Capítulo 11

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Se detuvo y la observó desde la puerta del baño. Sonrió al descubrir que al parecer se había quedado dormida. No era para menos después de repetir varias veces y sin embargo, su deseo por esa mujer seguía latente. Negó dejando caer la pequeña toalla húmeda que sostenía, olvidándose de la idea de asearla. Avanzo despacio, sintiéndose exhausto y al mismo tiempo completamente satisfecho. Aunque su plan no era dormir con ella, no podía mentir, le gustaba tenerla ahí. Estaba maravillado con la panorámica de su cuerpo desnudo sobre su lecho.

Dejándose caer sobre la mullida superficie, rodeó su pequeña cintura con el brazo y se pegó a su espalda. «¿Qué me estás haciendo?», pensó besando su hombro, al mismo tiempo que cerraba los ojos y aspiraba su olor. Estaba olvidándose de sus reglas, pasando por el alto el hecho de no involucrarse con mujeres más allá del sexo, pero simplemente no podía evitarlo. Ella era la excepción a toda regla.

El cansancio y la comodidad lo habían vencido. Parpadeo confundido, notando de inmediato su ausencia. De un salto salió de cama y abandono la habitación, olvidándose de su desnudes. Como alma que lleva el diablo, recorrió el pasillo hasta llegar a la escalera. No había rastro de ella, ni de su ropa, nada. Maldijo internamente y golpeó con el puño la pared. «¡Maldición! Se ha ido», pensó cerrando los ojos y estrellando de nuevo su mano contra el concreto.

De la misma manera en la cual él dejo su casa, sin una palabra, lo había hecho ella. Sonrió sin ganas. No lo esperaba, no después de la forma en que se entregó a él, no después de cómo la había hecho disfrutar.

De pie junto a la escalera recordó lo ocurrido. Aún podía sentir la suavidad de su piel, el sabor de su boca y sin embargo, quería más, mucho más de ella. Volvió sobre sus pasos y se dirigió al baño. Camila era mucho más que un reto. No verla a su lado, lo hizo entenderlo. Había dejado de ser un desafío, para convertirse en su meta. De inmediato su mente comenzó a trazar su siguiente jugada. Cosa que nunca antes tuvo que hacer, pues las mujeres siempre eran quienes iban por él, pero ella era distinta. De alguna manera lo supo desde el instante en que vio en aquella sala, atada y herida.

―Esto no ha terminado, Camila ―murmuro para sí mismo dibujando una sonrisa traviesa―. Eres mía y voy a demostrártelo. Hare que no quieras irte nunca.

***

― ¿Estas segura? ―preguntó Claire mirándola escéptica. La explicación que acababa de darle no la convencía del todo.

―Por supuesto ―respondió Camila con una sonrisa fingida, esforzándose por parecer normal y no ganarse otro sermón por parte de su prima. Después de repentina fuga, no había parado de cuestionarla acerca de Blake y aunque consiguió evitar tocar el tema, no parecía dispuesta a dejarlo―. Me ayudara a despejarme y a ultimar los detalles del desfile ―explico intentando convencerse a sí misma.

―Creí que aún no estaba listo el ultimo vestido ―insistió su prima, con crecientes sospechas. Que Camila hubiera adelantado sus planes de viaje le parecía algo poco usual en ella, que planeaba con sumo cuidado todo. Y el hecho de que no se atreviera a mirarla a los ojos, aumentaba su intriga.

―Melanie se encargara de llevarlo en un par de días. No habrá problemas, ya lo he previsto.

― ¿Sera? ―comento con evidente ironía―. ¿O es que intentas escapar de cierto hombre? ―Camila sonrió de lado sin dejar de empacar su ropa y entonces todo pareció encajar―. Es por eso que no has ido estos días a tu departamento ¿verdad? ―De nuevo se limitó a sonreír, incapaz de desmentirla y Claire termino de confirmar sus sospechas―. ¡Es eso! ―exclamo al no obtener una respuesta―. ¡Dios! No puedes hacer esto, Camila.

PleasureWhere stories live. Discover now