Capítulo 29

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Camila aprovechó el trayecto hasta su piso, para reflexionar e intentar serenarse. Blake estaba en lo correcto, a diferencia de como había actuado Rubén, ella tenía que ser completamente sincera con su hermana, sin importar que su malestar se volviera en su contra. Dejar de creer en la persona que amas, posiblemente resulte una de las cosas más complicadas que un amante experimenta. Caer y levantarse, ser herido y sanar. Algo por lo que definitivamente tiene pasar alguien enamorado y que puede hacerle crecer o cerrarse al amor. Deseaba que su hermana eligiera la primera opción. Iba a ser duro, pero no estaría sola.

Estacionó el auto en su aparcamiento de costumbre y sin prisas se dirigió a la entrada del edificio. De nuevo se preguntó porque tenía que pasar por ello su hermana, nunca fue alguien cruel o que debiera algo. Se detuvo frente a su puerta. Introdujo la llave y aspiró profundo antes de girarla, al tiempo que relajaba su expresión.

―¿Es cierto que no piensas ayudarlo? ―la pregunta la tomó por sorpresa. De pie, frente a ella, con los brazos cruzados estaba Nax. Evidentemente sabia la parte que la hacía quedar como la mala del cuento, pero definitivamente no era la peor.

―Si ―respondió con calma, despojándose del abrigo y dejando de lado su bolso. El malestar se reflejó en el rostro de su hermana y mentalmente rogó que no empeorara, aunque era casi imposible.

― ¿Por qué? ―cuestionó implacable. Aunque generalmente su hermana era tranquila, cuando mostraba su carácter podía ser intimidante.

―Cometió un delito, tiene que pagar.

―Camila... ―Vio la furia en sus ojos y se preparó para lo peor. Le hubiera gustado que Brent, incluso Blake estuviera allí. Sabía enfrentar situaciones difíciles en el trabajo, incluso en la calle, pero no con su hermana. A quien no quería lastimar.

―¿Te lo ha dicho Brent? ―Tanteó el terreno, ignoraba hasta qué punto estaba enterada y eso dificultaba abordar el tema.

―¡No! ―gimió elevando los brazos―. Me he enterado por mí misma. Tuve que ir a preguntar a la delegación, porque los dos me tratan como si fuera incapaz de entender las cosas.

―Por favor, Nax...

―¿Por favor qué? ―protestó exasperada―. ¿Por qué no quieres ayudarlo?

―Si preguntaste, supongo que sabes que hay pruebas...

―Puedes ayudarlo.

―¡No!

―¿Por qué?

―Te lo he dicho, él tiene que responder por sus actos.

―Cami... ¿Acaso no te importo? ¿Y qué pasa con Mar?

―Suficiente, Nax. Es hora de que abras los ojos y te des cuenta...

―¡No entiendes!

―No hay justificación.

―Lo hizo por nosotras... Mar está enferma...

―Claire ha dicho que mejorara y no siempre es así ¿o sí?

―¿Qué?

Suspiró luchando por no perder los estribos.

―Tenía un empleo, un sueldo y a pesar de eso, robó.

―Eso...

―¿Sabías donde trabajaba? ―conocía a su hermana, no lo hubiera consentido y esa era otra de las muestras de la doble vida que Rubén llevaba―. ¿Nunca le preguntaste?

―Eso no importa...

―Sí importa... ―se contuvo, reflexionando sobre obviar los detalles―. El problema es que él quiso una vida que no podía y estas son las consecuencias.

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