Cap. 18: "Ni lo intentes"

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Nada tenía sentido. No podía explicar cómo había terminado sentada en una sala de espera, llorando, temiendo por la muerte de un ser querido. Porque eso era aquel mayordomo para mí. Lo quería, costaba admitirlo, pero lo quería.

Si Rodolfus no existiera más... no, no podía imaginarlo. Parecía ridículo que estuviera tan mal por "un empleado", pero él era como un segundo padre para mí.

Lo esperaba en mi habitación todos y cada uno de mis malditos días, él aguantaba todos mis malhumores, mis antojos y mis rabietas. Y yo sabía que no era sólo por el dinero, él me apreciaba, porque yo era la hija que nunca tuvo. Siempre estuvo ahí.

Sólo deseaba poder haberle dicho que lo quería, solamente eso. Porque jamás me podría perdonar el hecho de nunca haberle demostrado mi afecto, mientras que él lo había hecho un millón de veces.

Encontraría al que lo hizo, no dejaría que nada quedara impune.

5 horas antes:

Todo sucedió demasiado rápido. Mi teléfono, que anteriormente era sostenido por mi mano, resbaló. Cayendo y rebotando en el suelo como en cámara lenta. Apenas hizo un mínimo ruido, pero en medio de aquel silencio mortal, lo sentí como un terrible estruendo.

Dean, Nick, Kendall, mis padres, Charlotte, el Sr. Nichols y todos aquellos problemas, se veían insignificantes al lado de aquello que estaba contemplando.

Estaba tan en shock, observando el cuerpo inerte de Rodolfus que no había notado a los cuatro sujetos corriendo por mi casa, rebuscando y destrozándolo todo.

¿Qué significaba todo aquello? ¿Que tenía que ver lo que querían con arrebatarme a una de las pocas personas que quería?

Por instinto, recogí mi teléfono del suelo con la intención de llamar a la policía, pero en cuestión de segundos, unas fuertes manos me tomaron por detrás, arrojaron nuevamente mi móvil al suelo y me taparon la boca.

- Ni lo intentes - dijo una voz gruesa.

El corazón se me paró en seco. Podía sentir mi presión arterial acelerándose acompasada con mis pulmones que se cerraban impidiéndome respirar normalmente.

Presa del pánico, intenté en vano zafarme. Otro hombre lo ayudó a amañatarme violentamente las manos a una silla. Quería gritar, pero simplemente no podía y mi instinto de supervivencia me advertía que esa idea no era la conveniente.

Los hombres tenían los rostros cubiertos con pasamontañas, dejando al descubierto únicamente sus ojos. La mirada amenazante, profunda y eternamente oscura de el que parecía ser el líder, no se me pasó por alto.

Se me acercó lentamente y extrajo de el bolsillo su pantalón una navaja. La abrió y la pasó suavemente a centímetros de mi cuello mientras que una gota gruesa de sudor caía por mi frente. La tela con la que me habían amañatado, estaba tan tirante y fuerte que me cortaba la circulación y me lastimaba las muñecas.

- Aquí la tenemos. Dakota, miembro de la millonaria familia Blair. ¿Cómo estás, princesa? - rió sin una pizca de gracia. - Iré directo al grano. Sé que tu papi tiene mucho dinero, y sé que esconde gran parte de él aquí porque no se fía de los bancos.

- ¿Y quién te ha dicho eso?

- Aquí el que interroga soy yo. No te interesa. Si aprecias tu vida y quieres salir de aquí sana y salva, debes simplemente decirnos dónde está escondida la bóveda y su combinación, solamente eso.

- ¿Y si no, qué? - le espeté con más valentía de la que creía tener.

- O si no vas a tener que despedirte de tu mayordomo, al cual tengo entendido que le tienes mucho afecto.

Uno de los hombres apuntó su arma a la cabeza de Rodolfus.

- Pensé que estaba muerto ya - dije con un nudo en la garganta pero con cierto alivio.

- Ese es el problema, has pensado - algunos de los sujetos rieron burlonamente - Sigue vivo aunque desmayado, pero no por mucho si no nos dices lo que queremos. También te tendrás que despedir de tu mucama - Otro hombre salió con ella de la cocina mientras amenazaba con disparale en el cráneo con un revólver. - Y, tampoco nos cuesta nada matarte a tí - puntualizó.

De repente recordé que en esa misma silla antigua en la que me habían atado, había un clavo algo salido, justo debajo del asiento. Agradecí a Dios por aquel pequeño golpe de suerte.

Disimuladamente lo busqué palpando con mis dedos la madera. Finalmente que lo encontré, comencé a intentar romper la tela que mantenía mis manos atadas. El clavo apenas sobresalía, así que era una tarea bastante dificultosa, pero mi vida, la de Rodolfus y la de Mary dependían posiblemente de qué escapara de allí.

- No conozco tal bóveda - mentí intentando hacer tiempo.

- Vamos... - rió sarcásticamente.

- ¿Qué te hace pensar que sé algo? - dije con voz temblorosa.

- Eres su única heredera... no tengo más pruebas, pero tiene sentido.

- ¿Estás diciendo que me matarías y los matarías por no revelarte la ubicación de una bóveda, cuando ni siquiera tienes la garantía de que sé algo? - pregunté mientras seguía empeñada en romper mis ataduras.

- ¿Qué podría perder? El tiempo corre. Cuánto más pase el tiempo, menos posiblidades tiene tu mayordomo de sobrevivir. Sé buena chica, dime dónde está el dinero. ¿De verdad estás arriesgando una vida por un poco de el dinero de tu padre? ¿Te lo podrías perdonar? - dijo jugando con mis pensamientos. No le iba a revelar nada.

- Te juro que mi padre te encontrará, hará que toda la policía de California y si es necesario toda la de los malditos Estados Unidos te busque - lo amenacé.

- ¿No tienes idea de quiénes somos, verdad? Somos una de las organizaciones mafiosas más grandes de California. La policía no nos encontrará porque nosotros somos la policía. Tenemos mucha gente infiltrada y...

- No me interesa - lo interrumpí. - Mi padre te encontrará de todas formas y hará que pagues - sentía la tela romperse cada vez más.

- Me estás agotando la paciencia y eso no es bueno para ti. ¡Dime dónde está la maldita bóveda!

- No te diré nada, porque no se nada - volví a mentir.

Entonces, se acercó a mí casi al máximo, mi nariz prácticamente tocaba la suya. Tiró fuertemente de mi cabello mientras la furia y el miedo corría por mis venas. Me rehusé a mirarlo y giró mi cabeza violentamente obligándome a tener contacto visual con él.

- ¡TE PREGUNTÉ DÓNDE ESTÁ EL DINERO! ¡LE VOLARÉ AHORA MISMO LOS SESOS A EL MAYORDOMO SI NO ABRES LA MALDITA BOCA!

En ese mismo instante, sentí la tela rajarse del todo dejando libres a mis manos. Entonces se me ocurrió la idea más descabellada que jamás había pasado por mi mente: Le escupí en el rostro, pateé con todas mis fuerzas su entrepierna, y sabiendo que no llegaría demasiado lejos, eché a correr.

Hola! Muchas gracias por leer! Si, últimamente estoy subiendo una vez por mes. Les pido mil disculpas. Les agradecería que voten y comenten! No saben todo lo que aprecio los comentarios, siempre los respondo, gracias nuevamente ❤


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