Capítulo 2: Décimo primera vida... el cambio de figura

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Era un baile de gala, finas ropas, finas copas, fina comida, fina compañía, alta alcurnia. Una muchacha de cabellera castaña, larga y atada en una coleta alta. Algunos adornos en el cabello la hacían lucir más dulce, un par de mechones rebeldes sobresalían, pero eso solo hacia destacar más su facciones delicadas. Usaba un vestido que detallaba su figura, un polisón que exageraba su figura, el corsé formaba una delicada curva en su cintura, sus pechos de tamaño normal se levantaban más, un dulce rubor en las mejillas debido al leve toque de maquillaje... ella atraía miradas



-¿me permite esta pieza, señorita Tsunayoshi? – solicitaba un hombre de traje negro, bien afeitado sonreía mostrando sus ojos verdes, se inclina levemente y ofrece su mano para que la muchacha la tome

-señor Ricardo – sonreía la jovencita y con un leve movimiento tomaba la mano de aquel hombre y sonreía con gentileza

-debo halagar su belleza – dijo con galantería pues desde hace mucho que ya solicitaba la mano de aquella jovencita para un pronto matrimonio. Su mirada viajaba por aquellos ojos expresivos, ese cuello largo, el pecho descubierto levemente por la forma del vestido mostrado una porción de aquella clavícula de piel fina

-es usted muy galán – sonreía bajito mientras se desplazaba según el ritmo de la tonada, siendo dirigida por el alto azache

-sepa usted que he solicitado su mano – sonrió pegándola a su cuerpo y tomándola de la cintura para levantarla un poco y luego darle un par de vueltas en el aire mientras atravesaban por el salón

-mi padre me lo ha comentado – suspiró débilmente pero tratando de mantener su sonrisa – y me ha hablado bien de usted

-solo espero su aceptación – susurró en el oído de la chica

-espero me disculpe – se separó con nerviosismo, no le gustaba esa atrevida cercanía – debo refrescarme un poco – con una sonrisa se alejó de allí, dirigiéndose a los aseos. Se sentía cohibida ante la propuesta formal, nunca pensó que a sus 17 primaveras un hombre mucho mayor la quisiera desposar. Su padre ya la había amenazado para que aceptara, pues la fortuna de esa familia les vendría bien... pero un hombre con unos veinticinco años mayor, con un hijo y viudo... ¿qué le esperaba si aceptaba? Una prisión...



Ella criada en una familia de alta alcurnia, con finos modales y muchas dotes de buena esposa, sabía cocinar, tejer, bordar, leer, cantar. Tsuna era frecuentada por muchos, pero esposada a una vida ya planificada. Le obligarían a aceptar a un marido de gran fortuna, hijos... mientras más mejor, sonreír en las fiestas, ser sumisa en el lecho, dejar que tomaran decisiones en su nombre y... ¡se agobiaba! Muchos la querían como esposa, era bonita, pero ella no quería solo ser un objeto que mostrar, ella quería libertad... ella quería viajar con un esposo que la entendiera. Su alma le gritaba que esa persona llegaría, que estaba cerca, que la sacaría de esa prisión y que sería feliz...



-disculpe – esa voz grave la hizo saltar y casi soltar un gritito, pero se contuvo y giró con lentitud – ¿me permitiría tener el honor de bailar con usted? – un alto azabache de mirada azulada la veía con... ternura

-claro – suspiró de repente, sintiendo un brinco en su alma cuando tomó la mano que le era ofrecida, sintió un leve cosquilleo a pesar de que usaba guantes y su piel estaba cubierta – pero... ¿podría saber el nombre del caballero que me invita a bailar? – sonreía nerviosa mientras era dirigida a la mitad del salón, observaba tímidamente a aquel hombre de traje negro y de cabellera lisa, negra y corta

-Kyoya Hibari – sonrió con galantería al ver el sonrojo en esa muchacha de facciones delicadas

-si me permite hacer un comentario – esperó el asentimiento de su acompañante y prosiguió – ¿usted es un viajero?

Blanca y Negra NubeWhere stories live. Discover now