Sala 7

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Cuando pase por la puerta esta se cerró detrás de mí, y me di cuenta de dónde estaba. Estaba afuera. No afuera como la sala 5, realmente estaba afuera. Quería llorar. Caí de rodillas. Por fin estaba afuera de ese infierno. Ya ni siquiera me importaba el premio. Me di la vuelta y vi que la puerta por la que había pasado era la entrada. Me dirigí a mi auto y regresé a casa.

Cuando llegue a mi casa empecé a sentirme mejor. La alegría de salir de "La Casa Sin Fin"  se había desvanecido, y el terror estaba acumulándose en mi estómago. Pensé que era simplemente algo residual y caminé hasta la puerta principal. Entre y me fui directo a mi habitación. En mi cama estaba mi gato "Fairy". Él era la primer cosa viva que había visto en toda la noche, así que me acerqué para acariciarlo. El arañó mi mano. Retrocedí desconcertado, ya que nunca había actuado así. Pensé:

-(Bueno es un gato viejo).

Me metí a la ducha y me prepare para lo que iba hacer una noche de insomnio.

Luego de bañarme, me fui a la cocina para prepararme algo de comer. Baje las escaleras y fui hacia la sala de estar, lo que vi quedará por siempre grabado en mi mente. Mis padres estaban en el suelo, desnudos y cubiertos de sangre. Estaban tan mutilados que era difícil reconocerlos. Sus miembros habían sido removidos puestos junto a sus cuerpos y sus cabezas habían sido puesta sobre sus pechos mirándome. La peor parte era su expresión. Estaban sonriendo, como si se alegraran de verme. Vomité y empecé a llorar. No sabía que había sucedido, ellos ni siquiera vivían conmigo en ese momento. Estaba deshecho. Luego lo vi. Una puerta que jamás había estado ahí. Una puerta con un gran número 8 pintado con sangre.

Seguía en la casa. Estaba parado en mi sala, pero estaba en la sala 7. Las caras de mis padres sonrieron macabra mente cuando me di cuenta. Ellos no eran mis padres, no podrían serlo. Pero se veían exactamente como ellos. La puerta con el número 8 estaba al otro lado de la sala, tras los cuerpos mutilados enfrente mío. Sabía que tenía que seguir, pero en ese momento me rendí. Las caras sonrientes se grababan en mi memoria y me rasgaban la mente, me mantenían en donde estaba. Vomite de nuevo y casi me desmayo. Luego el zumbido regreso. Era más alto que nunca, llenaba la casa y hacía temblar las paredes. El zumbido me ordenaba avanzar. Empecé a caminar lentamente, yendo cada vez más cerca a la puerta y los cuerpos. Apenas podía pararme, hablar, caminar, mientras más me acercaba a mis padres sentía ganas de suicidarme. Las paredes estaban temblando tan fuertes ahora que pensé que se iban a caer, pero aún así las caras me sonreían. Mientras me acercaba a la puerta, sus ojos me seguían. Ahora estaba en los cuerpos, a unos cuantos pasos de la puerta. Las manos desmembradas empezaron acercarse a mí, mientras las caras seguían viéndome. Un nuevo terror se apoderó de mí y camine más rápido. No quería escucharlos hablar. No quería que las voces de esas criaturas fueran las de mis padres. Empezaron a abrir la boca y las manos estaban a centímetros de mis pies. En un ataque de desesperación, corrí hacia la puerta, la abrí y la cerré de golpe detrás de mí.

Sala 8....

La Casa Sin FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora