Capítulo V

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Esa tarde decidió no ir al conservatorio. De todas formas, no tenía ningún compromiso previo y era mejor dejar a Yuri en paz. No quería ser víctima de uno de sus ataques de ira si se enteraba que al final busco al japonés para encontrarse con que no tenía la coreografía que vio esa noche.

En la mañana escribió una melodía simple, pero que era mucho mejor que pasar semanas sin poder escuchar música. Se sentía más liberado después de obtener ese tiempo de inspiración y pensaba aprovechar el momento antes de que desapareciera.

Entonces se encontraba ahí. Observando a través del cristal como el muchacho pasaba una mano por la cintura de una joven, sosteniendo con la otra su mano con bastante delicadeza mientras bailaban algo con ritmo.

Él era agraciado, ella intentaba seguir el paso. Cuando no entendía, sonreía con amabilidad y volvía a repetir el movimiento, era bastante obvio lo que sucedía. Estaba enseñando a esa joven a bailar. Varios se encontraban de esa manera, pisando en los mismos lugares del suelo, esperando que la persona frente a ellos soltara su cuerpo para ser guiado por la música.

Yuuri tenía mucha paciencia, porque su compañera era torpe en varios de sus movimientos. Cuando se equivocaba y terminaba chocando, él solo sonreía y le explicaba despacio que era lo que hacía mal.

Sus dedos blancos y delgados se posaban ligeros por debajo del mentón, impidiendo que su mirada bajara al suelo, corrigiendo, enfocando su mirada en los ojos de aquella que era su pareja de baile. Luego su mano acomodaba en brazo ajeno al lugar que correspondía, volviendo a la delgada cintura de la joven que lo miraba fascinada.

Esa clase de indicaciones eran las que daba con tanta dulzura y serenidad, con una sonrisa calmada en sus pálidos labios que cualquiera de mente dañada podía pensar que se trataba de un coqueteo. Pero no, era sincero, era alguien enseñando a una novata algo que le gustaba.

Ese era el rostro de alguien que disfrutaba trasmitir su conocimiento. Y Viktor creyó entender porque el brillo en los ojos de la chica se formaba cuando era corregida de manera educada. Con un maestro tan dedicado, cualquiera quisiera aprender. Ese sosiego le daba un toque maduro.

Luego siguió otra danza, y los veía dar vueltas y vueltas en el piso de madera. Pero no podía despegar sus ojos, se acercó, mirando detenidamente a Yuuri mientras sonreía al bailar. Entendió en ese momento que era lo que llamaba su atención de ese chico bailando. Era su satisfacción cuando hacía algo que le gustaba, le recordaba a él.

Antes la música cobraba vida por él, y él, vivía por la música.

Yuuri cobraba vida cuando danzaba, y la danza tenía sentido cuando Yuuri se movía.

No podía denominar bien el sentimiento que mantenía sus ojos sobre él, y tampoco buscaba darle un nombre, le gustaba así.

No era el único, varias personas observaban las clases al igual que él. Ese era el punto de mantener las cortinas abiertas en las tardas, atraer al público que pudiera interesarte en el grupo. Así habían conseguido audiencia y también clientes que buscaban aprender a bailar. Les había resultado, porque en el paso del día vio como Yuuri cambio varias veces de pareja, bailando todo tipo de música.

Se preguntó si él podría ser capaz de bailar tantos géneros musicales como Yuuri. Nadie podía seguir su paso cuando se encontraba eufórico. Viktor no tuvo que pensarlo demasiado, no era posible para él reemplazar a alguna de las parejas de Yuuri. No había puesto en práctica un solo paso desde hace mucho tiempo. Y si había algo de lo cual se acordara, probablemente no podía ejecutarlo correctamente.

Finalmente, la hora de las lecciones terminó. Los chicos se encontraban cansados, las personas que salían también, risueños con su piel ligeramente perlada de sudor y varios de sus cabellos despeinados cayendo en sus rostros.

Moondance [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora