4. Flores y chocolates

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Un mes pasó desde aquella noche, un mes completo que eché a la basura ¿Lo peor? En dos días sería San Valentín ¿Aún peor? ¡Valeria no celebraba San Valentín! No evitaba preguntarme en qué momento terminé atrapado en esta comedia romántica cuyo romance parecía no tener intenciones de manifestarse.

¿Les mencioné que mi querida artista llevaba una semana desaparecida? Como si la tierra la hubiese tragado, no dio señales de vida. Lo más inquietante eran las respuestas evasivas de Erik cada que alguien le preguntaba por ella.

El viernes, luego de una semana que gritaba silencios incómodos en todas las direcciones y como cada inicio de fin de semana que alcanzábamos en una sola pieza, teníamos partido de fútbol, no les quedaba más opción que dar la cara. Tomé las zapatillas, el balón y salí escaleras abajo luego de durar más de media hora buscando las llaves del auto. Con un poco de la suerte que tenía esperaba saber dónde diablos había estado metida Valeria las últimas dos semanas.

Con seguridad han escuchado lo impredecible que resulta el clima londinense por lo que resulta completamente normal salir de casa bajo el más bello de los días y llegar a la cancha con miedo de que el auto termine inundado.

— ¿Cómo están señoritas? —lancé el balón hacia Peter procurando no resbalar en el césped mojado.

—Por fin te dignas en llegar.

—Lo siento —dije encogiéndome de hombros—, no creí que morirías de ganas por jugar en estas condiciones. ¿Dónde está Erik?

—De camino —intervino Andrew acercándose a la mitad del campo.

—Debe estar con Valeria —comentó Peter quitándole balón a Adler para practicar algunos trucos con la cabeza.

— ¿Ya le encontró? —pregunté.

— ¿Quién dijo que estaba perdida? —volteé a ver a Andrew desconcertado. La brisa aumentaba obligándonos a escondernos bajo nuestros abrigos.

—Pues..., hace unos días que no la veo y Erik no ha estado muy feliz que digamos.

—Es que —decía Peter entre jadeos—, han tenido... diferencia de ideas.

— ¿Qué sucede? —pregunté a Adler y Andrew, no esperaba obtener alguna respuesta coherente por parte de Peter mientras tuviese sus manos en el balón.

—Pasa —gritó Erik llegando a nuestras espaldas—, que la desubicada de Valeria ha comenzado a tener sus alocadas ideas. Le divierte alborotar a los demás de un lado al otro del globo. Mejor vamos a jugar de una buena vez.

—¿Con este clima? —reprochó Adler

—Peter lo está haciendo bien.

—¡Claro! Despreocúpense del enano —se quejó aminorando, a su manera, no el clima que tomó el control del día, pero si el humor de todos.

Un día para San Valentín y por primera vez desde que puedo recordar no tenía cita, todo por Valeria y su increíble e innata habilidad para desequilibrar mi estado mental. Sin embargo, tenía un plan, definitivamente tenía un plan: ella, yo, flores y una larga noche, no podría decir que no a eso porque.... ¿No puede, cierto? Días como estos es imposible caminar sin toparte con algo rojo, corazones, chocolates... "el amor está en el aire". Funcionará, claro que sí.

Según lo poco que Erik me contó, Valeria quería abandonar Lenguas Modernas e intentarlo con artes, olvidar la universidad e irse a vivir no-sé-a-dónde y pintar por el resto de su vida ¿El problema? su familia en Italia no pensaba igual que ella. Erik trataba de retrasar su plan un poco más convenciéndola de intentar con el equivalente más cercano: diseño gráfico, pero "la terca no entraba en razón" según palabras suyas; nunca antes lo había visto tan irritado por algo, sabía bien que consideraba a Valeria como una hermana menor pero, desde donde lo observaba, se preocupaba en demasía, recuerdo haberlo comentado en la mañana de camino a clases y solo respondió que hace lo que debe hacer, la conocía desde ya mucho y sabía a la perfección que si no adoptaba el plan de hermano mayor y la presionaba de cuando en vez, a su mejor amiga le daría lo mismo tomar un vuelo de regreso y pasar el resto de su vida pintando turistas en las afueras de los museos.

