Love

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-Mira fijamente a la luz Karamatsu, y síguela con la mirada.


Fue la orden dada por el doctor al segundo de los Matsuno, quien solamente asintió y se entregó a la luminiscencia colocada frente a sus ojos.

Sus ojos. Sus ojos que ya no estaban cubiertos en vendas. Que ya no se veían inyectados en sangre. Que ya no eran nada más que dos orbes completamente blancos. Y que ya no eran para nada inútiles.

Hizo caso a la orden del doctor, y con sus pupilas grisáceas siguió el rastro de la pequeña linterna que hacia un aleatorio movimiento en zigzag frente a él.
Sus padres, quienes observaban a ambos lados de la camilla donde él estaba sentado, compartieron una sonrisa de alivio y una expresión de alegría. Se acercaron hasta el segundo mayor de sus hijos, y cada uno tomó una de sus manos, evitando distraerle de su consulta médica.

Finalmente el doctor apagó la pequeña luz, y tomó distancia. Se acercó hasta su escritorio, tomó asiento y comenzó a escribir en una pequeña hoja de papel. Usualmente serían los padres los que se acercarían a saber cómo debían tratar o cuidar a su enfermo hijo. Pero esta vez en particular, él se paró por su cuenta y se acercó hasta el escritorio del susodicho doctor para enterarse de su diagnostico.
-¿Y bien?- Preguntó el joven Matsuno.
-Logramos un avance, Karamatsu.- Respondió el doctor con una ligera sonrisa, que el muchacho todavía no podía distinguir.- Puedes ver la luz y las formas, si sigues así, pronto podrás volver a distinguir los colores y finalmente restauraras tu visión del todo.

Una sonrisa se formó en el rostro del chico. El galeno extendió la hoja de papel hacía él, pese a que era el que más sabía que no podía llegar a leerla. Su madre tomó control de eso, y leyó en voz alta todas las recomendaciones del doctor que fueron allí anotadas.
-No exponerse a la luz del sol sin protección, no consumir sustancias dañinas para el organismo, no forzar la vista, no exponerse a fuertes estímulos visuales... ¿Cuánto tiempo será esto?
-Pues si hace caso a todo lo que le ordené, no serán más de dos semanas hasta que su vista se recupere del todo y pueda volver a su vida normal. Podrás volver a estudiar o trabajar dentro de muy poco.

Karamatsu no necesitaba que su visión estuviese totalmente restaurada para sentir las acusadoras miradas de sus padres ante estas últimas palabras de su doctor. Sonrió nerviosamente, sacó de sus bolsillos su par de lentes oscuros y se los puso, intentando parecer calmado ante la situación.

Eso ocurrió el día en que se había defendido de un posible ataque de su hermano menor, Ichimatsu Matsuno.

-

Ya hacían dos semanas desde esa última visita.
La rápida recuperación de Karamatsu le dio una gran sorpresa a toda su familia. Después de haber estado más de un mes sin poder ver absolutamente nada, parecía algo milagroso que en dos semanas se hubiese sanado por completo.
Choromatsu lo acreditaba a lo tecnológica y eficaz que se había vuelto la ciencia médica. Todomatsu discutía con él al respecto. Apoyaba la hipótesis de que tal vez, su hermano haya estado fingiendo. Jyushimatsu celebrara su visión, y el poder tener a su hermano de vuelta. Fuera de las discusiones e intentos de explicación que intentaban les dieran una respuesta, nunca habían podido hablar de tanta armonía en el hogar Matsuno.

Osomatsu podía notar eso. Podía notar el incremento de las risas de los menores. El sentimiento de unión, lo cálida que era su familia, y el casi imperceptible miedo que todos tenían en ese momento. El miedo de poder perder alguna parte de ese complejo rompecabezas de seis piezas. El miedo de experimentar eso de nuevo.
Podía verse inclusive de lejos, volvieron a comportarse como los niños que alguna vez fueron.

-¿Se acabó aquí?- Cuestionó una voz por sobre su hombro.
Estando sumido en su propio mundo, sentado a un lado de la habitación admirando como sus hermanos se divertían, no notó la presencia de uno de ellos hasta que se sentó a su lado.
Por supuesto, tenía que tratarse de Ichimatsu.

En algún otro momento, el cuarto de los Matsuno le habría parecido alguien inmaduro. Un joven caprichoso con un empeño increíble en querer parecer depresivo. Un foco de atención que luego buscaba apagarse por sí solo, y con eso no hacía más que concentrar aún más las miradas sobre él. Odiaba ese aspecto de su personalidad, esa búsqueda constante de atención.

Pero ahora era diferente.
No sabía si era por la culpa, el miedo, o inclusive por el hecho de tomar responsabilidades, pero algo había cambiado. Algo muy dentro de Ichimatsu había cambiado.

Todavía le debía una respuesta a su cuestionamiento. ¿Se había acabado todo? ¿A qué se refería exactamente? Quería creer, por su tono de preocupación, que no se trataba del asunto de la ceguera de Karamatsu. Quería creer que hablaba en un sentido más personal. Que se estaba refiriendo a todo lo sufrido por aquella agónica situación.

-Osomatsu.- Volvió a llamar su atención el cuarto. Se preguntaba que tanto tiempo se había quedado perdido en sus pensamientos, olvidándose por completo de la pregunta.- Se acabó... ¿Verdad?
-¿A qué te refieres?
-A... esto.- Hizo un forzosa pausa.- Ya sabes a qué me refiero.

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⏰ Última actualización: Nov 10, 2016 ⏰

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