre del niño, todo con la ayuda inestimable del doctor. Quizá nunca pudiera pagar el auxilio de Mori, pero él jamás se lo cobraría, jamás pediría remuneración alguna. ¿Por qué? Eso no era lógico, pero ella era la excepción que confirmaba las reglas, lo único que anulaba su siempre gélido razonamiento. Técnicamente, la ayuda que le prestaba a una desertora, e hija del líder de la Port Mafia para más inri, podría ser vista como alta traición, pero a él no le importaba. Nadeshiko era especial, una persona a quien llamar amiga e incluso más. Nadeshiko era la única que escaparía a su fetiche por las niñas pequeñas.

Decidido, llamó al timbre. Escuchó al otro lado de la puerta el correteo de ella. Apresurada, abrió la cerradura, revelándole al médico el interior de la vivienda que tan bien se conocía. Tenía los ojos enrojecidos, llenos de muda preocupación, y el cabello castaño ondulado recogido en una coleta baja medio deshecha. Su mirada bruna parecía suplicante y, bajo esta, las ojeras eran perfectamente visibles. Sus rasgos estaban demacrados por haber pasado varios días en vela y su piel pálida tenía un tono apagado, próximo a la ceniza. Como en un destello, Ougai rememoró tiempos de hacía diez años, cuando tenían quince y empezaban a enamorarse, antes de que su padre la comprometiese con aquel bastardo. No era ni la sombra de lo que fue. La preocupación por un hijo que -aunque este no fuese deseado en un primer momento- adoraba la estaba destruyendo. Su sonrisa, que antaño había sido llamada "el sol de la mafia" y que para Mori siempre había encarnado y opacado a dicho astro, ya no existía, sustituida su expresión por un rictus desolado.

-Ougai, estás empapado. -Habló ella. Su voz indicaba que realmente el estado del mafioso no era lo prioritario-. Te traeré una toalla.

-Tranquila, él es lo primero, la toalla puede esperar. -El doctor se quitó el abrigo, dejándolo en un perchero sin muchos miramientos-. ¿Dónde está?

-En su cuarto. Ya no sé que hacer, Ougai. -Nadeshiko estaba desesperada. Ella era fuerte, Mori podía dar fe de ello. Nunca se rompió pese al daño del bajo mundo, el de la mafia o pese a los golpes de su marido y el rechazo de su padre. Nada pudo con ella, salvo la salud de su hijo-. Se está muriendo y no sé que hacer.

De los labios de la muchacha, un sollozo suicida se escapó. Estaba poniendo todos sus esfuerzos en no llorar, en mantenerse firme, pero esa situación era demasiado para ella. Lo sería seguramente para cualquier madre.

Mafia Black [BSD fanfic]Where stories live. Discover now