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Apenas podía verle. La poca luz del día que quedaba cuando había entrado en mi cuarto había desaparecido. La ventana estaba abierta y la brisa de Diciembre estaba empezando a hacerme tiritar. Había pedido la noción del tiempo prendido en el discurso que el chico había pronunciado, por lo que lo único que tenía claro es que era de noche. Entonces fue cuando volví a mirarle y su sonrisa fulguró en la habitación hasta que quedó formando una larga línea blanca.

-¿Qué me dices?-apremió tendiéndome una mano.-Vente conmigo y serás el ser más poderoso del mundo.

-No me interesa-zanjé.-Pero gracias.

Me sorprendió que no se enfadara como lo habría echo Ben. Se limitó a darme la espalda y caminar hasta la puerta negando con la cabeza. Al llegar a ella se volvió juntando las manos.

-Eres un necio-escupió muy tranquilo.-Sigues pensando que puedes librarte de nosotros y ser feliz, pero siempre habrá más como nosotros. Esto es una guerra que no acaba nunca.

Poco a poco me fui levantando del suelo y volví a pegarme a la ventana, entonces el chico se volvió con cara divertida. Yo tardé un poco más en escuchar como la puerta de la calle resonaba.

-Bueno, ahora tengo que irme-anunció.-Nos vemos pronto, amor.

El chico se deslizó fuera de la habitación, hacia el pasillo y entonces el terror se apoderó de mí. Que aquel chico pudiera hacer algún daño a mis seres queridos si que me hacía temblar de verdad. Como una bala crucé la puerta del cuarto y tardé un segundo en estar bajando la escalera de dos en dos. Patrick e Isabel se quedaron mudos al verme bajar de aquel modo. De Farah no había ni rastro, ¿Dónde se había metido?, ¿Cómo había sido capaz de desaparecer tan rápido?

-¿Qué ocurre cielo?-inquirió mi madre que soltó las bolsas de cartón que traía en las manos sobre la mesita auxiliar del salón.

-Estás sangrando-Patrick puso los ojos como platos y rápidamente subió a mi encuentro y me ayudó a bajar la escalera.- ¿Qué ha pasado?

Me senté en el sofá ante la atenta mirada de ambos. Patrick descifró en apenas dos segundos el horror en mi cara. Se puso furioso, conocía tan bien esa expresión como mi mano derecha.

-Ha sido un accidente, la oscuridad y el armario-mentí para dejar a mi madre fuera de aquella historia.-He escuchado un ruido y al subir he tropezado con la cama y me he golpeado con el armario. No es nada, estoy bien.

-Pensé que serías menos torpe cuando crecieras, veo que sigues siendo igual de patoso-se burló mi madre apartándome el pelo para ver mejor la herida.

-Que graciosa-me quejé.

-No es profundo.-habló.-Patrick hay un botiquín en cuarto de baño, por que no lo bajas y le pones una tirita.

Mi madre volvió a coger las bolsas y se dirigió hacia la cocina con paso lento y bufando por lo bajo.

-Será mejor que suba yo con él.

-¿Seguro?-mi madre me miró desde la cocina con un tono de desaprobación y ladeó la cabeza.

-Bajaremos en unos minutos-insistí antes de levantarme y dirigirme hacia la escalera.

Subí yo primero y Patrick me siguió de cerca hasta que estuvimos dentro del baño. Cerramos la puerta, yo me senté encima de la tapa del inodoro y Patrick cogió el botiquín que se distinguía perfectamente por llevar una cruz roja marcada en el dorsal del acero.

-¿Vas a decirme a mí la verdad?

Le conté todo con calma. Todo menos lo de que al parecer poseía el poder del encantamiento sirenal. Antes de entrar en una nueva crisis de pareja con Patrick, tenía que estar seguro de que probablemente sus sentimientos no fueran reales.

Pequeños TesorosWhere stories live. Discover now