Capítulo 3: Milésima segunda vida... al final, mucho dolor

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Una vida en la sociedad industrialista, época de defensa de derechos humanos, de igualdad, de paz, de regocijo porque el mundo progresa, de sonrisas al ver el futuro prometedor. Pero donde las cosas cambian con rapidez, las personas no siempre consiguen seguirle el ritmo. Cierta castaña tuvo la mala suerte de comprobarlo en carne propia, caminaba hacia la estación de policía mientras aguantaba las lágrimas, una de sus amigas la ayudaba a caminar y la dejó sentada en una sala llena de agentes, se sentía nerviosa



-sígame por aquí – le ordenaron y la castaña armándose de valor caminó siguiendo a aquel hombre alto que la condujo a una oficina pequeña. Su amiga le sonrió para darle fuerzas, así la castaña continuó con un poco más de firmeza. Tomó asiento con temor de los hombres que por allí pasaban, presionaba con su pañuelo la herida de su labio, y esperaba con paciencia a ser atendida. Llevaba aún la falda y la blusa que usaba en su trabajo de cajera en un banco

-su nombre por favor –

-Sawada Tsunayoshi – seguía las instrucciones de aquel hombre de mirada fría que la atendía, no lo miraba a los ojos y ni siquiera quería que se le acercaran. Tenía manchadas sus manos por la sangre derramada, su ojo derecho estaba hinchado y tornándose de un color opaco, sus lágrimas brotaban de vez en cuando... esperaba la siguiente orden

-pronto vendrá Hibari-san a tomar su declaración

-gra-gracias – tartamudeó cohibida por las personas a su alrededor, se acomodó el mechón que caía por su rostro y suspiró tratando de no sucumbir ante la necesidad de salir corriendo

-yo la ayudaré el día de hoy... señorita Sawada Tsunayoshi – una mujer de alto porte ingresaba a la sala, sentándose detrás de ese escritorio lleno de papeles que la castaña veía con curiosidad

-si... – susurró mientras veía a la mujer de cabellera totalmente negra, largas hebras acomodadas en una trenza y un mechón que se recogía detrás de la oreja

-puede contarme que pasó – estaba seria, la pelinegra tenía puesto el uniforme de la policía, un brillante adorno reposaba en el bolsillo derecho de la chaqueta que traía.

-yo... - La pequeña castaña no se atrevía a mirarla directamente, esos azules metalizados la ponían nerviosa

-puede contarme con tranquilidad – esa voz calmada resonó en la mente de Tsunayoshi, quien suspirando, al fin se dio el valor de ver a la mujer que la ayudaría – tranquila, estoy aquí para ayudarla

-yo... quiero denunciar a mi... esposo – soltó con amargura observando los rasgos finos de aquella mujer que le superaba en estatura, se veía segura, dominante, sin miedos... la castaña desearía ser como esa policía

-¿él le hizo eso? – apuntó a las heridas en la mujer en frente suyo, un labio partido, un ojo morado, hematomas en el cuello y brazos, lágrimas secas en esas mejillas sonrojadas

-si... mi amiga me trajo... para denunciarlo

-¿podría decirme todo lo ocurrido? ¿desde cuándo pasa esto?, el nombre de su esposo y detalles más específicos – ordenó mientras una gran pena se instauraba en su pecho, podía parecer fría y brusca, pero no lo era del todo, al menos no si tenía que tratar con una personita atemorizada y en malas condiciones

-Julie... Kato – susurró mientras sentía las inmensas ganas de llorar nuevamente – yo... lo siento – se disculpó cuando sus lágrimas empezaron a salir de improvisto

Blanca y Negra NubeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora