Capítulo 8

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Durante el trayecto hasta su puerta, imagino todo tipo de escenarios con los que podría encontrarse; así mismo maneras de justificar su inesperada presencia, que dejaba al descubierto cuan intensa había sido su búsqueda, pero nunca pensó verla de ese modo.

Camila se estremeció, sus ojos la devoraron con descaro, provocando que su pecho se contrajera y que los latidos de su corazón llenaran sus oídos. Aquello no parecía una buena idea. Retrocedió, intentando mantenerse a salvo, pero una parte de ella sabía lo que ocurriría. Era casi inevitable y su lado perverso celebro.

Con pasos lentos y sintiéndose prácticamente el dueño, entro en el departamento y cerró la puerta. Ardía de deseo al pensar lo que llevaba debajo de esa bata. Pudo imaginarla en un diminuto conjunto y se le hizo agua la boca.

En tanto que Camila, hipnotizada por su mirada continuó retrocediendo, hasta que su espalda se encontró con el muro. Pensó en correr, huir, pero fue como si sus ojos dictaran las órdenes y permaneció quieta, pegada al concreto, a la espera de su movimiento.

Despacio como un depredador asechando a su presa, acortó la distancia y tomando las cintas del albornoz, expuso su cuerpo desnudo. Aquella panorámica era mil veces mejor que en sus mejores sueños. Sus firmes senos, su liso vientre y su sexo completamente depilado, todo cubierto por una ligera capa de humedad que hincho su miembro.

Camila contuvo el aliento al sentir sus manos introducirse debajo de la tela, recorriendo su cintura, ascendiendo por su espalda, con la encomienda de desnudarla. Quiso frenarlo, alejarlo, una pequeña voz se lo advertía. Pero su cuerpo era incapaz de negarse, le deseaba, aun sin conocerlo del todo. Aun cuando intuía que no terminaría nada bien, había bastado ese contacto en el restaurante para sentirse deseada, para anhelarlo, él la hacía sentir de ese modo.

Blake luchaba por contenerse, por hacer las cosas despacio, quería deleitarse, memorizar cada uno de sus gestos, cada parte de su anatomía, ya que sería solo una vez, no habría una segunda ronda. O al menos trato de convencerse. Se acercó a ella, haciendo caer la prenda al piso. Pasó saliva y empujado su cuerpo sobre ella, la empotró contra la pared. Su boca buscó la suya, no le importaba romper las reglas, quería tenerla por entero, probarla de una de mil maneras. Quería todo de ella. Saciarse y no tener que cerrar los ojos para imaginarla. Tenía que admitir que esa mujer que se había metido en su sangre,  de un modo casi enfermizo.

Camila se aferró a sus fuertes brazos, extasiada por la potencia de su lengua, por el sabor de su boca, lo posesivo de su agarre. Le gustaba, le volvía loca. Era exigente, duro, intenso. El calor se concentró entre sus muslos, mojando aún más, su ya húmeda hendidura. Gimió frotándose contra él. Quería más, sentir su piel desnuda. Intentó colgarse de su cuello, pero él la apartó. Desconcertada abrió los ojos. Estaba loco si pensaba dejarla de ese modo. Para su sorpresa, él sonrió de modo perverso, aumentando su excitación. Otra cosa que sumar a sus gustos, su sonrisa.

No se apartó, comenzó a besa su cuello, descendiendo, dejando un sendero de besos que acrecentaba sus ansias. Atónita vio como apoyaba una rodilla en la alfombra y tomando su pierna derecha, la colocaba sobre su hombro, dejando su sexo completamente expuesto. Boqueó como un pez fuera del agua, sin dar crédito a la imagen. Le gustaba tenerlo de ese modo,  sentirse poderosa, algo a lo cual había renunciado con su ex.

No esperó una aprobación de su parte, comenzó a devorarla. Había fantaseado con ese instante y no perdió el tiempo. Teniéndola rendida, aferró sus glúteos y se perdió entre sus piernas. Le gustaba su docilidad, su aroma, su sabor.

Camila cerró los ojos y se entregó al placer, al calor de su lengua. Sintió como su mano sujetaba uno de sus senos y comenzaba a masajearlo. Se retorció, buscando un punto de apoyo en la pared. Ambas sensaciones la llevaron a la cúspide. Sus dedos torturando sus pezones, volviéndola completamente loca, entonces todo estalló. Se descubrió a sí misma gimiendo descontroladamente. El orgasmo fue devastador, nubló sus sentidos y debilitó sus piernas.

Blake se incorporó, sin esfuerzo la tomó de la cintura y entró en la primera habitación. Acababa de complacerla, le había encantado escucharla gemir y deseaba obtener otros tantos gritos de placer.

No supo cómo, pero al abrir los ojos, se encontraba sobre la cama. Él a sus pies, desnudándose tan de prisa, que casi juro escuchar el sonido de los botones desprendiéndose. Pero eso no fue lo que más la sorprendió, sino su perfecto cuerpo. Trabajado y con un bronceado envidiable. Algo que contrastaba con su pálida piel.

Extasiado por la lujuria reflejada en sus hermosos ojos, subió a la cama y separando sus piernas, la penetró de golpe. La fricción de piel contra piel lo hizo prácticamente gritar de placer. Ella se amoldaba a la perfección a él, así que sintiéndose seguro, comenzó a moverse. La escuchó jadear y satisfecho, enteró su rostro en el cuello y aumentó la cadencia de sus estocadas.

Camila cerró los ojos y se mordió los labios, si sentir su boca sobre su sexo había sido impresionante, tenerlo dentro era aún mejor. Tanto que sintió correrse al instante. Apoyó sus manos en su ancha espalda y elevó las caderas, dispuesta a recibirle.

Blake notó el cambio en su cuerpo, la separación de sus piernas, el movimiento de sus caderas que se acoplaba al suyo. Apoyándose en los brazos, la observó. Sus dientes torturando sus labios y sin poder resistirse, con la punta de la lengua los rozó. Al instante ella reclamó su boca, aferrándose a su cuello, tirando de su pelo. Sonrió complacido. Jamás espero una respuesta tan desmedida de alguien tan dulce como ella.

Con un deseo desmedido, primitivo la tomó, hasta que se desplomó sobre ella. Sus alientos agitados y corazón latiendo al unísono.

Los ojos de Camila se cerraron, estaba deshecha, pero se sentía tan bien. Aquella había sido una deliciosa tortura, pensó esbozando una tonta sonrisa, mientras perdía la consciencia. Sintiendo el peso de su caliente cuerpo cubrir el suyo.

Blake parpadeó confundido, se había quedado dormido. Aún estaba dentro de ella, quien parecía haber sucumbido también. «Menos mal» pensó retirándose ella. Quien aún dormida, se giró y expuso su trasero. Quiso lamerlo y tomarla nuevamente, pero sus ojos encontraron las marcas en su espalda, recordándose que no podía involucrarse con ella. Negó. Bajó de la cama y tomando su ropa, salió como alma que lleva el diablo. Nunca sentía deseos de repetir con ninguna. ¿No se suponía que una vez hecho, se olvidaría de ella, su capricho desaparecería? Golpeó el volante de su auto y sacudió la cabeza, aquello no había servido de nada, todo lo contrario, ahora la deseaba con más fuerza. La había probado, sentido y difícilmente olvidaría el placer que le proporcionó.

― ¡Imbécil! ―exclamó furioso, poniendo en marcha el auto y alejandose de ahí, como si hubiera visto al diablo.

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