Cap. 14: "Será hora de que te vayas acostumbrando"

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Entré a clase de matemáticas con la insignificante esperanza de ver a Dean allí sentado, recibiéndome con una sonrisa. Obviamente eso no fue lo que sucedió, y en el fondo sabía muy bien que no sería así. Probablemente no lo vería en el resto del día.

Una rabia inmensa nubló mi mente al recordar la escena de hace un cuarto de hora. No podía creer que Nick después de todo, haya dicho que estaba cansado de arrastrarse por mí. Era lo mínimo que podía hacer, y la verdad me hacía sentir un poco bien verlo tan necesitado por mí. Aunque también me molestaba que sea tan cargoso. ¿Quién me entendía?

¿Cuándo iba a terminar todo esto? ¿Cuándo todo iba a volver a la normalidad? Y es que no lo sabía, mi mente no imaginaba que todo pudiera volver a ser como antes, porque estaba él.

¿Cómo iba a ser posible que yo siguiera viviendo normalmente si él existía? Claro, siempre lo hizo, el siempre estuvo ahí. Pero tal vez, era que no estaba viviendo de verdad.

Ahora lo entendía. ¿Para qué vale la pena vivir si no amas? Ahora todas las canciones y poemas de amor cobraban sentido. Ahora aquellas mariposas en el estómago de las que todos hablaban, significaban algo.

Me sentía completamente ridícula pensando todas esas cosas. Si mi yo del pasado me escuchara, me golpearía en la cara y vomitaría algodón de azúcar sobre mí...

- ... ¿Cuánto es entonces la solución de x? - preguntó el profesor mirándome, al igual que toda la clase. - ¿Estaba prestando atención, Srta. Blair?

- ¿Qué?... - pregunté confundida - Yo... lo siento.

El profesor me miró mal y luego se lo preguntó a Kendall.

- La solución de x es -13, profesor Klein - dijo la perra con cara de sabelotodo.

- ¡Perfecto, Srta. Baker! - la apremió el profesor, y ella, cuando él no estaba viendo, se dio la vuelta y me lanzó una guiñada, adornada con una sonrisa maliciosa. Yo sólo hice de cuenta que no la había visto.

Cada diez minutos miraba mi teléfono, comprobando que no había ninguna llamada perdida ni un mensaje de parte de Dean. Le había dado mi número la noche en la que bailamos en esa maldita fiesta.

Me pasé el día asistiendo a clase como si fuera alguna especie de robot, todo lo hacía automáticamente, como si no lo estuviera pensando. Probablemente Dean monopolizaba mi mente.

Nunca solía ser yo la que llamaba, y menos a un chico, así que decidí no hacerlo para no parecer una desesperada.

Sabía lo que tenía que hacer, era natural. Caminaba elegantemente, era arrogante y miraba por encima del hombro a quién se me cruzara, sin pensarlo.

Para todos seguía siendo la misma, pero yo sabía que no era así. Lo podía notar cuando estaba con él, no era yo misma. O tal vez, justamente, sí lo era. Quizá estaba demasiado acostumbrada a ser quién no era a tal punto de creerme yo misma mi papel de diva.

Cuando salí de B.H.H.S, me dirigí a la limusina con Christopher. Él me esperaba al lado del vehículo y cuando llegué, me abrió la puerta.

En el trayecto decidí llamar a Dean, ya no me importaba parecer necesitada, porque la verdad era que sí lo estaba.

Necesitaba escuchar su voz, necesitaba que me regalara su tiempo, necesitaba saber que estaba bien.

Lo busqué entre mis contactos, y luego de el tercer tono, su melódica y grave voz se escuchó al otro lado de la línea.

- ¿Dakota? - preguntó.

- ¿Pues quién más? - le contesté riendo.

- Hola, ¿Cómo estás? - no supe descifrar su tono, tal vez lo decía sarcásticamente por no haberlo saludado.

DAKOTA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora