5. Jugando con Fuego

1.9K 116 3
                                    



Tenía novio...Valeria tenía novio, vaya suerte la mía. Aquel San Valentín lo pasé con vaya-a-saber-Dios-quien, en un hotel, no porque Val arruinara mi día arruinaría mi noche... ¿A quién engaño? La única maldita razón por la que acepté irme con la chica de la cual no recuerdo ni el rostro fue por los tragos demás en mi cabeza y porque a donde quiera que mirase la veía a ella. Quise culpar al alcohol que festejaba en mi sangre por tan absurdas alucinaciones, me aterraba aceptar que había calado en mí con tanta intensidad.

Dos semanas pasaron después de la noche de rosas azules y chocolates. Ella iba y venía dándose a extrañar durante días completos y sacando sonrisas con su llegada, creando misterio a su alrededor con citas de la nada que la ausentaba de almorzar con los chicos o asistir a los partidos poco profesionales que de cuando en vez armábamos entre semana.

— ¿Qué tal te llevas con el novio de Valeria? —pregunté en voz baja a Erik mientras el profesor escribía la tarea de matemáticas en el pizarrón.

— ¿Cuál novio? —preguntó sin mirarme, muy concentrado en el boceto de su próximo tatuaje.

—El novio que me presentó hace dos semanas

—Valeria no tiene ningún novio, Harold.

—Pero...

— ¿Cross, Godaff? —giró el profesor en nuestra dirección— ¿Les aburre mi clase?

—Para nada señor Gillygan. —ambos respondimos y no tuve más remedio que esperar hasta la última hora para poder interrogar a Erik, no podía bombardearlo con preguntas en el almuerzo por miedo a que ella estuviese allí, pero no. Aquella tarde también se ausentó.

—Pescó un resfriado ayer —la excusó Erik acomodándose en la silla junto a mí.

—Es diferente cuando no está —se lamentó Andrew. mientras esperábamos que trajeran la cuenta.

—Sobrevivimos a la secundaria sin ella, ¿no? Por un día que falte no moriremos —espeté sin pensarlo. Estaba enojado con ella por mentirme y enojado conmigo por estar enojado. Valeria es sólo un juego, un juego que decidí ganar después de lo que me hizo dos semanas atrás, no quedaba lugar al enojo porque luego de darme esperanzas de amistad y camaradería se aísle de la noche a la mañana, no debe dolerme ver su asiento vacío ni echar de menos la rara comida vegetariana que solo ella es capaz de comer. Pero lo estaba..., me enojaba como un demonio el control que ejercía sobre mis emociones sin consentimiento alguno.

Salí del local jugando con las llaves e impaciencia mientras esperaba que Andrew se dignara a salir, su carro se averió tres días atrás y desde entonces yo en convertí en su chofer personal hasta que lo regresaran del taller. No era el top ten en mis actividades predilectas, pero servía de consuelo para mis pensamientos que, en poco tiempo, sin razones suficientes, se empecinaba en pensar en una sola persona.

—Y... ¿Qué tal va tu apuesta? —soltó Andrew de la nada abrochándose el cinturón. Mi corazón se detuvo por milésimas de segundos y no hice nada más que aferrar las manos abruptamente al volante. Culpa. ¿Recuerdan el rol de cada persona en un grupo de amigos que les había mencionado? Andrew, aunque no fuera el mayor, era el más maduro, el más centrado, siempre se enteraba de las cosas y rendirle cuentas era como estar frente a un tribunal acusado de cometer un asesinato.

—N-no se dé qu-que... ha-hablas —las palabras se atropellaban en mi boca y estaba completamente seguro del tono rojo gracioso en mi rostro.

—Y te has puesto nervioso porque sí.

— ¿Cómo lo supiste?

—Josh me contó.

—Lo mataré.

Efímera |Disponible en Amazon|Where stories live. Discover now