Capítulo 1

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         Terminamos de empacar y nos dirigimos a la casa de Robert Mackenzie –el nuevo novio de mi madre – me siento completamente en desacuerdo, yo tenía planeadas mis vacaciones de verano con mis amigas y ese guapo chico de pelo alto que trabajaba como salvavidas en la piscina era demasiado guapo, pero mi madre estaba tan ilusionada y emocionada con que lo conozca, que casi llora cuando me pidió que fuéramos a pasar las vacaciones con él.

     Hasta ahora, llevábamos cinco horas en el auto y estoy desesperada por llegar. Al parecer es una casa en cerca del lago, y lejos del pueblo, así que la idea de mi madre es que me aburra. Eso creo yo.

         Mi madre bromeó varías veces diciendo: “Llegamos” yo saltaba de mi asiento para ver por la ventana y luego ella reía.  No era gracioso pero al menos logro mantenerme despierta hasta que el letrero que decía: "Casa Mackenzie" comenzó a divisarse junto a un camino de pavimento que llevaba dentro del bosque, hermoso, por cierto.

         Me sentía cansada ya quería llegar, no por estar emocionada y querer conocer la casa sino para no tener que estar más tiempo en el auto, escuchando, la música de mi mamá y como canta, además de que podía sentir mi trasero adormecido.

     Dio vuelta y se adentro un poco en el bosque, por el camino de pavimento. Una vez ahí note como había una fuente frente a la casa. Al parecer tenía dinero, no es lo más importante, pero un punto a su favor; ¿intentaría comprarme con regalos? La verdad, no me molestaría si lo hiciera.

     Mi madre toco la bocina tres veces –provocando que dejara de mirar la casa y la mirada como si ella estuviera loca – antes de desabrochar su cinto a toda velocidad y bajar del auto rápidamente para abrazar a Robert, como si no se hubieran visto en años, en cambio yo baje completamente sin prisa y perezosa, tratando de estirar mis piernas tan sólo un poco.

     Puse los ojos en blanco cuando él me llamo, quise poner buena cara para acercarme. Demasiado hipócrita de mi parte.

     —Woo, ¿Tu eres Elie?— pregunto con una sonrisa algo tonta.

     —Claro—puse una sonrisa un poco fingida mientras daba un paso atrás.

         —Me alegra que estés aquí…— sonrió, de nuevo, luciendo como entupido y marcando las facciones de su rostro.

     —Voy por mis maletas— dije y antes de darme la vuelta me detuvo.

     —No, tranquila, deja de Frank haga eso. ¡Frank!— grito. Un hombre de unos cuarenta años salio de la casa y comenzó a bajar las maletas.

     Camine detrás de ellos que iban abrazados hacia la casa, mi madre pasaba su brazo por la cintura de él, mientras él tenia su brazo en los hombros de mi madre. Se veían como si estuvieran ¿enamorados? No. Mi padre murió hace dos años, ella no podría haberse recuperado tan rápidamente, yo aún no soportaba la idea de que papá ya no estuviera aquí y… ella, ella no estaba enamorada.

     Cuando entre me sorprendí aún más la casa era hermosa, tenia un candelabro de cristal en la entrada, las escaleras para llegar al segundo piso estaban frente a la puerta y era echas de madera oscura, muy lindas. Paredes blancas, y alfombras por todos lados.

     Era elegante y sofisticada.

     Nos dirigimos a la sala que tenia una enorme chimenea.

     — ¿Y que te parece la casa, Elie?— pregunto sentándose junto a mi madre. Mientras yo me sentaba frente a ellos.

     —Debo admitir que es muy hermosa— dije con una sonrisa, esta vez, más sincera. En realidad esta casa si era bastante perfecta, como de cuento de hadas.

     —Sabia que te gustaría cuando tu madre la vio por primera ves también le... — mi madre le dio un codazo y él guardo silencio de inmediato.

     — ¿Ya habías venido antes madre?— pregunte confundía.

     —Sí, Elie. — fulmino con la mirada a Robert por un segundo. Me levante lentamente y mi mamá hizo lo mismo.

     —Iré a desempacar— dije tratando de zafarme del momento incomodo y también no tener que soportar más tiempo ahí, mirándolos todos acaramelados, ¡asqueroso! Esa era la única palabra que me pasaba por la mente en estos momentos.

     Salí de la sala y subí al segundo piso que era igual de elegante que el primero, después de ver en varias puertas sólo quedaban dos al final del pasillo una después de la otra, abrí la primera y adentro era de color azul eléctrico, tenía pósters en la pared de Muse, Linkin Park, Safetysuit, Evanescence y otra música gótica y rockera que no era de mi gusto, una computadora y mas cosas de chicos, sí la ropa interior en el piso junto a la cama, era cien por ciento de chico, ¿Quien más vivía aquí?

     Trate de ignorarlo –por ahora – y proseguí con la segunda puerta, esa era mi habitación, era un tono morado y con los muebles blancos. Mis maletas ya estaban adentro.

     Desempaque y cuando baje note que no había nadie, encontré a Frank en la cocina y dijo que habían ido a pasear un rato. Camine hacia mi habitación pero me dio curiosidad saber más sobre el cuarto junto al mío. Abrí la puerta y entre.

     Era parecida a la mía sólo que con toques masculinos, era espaciosa. Me senté en la cama y tome un foto que estaba sobre el buró, eran Robert y un niño pequeño con una sonrisa y hoyuelos en sus mejillas, tan adorable.

     Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando alguien abrió la puerta bruscamente. Deje la foto en su lugar y me levante con rapidez.

     — ¿Quién eres tu?— me pregunto el chico. De la foto, que ahora estaba parado frente a mí, y más grande, en la foto lucia como de cinco años y ahora era como de mi edad. Rubio, ojos hermosos y claros, un adonis.

    — ¿Quién eres tú?— pregunté con más confusión.

     —Es de mala educación contestar con una pregunta. — por alguna razón lo tome de mala manera, ¿me estaba diciendo mal educada?

     —Me tengo que ir. — al pasar junto a él percibí un olor que me hipnotizo. Me detuve y lo mire.

     — ¿No ibas a ir?— dijo con un tono molesto, haciéndome despertar de la fantasía.

     —Obviamente. — salí azotando la puerta.

     En ese momento escuche risas provenientes de abajo, vi a mi madre llegando con Robert. Lo mire y dije lo primero que se me ocurrió decir.

     — ¿Tienes un hijo?— pregunté confundida, pero un más molesta que eso.

         — ¿No se lo dijiste?— Robert miro a mi madre, mi madre miro a Robert, Robert me miro a mí y luego yo mire a mi madre.

         — Sí, ¿Por qué no me lo dijiste? — dije en el tono confundido de Robert pero agregándole algo de mi acostumbrado sarcasmo.

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