PRÓLOGO

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Nunca entendí la idealización exagerada que las personas nos hacemos cuando somos adolescentes. O más bien, de jóvenes. Creemos en algo con una fuerza desgarradora, pero cuando nos damos cuenta que no es así, es como si ese castillo de arena que te llevó horas construir, se derrumbase a la primera ola. Un verdadero desastre. En eso pensaba yo, viendo a tantas chicas pulular en torno al nuevo. No sólo hablaban en un tono diferente, sino que hasta exageraban sus movimientos con tal de llamar su atención. Y yo desde las gradas no podía evitar un gesto de puro desagrado. Si supieran que valían más que los dos minutos que intentaban robarle.

—¡Aquí estás! Jessica anotó como seis puntos seguidos, por lo que, entre festejo y festejo, se terminó la hora. Y ni siquiera se acordó de ti y tu permiso para ir al baño.

—Mel, ahora no. Estoy en medio de un estudio científico.

—¿Observando a Jack Bradbury? —Inquirió mi mejor amiga, bufando, desde luego— No es tan genial, hablamos un poco esta mañana porque interrumpió mi llamada con Mark. Me preguntó por el salón de ciencias.

—¿Será parte de su estrategia? Hacerse el perdido, el que desconoce el terreno.

—No, Nat. Literalmente lo desconoce. Es nuevo, ¿recuerdas? —Apuntó a lo obvio.

—Sí, pero tal vez eso le sirve como ventaja para ya sabes, ligar.

—Primero: suena horrible que utilices esa palabra, de veras, ya no lo hagas. —Tuve que disculparme a la mitad de su oración— Y, en segundo lugar, ¿por qué te interesa? ¿Acaso te gusta o algo?

Me puse de pie cual resorte.

—Claro que no —espeté segura de mis palabras—, apenas si noto su existencia. —Cruzada de brazos, abandoné las gradas y con ello, la cancha en la que él estaba— Sólo vine a ver la práctica de voleibol porque Ethan es un gran jugador.

—Ajá.

No quise continuar con la discusión, pero en mi interior había surgido una llama. No muy grande, ni llamativa. Pero una que me incitaba a preguntarme: ¿qué era tan interesante de él? ¿Por qué de repente ese magnetismo inmediato? Tal vez podía tratarse de lo más simple: juguete nuevo. También podía tener razón cuando hablaba de una estrategia. Nada de eso era certero, más allá de mi evidente curiosidad creciente.

—Déjalo en paz. —Rogó mi acompañante al ver que había volteado una milésima de segundo para ver hacia atrás.

—Lo haré, lo dejaré en paz. —Acordé con un leve movimiento de cabeza— Pero antes me divertiré un poco.

—Diablos, Natalie. Tú sí que no cambias más. 

Fall (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora