—Sería ideal si pudiera pronunciar una palabra— dijo Dana caminando a mi lado.

—Nadie es perfecto— respondí molesta. Sí, Pierce era misterioso y muy atractivo... una combinación mortalmente atrayente en un hombre, pero cuando él me había hablado, no había sido en absoluto agradable.

Después de que Dana me dejara dentro de mi habitación, descansé durante unos minutos antes de levantarme para ir a mis clases siguientes. Fijé mi uniforme y entré en el pasillo. Recordé que tenía que ir a mi casillero para buscar mi lápiz favorito. No podíamos tener nuestros libros u objetos punzantes en nuestra habitación por seguridad.

Empecé mi camino, sonriendo ante la imagen de mi lápiz favorito de princesas. Sonaba infantil pero mi hermana me lo había dado como un regalo hace un año. Me sentía cercana a ella cada vez que lo usaba.

La zona de casilleros era espeluznantemente solitaria. Abrí mi casillero, el cual estaba extremadamente organizado. ¿He mencionado que tenía una pequeña obsesión con el orden? Pero sin importar cuánto buscara mi lápiz, no pude encontrarlo. No estaba allí, ¿Cómo puede ser posible? Yo no era el tipo de chica que perdió las cosas así como así.

—¿Buscas esto?— salté, hacia atrás sorprendida. Cerré mi casillero para hacer frente a la fuente de esa voz arrogante.

—Tú.— dije cruzando los brazos sobre mi pecho.

Pierce estaba allí de pie, apoyado en los casilleros. Sus ojos grises me miraron con diversión.

—Tengo nombre, sabes— dijo dándome una sonrisa torcida. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía mi lápiz favorito en la mano.

—Oye, eso es mío. ¿Cómo lo conseguiste?— Le pregunté confundida. Traté de quitárselo, pero él simplemente levantó la mano, y ya que era más alto que yo no tuve oportunidad de llegar a mi lápiz. Di un paso atrás derrotada, —Devuélvelo.

—¿Por qué?

—Porque es mío— dije irritada. Él me sonrió, y luego miró el lápiz.

—No tiene tu nombre en él.

Entrecerré los ojos, —Es mío. ¿Cómo lo conseguiste?

—Ahora es mío— dijo dándose la vuelta. Oh, no... no iba a salirse con la suya. Corrí y me atravesé en su camino. Sus ojos grises aterrizaron sobre mí, haciendo que me sonrojara un poco.

—Devuélvemelo.

—¿Por qué haría eso?— levantó una ceja burlonamente.

—¡Porque es mío!— Repetí molesta.

—¿Quién lo dice?

Ataqué su brazo y traté de quitarle el lápiz, pero él era demasiado fuerte. Me estampó contra los casilleros, poniendo sus manos a los lados de mi cara contra el metal. Él se acercó a mí, sus labios gruesos formando una descarada sonrisa.

—¡Alejáte!— pedí tratando de escapar, golpeando su pecho. Él sólo se rió entre dientes.

—¿Me tienes miedo?

—¿Por qué debería tenerte miedo? ¿Por que te robas los lápices de las personas? No lo creo.— su sonrisa creció.

—Eres graciosa.

—Bueno, tu no lo eres.— hablé con amargura. Se inclinó hacia mí, su aliento mentolado acarició mi nariz y mis labios. Traté de empujarlo hacia atrás, pero permaneció inmóvil.

—Déjame en paz, Pierce— Sus ojos se abrieron como platos cuando dije su nombre. 

Inmediatamente, me tapé la boca con la mano como un niño que acaba de dejar salir un secreto por accidente. Pierce se echó hacia atrás sonriendo.

Fleur: Mi desesperada decisión ✔️[Darks #0] ¡Ya en librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora