3. Que empiece el juego

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El rastro de nieve era ya indivisible y aunque faltaba poco para primavera el frío insistía en quedarse. Las clases iniciaron y la vida universitaria oficialmente comenzó una semana atrás. Tal vez no se pregunten qué pasó con mi querida e impredecible Valeria, no importa de todos modos les contaré: nuestra relación —si es que existía algo como tal— mejoró bastante, una semana después de año nuevo consiguió que le retiraran el vendaje, no estaba del todo curada pero las vendas le estorbaban para escribir y según ella "era más llevadero el dolor de la quemadura a no poder sujetar con firmeza su lápiz". Le pregunté qué es lo que tanto escribía en ese viejo cuaderno y resultó que todo este tiempo dibujaba; Valeria nunca podía recordar sus sueños de la noche anterior por mucho tiempo por lo que todas las mañanas iba por una taza de café para despejarse la mente y dibujaba lo que había soñado antes de que desapareciera para siempre de su memoria.

Entre clase y clase resultaba cada vez más difícil verla, por lo que tal como ella madrugaba para tomar algo de café y unos minutos para dibujar antes de clases, yo conducía tan temprano como era posible con la excusa de llegar a tiempo. Mientras me detenía treinta pasos antes del Café, hacía calmar mi respiración y entraba sin inmutarme de nada alrededor. Y sí, estaba al corriente que no podría seguir a ese ritmo por mucho tiempo. Era cuestión de tiempo para que deje la casa y me mude más cerca de la universidad. Los demás se moverían al centro dentro de poco, pero yo pretendía disfrutar a mi nueva sobrina un poco más. Al ser el más pequeño fui el último niño que corrió en el jardín y consiguió estancar la cabeza en las escaleras, jamás tuve un hermano menor por el cual velar, debía conformarme con celar a Emma como uno de esos cachorros de bolso; de no ser por los chicos con seguridad no hubiese alcanzado la cordura. Ahora se me daba la oportunidad sostener en mis brazos lo más cercano a una hermana menor. Emma planeaba mudarse una vez más luego del parto, era mi deber enseñarle a robar dulces de la despensa y el maravilloso mundo de los videojuegos antes que fuese demasiado tarde.

— ¿Sabes de qué parte de Italia es Val? —preguntó, un compañero de clases, Marcus, de la nada mientras esperaba que el profesor O'Conell decidiera que era imperante asistir a clases.

— Es de Italia —respondí con prisa y desgano al notar que el Sr. O'Conell había llegado con la más intimidante de las caras jamás vista en un ser humano.

—Ah, Valeria...—escuchar su nombre en boca de otro con tan condescendiente tono regresó mis sentidos y elevó la guardia.

—¿La conoces? —inquirí en un susurro procurando no llamar la atención.

—Sí, tenemos Historia del Arte I juntos. Es muy simpática.

—Y comprometida —dije sin pensarlo. Últimamente se me daba bastante bien hablar sin pensar, más cuando se trataba de Val.

—No sabía que Valeria tenía novio.

—Ya sabes... No es de las que hablan mucho sobre su vida privada.

Efímera |Disponible en Amazon|Where stories live. Discover now