Darkness

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Oscuridad. Solo había oscuridad.

Ruido blanco. Llanto. Gritos. El sonido que causaba su propia sangre abandonando su cuerpo. Esos eran los recuerdos que tenía. Pero ahora... ahora ya no sabía ni que sentía. Frío. Se sentía atrapado. Rodeado. Sin nunca poder dejar de ver hacía la oscuridad perpetua. ¿Era eso la muerte?

Podía distinguir las voces de sus hermanos. Podía escuchar a su madre llorando. Podía escuchar a su padre maldiciendo. Él escuchar a su familia le daba un sentimiento confortante. Podían notar su existencia. Eso era bueno.
No era bueno el hecho de que no pudiera verlos. Escuchaba sus voces llorar y lamentarse. Pero... ¿Dónde estaban? ¿Por qué no estaban con él en la oscuridad?

¿Era eso su funeral?

No ver nada. Oír nada más que el sufrimiento de sus seres queridos. Lo estaba haciendo de nuevo. Logró acercarse a ellos, pero de la peor manera.

"God" ni siquiera muerto podía hacer algo bien.

Sin previo aviso, unas palabras repentinas le sacaron de sí. Pudo reconocer la voz del menor de los hermanos, Todomatsu Matsuno, quien resaltó de entre todos y dijo.

-¡S-se esta moviendo!

Acto seguido, sintió como algo le empujaba hacía abajo. Como si le estuvieran sosteniendo. Fue apenas entonces que movió su brazo izquierdo y aún sin poder ver nada, comenzó a tantear los alrededores.
Podía sentir algo suave. Una especie de tela muy fina sobre él. Una especie de... ¿Sabana? Movió su mano hacía un lado, y sintió algo cálido. Otra persona.

Dedos. Nudillos. Sintió como la mano se daba vuelta y pudo tantear su palma. Se cerró sobre la suya propia y otra más se unió para encerrarle por completo. Ambas manos apretando suavemente sobre su propia mano.

-Aquí estoy Karamatsu.
Conocía esa voz. Su único hermano mayor, Osomatsu, era el que hablaba y sostenía con fuerza su mano.
-O-oso... Osomatsu...- Balbuceó.

Sentía un nudo en la garganta y como sus lágrimas amenazaban con salir. No sabía, y no podía saber, que en ese momento sus hermanos estaban en las mismas condiciones. Querían llorar. Querían disculparse.
¿Y quién aseguraba que él no les perdonaría?

-Osomatsu...

-Tranquilo.- Antes de que Karamatsu pudiera decir cualquier cosa, su hermano mayor le rodeo con sus brazos.- Estoy aquí. Estamos aquí.

Y él sabía que estaba allí. Podía sentirlo. Podía notar su abrazo. Pero no podía verle. De nuevo, lo único que veía era oscuridad. Correspondió a su abrazo lo más que le era posible en su condición. Y sin siquiera pensarlo, comenzó a llorar en su hombro.

-¿Dónde estás? ¿Dónde están?

Y lo entendió. Con miedo. Confundido del por qué. Pero lo entendió. Si estaba vivo después de lo que había hecho, un precio tendría que pagar, y lo estaba pagando de la peor manera.

-Estoy ciego...


-¿Está bien así, hermano?- Cuestionó Todomatsu. Acababa de colocar una bandeja con un tazón de sopa caliente y una cuchara sobre el regazó de su hermano hospitalizado.

Si, había enfermeras. Si, las enfermeras podían traerle sopa a la habitación y cuidar de él. Pero las enfermeras no eran las causantes de su precaria condición. Las enfermeras no le debían algo.
Para intentar saldar un poco de los años de indiferencia y maltrato, los Matsuno decidieron cuidar de Karamatsu mientras estuviese hospitalizado. Todomatsu y Jyushimatsu se harían cargo de él las primeras horas de la mañana. Choromatsu y Osomatsu le cuidarían durante la tarde. Y en la noche uno de sus padres se quedaría mientras el otro cuidaba de la casa, se turnarían en eso.

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