A mediodía Valeria apareció frente a mí con un nuevo tatuaje haciendo debut en su antebrazo y la más brillante de las sonrisas.

— ¿Ya decidieron qué vamos a almorzar? —aterrizó con los ánimos por el cielo aferrando los brazos al torso de Erik.

—Comenzaba a extrañarte —dijo Peter depositando un sonoro beso en la mejilla de la pequeña.

—Me doy a echar de menos, lo sé —cambió el torso de Godaff por el de Peter. Él besó la punta de su cabeza y la estrechó con fuerza entre sus brazos. Todos la querían como una pequeña hermana ¿por qué no podía yo quererla de la misma forma?

Una hora es lo único que nos brindan los jueves para almorzar, una hora para decir tonterías y atragantarnos en el primer puesto de comida a la vista o así era un año atrás, el primer día de clases ni las dos horas extendidas de los martes daban para encontrar un restaurante donde sirvieran comida vegetariana que Valeria sintiera la confianza de comer, nosotros no teníamos la más mínima idea y ella aún no conocía muy bien el lugar, fue luego de que Adler y Andrew sufrieran lo que ellos llamaban "desesperación traumática post-almuerzo" e indagaran desesperados en uno de los restaurantes tres cuadras lejos del campus, resultó que en todos servían comida vegetariana ¡tienen todo un menú! Por supuesto que lo tenían, Valeria no era la única vegetariana en la ciudad, pero si la única lo ridículamente exigente como llevarnos de un lado a otro revisando cada menú habido y por haber.

— ¡Me encanta! —exclamó Andrew admirando el tatuaje que hacía debut en ella mientras esperábamos nuestras órdenes, iba justo más arriba del codo dibujado el símbolo de infinito y la frase "we are infinite" que obtuvo dos noches atrás luego de hacer las paces con Erik que bien hace de hermano sobreprotector, pero es el primero en tomar las llaves del auto para llevar a su "pequeña hermanita" a un antro hacerse su primer tatuaje. Irónico. No es que pudiese protestar en contra pues, aunque me disgustara ver tu tersa piel marcada con alguna absurda frase de moda, no hay uno solo de nosotros que no tenga algún tatuaje oculto, además, lucía sexy en ella, pero a la vez no...de alguna forma sentía que al dejar la tinta en su piel manchaba el santuario que era, eso o los celos de que la frase haga tributo a alguien más y no a mí.

14 de febrero, día de San Valentín. 9:00 a.m.

Ubiqué las llaves del auto, miré mi aspecto por quinta vez seguida y me aseguré de tener la caja de bombones y las rosas azules, sus favoritas. El día anterior recorrí las calles por más de cuatro horas buscando rosas azules, solo por ella, conseguí su marca favorita de chocolates gracias a Emma y un hermoso lugar no muy lejos ni muy cerca de las afueras de la ciudad con una mesa para dos reservada en el mejor restaurante de todo Londres. Sería perfecto..., debía serlo. Pasaría todo el día junto a ella, le daría una rosa y en la noche al recogerla le entregaría el ramo completo. Pero claro, no contaba con verla besando a vaya-a-saber-Dios-quien justamente en los muros que dan a los escalones de la puerta central de la universidad. Quise dar media vuelta y regresar por donde llegué, quise ir a casa y quemar las malditas rosas exageradamente difíciles de conseguir, así como también quise seguir adelante y romperle la cara al desgraciado.

— ¿Tan temprano comienzas a celebrar San Valentín, Valeria? —los interrumpí con la mejor de mis sonrisas.

— ¡Harry! —pasó su atención de los labios de su nuevo amigo hacia mi—. Este año Valentín se adelantó.

—Trata de que no te deje sin rostro antes de mediodía. El chico a su lado le susurró algo cerca del oído que no pude escuchar, dio un corto beso en sus mejillas seguido de forzado saludo hacia mí y nos abandonó en medio de la algarabía de la mañana.

—Él es Dylan...

—¿Dylan es...?

—Mi novio.

"No, no, no, no, no, no. ¡Maldición Valeria no!" gritó mi mente mientras mis labios fingían sonreír y la mano tras mi espalda estrujaba la maldita rosa que me empeñé en buscar solo para ella.

14 febrero... Un día de san Valentín que jamás olvidaré.

Efímera |Disponible en Amazon|Where stories live. Discover now