Qué irónico, ¿verdad?

O al menos, eso había dicho Melanie cuando terminé de contarlas toda la historia.

Y creo que, sí, tiene razón.

― Creo que deberíamos irnos. Nos vemos mañana, ¿vale? ― se despide Minha, cuando termino de contarles todo, y ambas se despiden antes de salir de mi cuarto.

Cuando se van, suspiro y me tumbo sobre mi cama. Han pasado tantas cosas en un día, que necesito pararme a pensar por un momento.

Unos minutos más tarde, me levanto, me paso una mano por el cabello, salgo de mi cuarto también y bajo las escaleras en dirección a la sala, que está vacía, ya que mi padre está trabajando.

Me observo en el gran espejo del salón y dejo de caminar por un momento. Yo misma había cambiado también. Me he teñido el pelo de rojo, estoy sacando mejores notas, podría decir incluso que mantenerme alejada de Madison y Aaron me ha vuelto más simpática. Es como si fuera una nueva persona, una nueva Annie. Y pienso en que, cuando vuelva a Canadá, ni mis amigos me reconocerán.

Sonrío para mí misma y me dirijo a la puerta de mi casa para luego salir. Suspirando, camino hacia el buzón y lo abro.

Nada más llegar a Orlando, decidí dejar la carta que me entregó Chris antes de viajar hasta aquí en el buzón, prometiéndome a mí misma que la abriría tras instalarme y, desde entonces, no me acordé de abrirla.

Desde luego, Annie, eres un desastre; nunca cambiarás.

Sonrío para mí misma antes de abrir la tapa del buzón, y alcanzo el sobre que hay dentro de ella, el cual nadie ha tocado en meses.

Por favor, léelo cuando llegues a Orlando.

Suspiro una última vez y saco una carta del pequeño sobre beige.

Observo la hoja y vacilo por unos momentos antes de empezar a leer.

'Annie.

Estoy seguro de que, cuando leas esto, ya habrán pasado meses desde que te la dí porque, te conozco, y sé cómo eres.

Espero poder llegar a tiempo para entregarte esta carta y, si no es así, que por lo menos recuerdes enviarme una carta cuando llegues a Orlando.

De verdad me gustaría estar ahí para tu primer día en tu nuevo instituto, tu graduación, tu primer día en la universidad, o aunque sea sólo para arruinarte la vida. Demonios, ni siquiera te has ido todavía y ya te echo de menos.

No me juzgues, sé que debes estar cansada de todas mis frases de película pero, realmente necesitaba decirte esto.

No sé si lo recuerdas, pero la primera vez que te vi, era tu primer año de instituto. Tú eras tan hermosa, tan adorable, tan... perfecta a tu manera, y yo era tan tímido, nervioso y patético. Me sentí ridículo por no ser como esos príncipes azules de los libros: fuertes y sin miedo a nada.

Por un tiempo, traté de encontrarme casualmente contigo algunos días, aunque no fuera capaz de hablarte y lo máximo que intercambiáramos fuera una sonrisa.

Pero entonces, cambiaste. Ya no sonreías como antes, ya no eras esa niña alegre que eras antes. Te volviste fría y insensible con el mundo. Y quería golpear al idiota que te hubiera hecho eso.

En el fondo, sabía que seguías siendo esa Annie dulce y inocente que conocí, pero también sabía que no sería fácil acercarse a ti y destruir las murallas que habías construido alrededor de ti misma para protegerte.

Y, tras fallar tantas veces tratando de ser tu amigo, decidí probar con otra estrategia: ser tu enemigo.

Una idea tonta, ¿verdad? Pero pensé que, si empezaba por ser tu enemigo, quizás eventualmente conseguiría ser tu amigo. Así que me armé de valor y, cuando te vi en las pruebas del equipo de fútbol, decidí hablarte.

Quizás fue una idea tonta, pero debes admitir que funcionó.

Nunca me atreví a pensar que alguien como tú se fijaría en alguien como yo, y mucho menos enamorarse. Pero, al parecer, los polos opuestos se atraen.

Tú eras un huracán, Annie, y yo me enamoré de un desastre.

El fútbol, las acampadas, los bailes, las peleas, la mortadela, los insultos, las guerras...

Todo por lo que hemos pasado, forma parte de nuestra historia. Quizás no fue la mejor historia, y no había un valiente príncipe azul ni una dulce princesa en ella, quizás no había carrozas, ni bailes, ni hadas madrinas, pero era nuestra, y eso la hace especial.

Como dijiste, Annie: donde acaba una historia, empieza una mejor, ¿verdad?

Esto no se ha acabado. Recuerda que, al final del cuento, la princesa siempre se reencuentra con su príncipe azul. Nos vemos en nuestra próxima historia cliché imperfecta, princesa.'

― Estás completamente loco, Chris Parker. ― murmuro para mí misma, sonriendo.

― Sí, estoy completamente loco por ti, Annie Smith. ― oigo a alguien decir delante de mí, y levanto la mirada para encontrarme con la persona menos esperada, apoyada en un coche negro y con un ramo de flores en la mano. ― ¿Es esto lo suficientemente elegante para ti, princesa?

Antes de que pueda siquiera responder, Chris se acerca a mí y me tiende el ramo de flores, el cual yo acepto, antes de sonreír.

― Este no es el final, ¿recuerdas? ― vuelvo mi mirada a los billetes de avión en la otra mano de Chris, y me lanzo a abrazarle, olvidándome por completo del final de la carta.

'Te quiere, tu idiota favorito, Parker.'

N/A:

Así que, al final, Chris volvió a Orlando para volver a ver a Annie. Luego tuvo que volver a Inglaterra, pero al menos se volvieron a ver, ¿cierto?

Aún me siento muy insegura sobre este capítulo. Quizás no fue el final que muchos esperabais, quizás fue cliché o no tuvo sentido, pero lo hice lo mejor que pude y espero que haya superado vuestras expectativas.

Muchas, muchas gracias a todas a las que nos habéis seguido a mí y a los protagonistas durante este especial viaje. Gracias, especialmente, a todo el escuadrón anti-princesas por animarme y apoyarme durante toda la novela.

Vosotras, lectoras, habéis hecho esto posible. En serio, millones de gracias.

Espero que os haya gustado y, como siempre, ¡nos leemos en la siguiente sección, anti-princesas; este intento de escritora os quiere!

¡May fuuuera!

No soy tu princesa.©Where stories live. Discover now