Capítulo 3

69 8 2
                                    



Con un fuerte golpe fui a caer al suelo, dejándome cubierta de polvo y tosiendo sin control. Sentía a mujeres llorar y gritar. Miré a mí alrededor y pude ver a un montón de mujeres en mis mismas condiciones abrazándose entre ellas, llorando o gritando.

Eran mujeres inglesas, que se encontraban igual que yo, sucias, despeinadas y desesperadas.

Habíamos sido trasladas cerca del muelle, donde se podían ver anclados tres grandes barcos, que probablemente pertenecían a los revolucionarios.

Estábamos siendo custodiadas por al menos veinte hombres, todos robustos y de aspecto asqueroso. Una joven que conocía, Charlotte, que apenas tenía dieciséis años lloraba desesperadamente mientras era consolada por Scarlett. Al parecer mi prima había sufrido la misma suerte que yo. Me acerqué a ellas con la intención de ayudarlas. La estúpida discusión que habíamos tenido se disolvía en nada dada nuestra nueva situación.

Cuando mi prima me vio sus ojos se llenaron de lágrimas y me abrazo con fuerza.

-¡Oh Anastasia!-

Sollozó con fuerza abrazada a mí, y yo también tenía muchas ganas de llorar, pero debía ser fuerte.

-N-no te preocupes- intenté calmar a Scarlett con mi voz más determinada posible- Federico de seguro nos rescatará, es cuestión de tiempo- termine la oración con un nudo en la garganta. No sabía si era verdad.

-Charlotte vamos- continué- todo estará bien.

Charlotte era una joven menuda y de piel pálida. Tenía cabello ondulado castaño y poseía una gran belleza. De seguro apenas cumpliera un par de años más, los hombres pelearían por pedir su mano.

Observé a los hombres y pude notar algunas cosas.

A un hombre pequeño, pero que se veía igual de fiero que los demás le decían "el piojo", y después de observarle detenidamente su cabello unos momentos pude notar por qué. Había otro extremadamente alto y muy delgado que le llamaban "manos largas", supongo porque debe ser un ladrón o algo así. Pero el más fiero y salvaje de todos era un hombre inmenso y calvo que le decían "doce corazones", al parecer por que en su pecho tenía tatuado exactamente doce corazones, se podía ver claramente, ya que el hombre no utilizaba camisa y dejaba al descubierto un cuerpo grande y velludo.

Charlotte se había calmado, pero aun suspiraba pesadamente. Pero a nuestro alrededor habían muchas mujeres que aún lloraban con miedo en sus corazones. Una de ellas hacía bastante ruido hasta que el hombre calvo se acercó bruscamente a ella y gritó:

-¡Cállate maldita zorra o te violo!-

El silencio no se hizo esperar. Causando miedo a todas las allí presente. Aquel hombre se veía como alguien capaz de hacer una atrocidad así.

Ese hombre me repelía completamente. Alguien capaz de hacer una amenaza así debía de estar enfermo.

El día estaba avanzando y todas continuábamos aprisionadas, en un terreno árido y lleno de polvo. Las mujeres tosían y clamaban por algo de agua, mientras que yo me había sentado en el suelo, sin importarme las vestiduras.

Habían pasado aproximadamente unas ocho horas desde que habíamos sido raptadas y no teníamos ni un tipo de información. No sabíamos si nos vendrían a rescatar, no sabíamos que intenciones tenían estos salvajes con nosotros y nos sabíamos si nos iban a abastecer que era una de las mayores preocupaciones, ya que el sol pegaba fuerte sobre nuestras cabezas.

Sentía como mis labios estaban reseco y la herida de mi brazo derecho ardía. Las demás prisioneras no tenían ni siquiera energías para lamentarse, lo único que hacían era preguntar un par de cosas a los hombres que nos custodiaban para luego ser ignoradas o amenazadas.

La revolución de los inexistentesWhere stories live. Discover now