Ríos

473 48 5
                                    


Choqué contra su cuerpo justo en el instante en que la mujer se terminaba de sacar las gafas de los ojos y se disponía a encarar con furia a Patrick, tratando con ello de convertirle en una bonita estatua. No hubo tiempo para la sorpresa, sin pensar en lo que hacía me interpuse entre él y La Medusa, mientras le abrazaba con fuerza de frente y le daba a aquel ser la espalda, al mimo tiempo que levantaba mi mano derecha con un impulso momentáneo. No supe que había funcionado hasta que la fina pantalla de arena que había levantado tan solo con el poder de mi mente nos separó durante unos segundos de ella, evitando que Patrick pudiera mirarla a los ojos directamente.

-¿Qué...?

-Corre-tiré de su mano y el chico corrió conmigo hacia la salida a toda prisa hasta que quedamos ocultos tras la oscuridad del primer recodo del túnel.

Me quedé mirándolo en primer momento por que tenía mucha sangre por todo su cuerpo y parte del pelo. Le giré la cabeza para ver si tenía algún corte, pero no encontré nada.

-No es mía-zanjó el chico girando mi cuerpo y dejándome protegido a mí entre la roca y su cuerpo.

-Tenemos que irnos, es posible que esa cosa nos siga.

-No-zanjó.-No se moverá de la entrada a esa bóveda a menos que alguien saque la caja de allí.

Casi con alivio me lancé a sus brazos sin importarme todo lo sucio que estaba y él me acogió con mucho tacto.

-¿Qué haces aquí?, ¿Por qué has vuelto?

-Aún no lo entiendes, no hay término medio para nosotros, o triunfamos juntos o morimos juntos-me abracé aún con más fuerza.

-Empiezo a darme cuenta-convino.-Pero si vas a hacer esto tienes que tener en cuenta que solo acaba de empezar, esto se va a poner mucho peor.

Me separé de él un poco y le cogí de la mano.

-¿Tu lo del matrimonio lo tienes claro?

-¿Qué me quiero casar contigo?-me besó en los labios dulcemente una vez.-Muy claro.

-Me refiero a lo que significa, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en lo bueno y en lo malo-recité con un poco de sorna para quitar hierro al asunto.-Hasta que la muerte nos separe.

-Que tonto eres-dijo apartándome para mirarme a la cara.-Te he manchado-me restregó la cara con cariño.-Pero tú sabes que no nos vamos a casar por la iglesia, ¿verdad? y eso lo dice la iglesia.

-Da igual quien nos case, quiero que esos sean nuestro botos-le comenté mientras yo también me restregaba la cara donde él lo había echo instantes antes.

-Será como tú digas.

-Por supuesto-zanjé.-Soy mimado y caprichoso y siempre-le di un beso en los labios.-Siempre, siempre me salgo con la mía.

-Tengo que volver-dijo sacándome de un bonito sueño.-Mis hombres aún pelean ahí dentro.

-Los dos, volvemos los dos.

-No. Voy a pedirte otro favor.

-No me pidas algo en lo que me tenga que separar de ti-pedí.-No sabes lo duro que ha sido dejarte aquí en esa situación y volver con la súplica de que estuvieras a salvo, han sido los quince minutos más largos de toda mi vida.

-Solo una vez más-reiteró.

Tragué saliva a la fuerza y asentí descontento y nervioso.

-Por tú presencia supongo que ya has avisado a Reccelen de la entrada del bosque.

Pequeños TesorosWhere stories live. Discover now