Capítulo 26: La llegada de Dankyun a la Academia Mágica Fellyore

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"¡Ya se ha hecho, mi señor!" Dijo uno de mis comandantes de Rango Emperador.

"¡Bien! Avancemos ahora." Ordené.

"¿Alguna orden especial para nosotros?" Preguntó la asesina el'doraw mientras se me acercaba.

"Sí. Quiero que continúen con la misión de esa patética pieza de carne. Encuentren para mí la ubicación del calabozo y su núcleo. Descubran donde se esconde la Princesa Ayuseya. Averigüen lo que puedan de Loca Destructora Nanya." Ordené de manera calmada mientras entraba en el Territorio del Dungeon.

Mi espada tembló un poco cuando se activó el encantamiento Miedo. Esta causaría que el núcleo del calabozo temblara ante mí y quizá lo forzaría a cometer algunos errores. Si me atacaba, entonces tendría la excusa perfecta para destruir este lugar donde Nanya había encontrado refugio. Por supuesto, siempre puedo instigarla a que me ataque. De cualquier modo, planeaba hacer mi estadía larga y dolorosa para ella hasta que encontrara exactamente dónde se escondía mi mascota.

[Punto de vista de Nanya]

Viendo como Illsy sentía tanto miedo hacia Dankyun me recordó cuan poderosa era la espada que él me robó. Muchos la veían como un verdadero tesoro cuando se trataba de eso, pero para mí, no era más que un recordatorio del sufrimiento por el que pasé gracias a ella. A menudo deseaba simplemente tirarla en el río más cercano, pero era demasiado poderosa para dejar que cayera en las manos de cualquiera.

En aquel entonces, cuando Dankyun me la robó, él me dijo que solamente un tonto pensaría en renunciar a tan poderosa arma. Sólo un loco pensaría en volverse débil en un mundo donde el fuerte regía sobre el débil. Quizá eso era cierto. Era una mujer loca que quería deshacerse de sus colmillos porque eran colmillos que me habían forzado a llevar y no unos que me hubiera ganado con trabajo duro. Para recibirlos, todo lo que tuve que hacer fue nacer, nada más.

¿Qué clase padre crearía y regalaría dicha cosa a su única hija? Un arma hecha sólo para derramar la sangre de indignos... compañeros. Pensé mientras veía hacia Ciudad Therion.

Cuando Dankyun me traicionó, pesé que nunca vería la espada de nuevo. Pensé que finalmente me había deshecho de ella, pero como un bumerang, esa cosa volvía de nuevo hacia mí.

Ahí fuera, el hombre que me traicionó, que mató a mi grupo, me robó, y me dejó a mi muerte en un calabozo se dirigía hacia mi pequeño santuario, en el Imperio Shoraya. Si pudiera haber elegido, habría elegido que esta maldita reunión nunca hubiera pasado. Luchaba contra dos pensamientos: recuperar mi espada y matar a Dankyun. No deseaba lo primero, pero anhelaba lo segundo.

Si fuera la vieja yo, a la cual él dejó a morir en un calabozo, ni siquiera me hubiera preocupado por este dilema. Hubiera saltado fuera del agarre de Illsy y hubiera corrido hacia él rugiendo como una maníaca. Hubiera dado mi todo por matarlo sin preocuparme de quien sería herido en el proceso... La vieja Nanya murió en ese calabozo.

Cerrando mis ojos, recordé el momento... Estaba obscuro, era frío, y sangraba mucho. Mis amigos estaban muertos, y uno de los monstruos se estaba dando un festín con las entrañas de Zero. El hedor me revolvía el estómago, y sabía que sería la siguiente. No podía moverme de ese lugar, donde estaba atrapada. Segundo tras segundo, minuto tras minuto, el tiempo pasó y lentamente me llevaba hacia mi final. Mi mente se negaba a la esperanza de una salida, se negaba a la posibilidad de escapar... Sólo esperaba... esperaba a ser asesinada.

Fue entonces cuando él llegó y me rescató, un joven mago con una brillante sonrisa, el que era llamado Tuberculus. Él mató al monstruo, bueno... muy apenas. Después de liberarme, me dio una poción sanadora y me sacó. Yo era un desastre total, pero si no fuera por él, no hubiera sobrevivido. Por supuesto, tan joven como era, él estuvo intentando llegar a mi corazón por un tiempo hasta que se dio cuenta de que no deseaba ser amada o amar a alguien. La última vez que lo intenté, terminé traicionada, robada, y casi muerta. El amor era sólo una herramienta que gente sin vergüenza usaba para explotar a otros, y yo era otra desafortunada tonta.

Reencarné como una Academia MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora