Capítulo 30

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La luz el alba comenzó a despuntar, pero ninguno de los dos pareció tomarle aprecio. Estaban agotados, pero del tipo de cansancio liberador y que es capaz de dejar una sonrisa en el rostro. No había sido solo sexo, pasión o placer lo que entregaron las últimas horas. El amor. Hicieron el amor. Ella dejó de lado sus temores y él se olvidó llevar el control. El amor es entrega, sin reglas o restricciones, sin terceros o avíos. Solo dos cuerpos, dos almas, dos corazones vibrando al compás, llevando la mismo cadencia. Sin reversas o límites.

Blake arrastró con pereza los dedos por su espalda, dibujando los vestigios de sus cicatrices, las cuales les llevaron a conocerse esa noche. Le parecía una eternidad y al mismo tiempo era como si hubiera sido ayer. Tenía grabado cada detalle y por ende, algunas interrogantes.

―¿Puedo hacerte una pregunta? ―susurró sin dejar de tocarla, amaba sentir su piel, sin barreras. Siempre sintió curiosidad por su actitud despreocupada respecto a su bienestar. Las mujeres despechadas son peligrosas, ciertamente, pero ninguna que hubiera conocido antes, atentó contra sí misma. Como lo hizo ella.

Camila se estiró perezosamente, frotando descaradamente sus senos contra su costado, arrancándole una sonrisa. Era hermosa, aun con cabello desordenado y ligeras sobras debajo de los ojos. Quizás eso realzaba su belleza, el hecho de saberse responsable de su aspecto. Del destello de sus ojos.

―Delante ―contestó apoyando una mano en su pecho, disfrutando de la firmeza de sus músculos.

La observó largamente, el dolor y desconfianza que vio en su mirada aquella noche habían desaparecido por completo, pero no deseaba abrir viejas heridas. Sin embargo, una parte de él, anhelaba conocer del todo sus secretos.

―¿Por qué lo hiciste?

Ella frunció la frente, pareciendo confusa. La mano de Blake, de nuevo acarició su espalda, diluyendo su desconcierto. «¿Por qué se dejó azotar?», esa era la cuestión. No era un tema que hubieran tocado antes, pero sabía que no le reprochaba, era autentico interés y preocupación lo que reflejaba su rostro. Suspiro descansando su barbilla en su torso.

―Para vengarme.

―¿Segura? ―inquirió entrecerrando los ojos.

―Sí, ¿Qué otro motivo tendría? ―Se encogió de hombros―. Estaba muy molesta y sabía que iría a ese lugar en busca de otra sumisa. Era al que solíamos ir, cuando no lo hacíamos en su casa. Además, siempre solía hablar de una tal Rain.

«Rain». Un nombre que le resultaba bastante familiar a Blake y que por fortuna estaba muy lejos del alcance de un tipo como Tyler. Sacudió la cabeza y tocó su mejilla. Era una respuesta sencilla, pero que no le convencía del todo. Camila era una chica autodestructiva, justamente como la aludida por su ex. La perfecta sumisa dispuesta a todo por complacer a su amo, incluso a costa de su propia existencia. Las conocía, sabía reconocerlas después de tanto tiempo en ese tipo de prácticas. Cuando conoció a Camila le pareció que encajaba en el perfil, esa fue una de las razones que despertó su interés; sin embargo, se había equivocado. Ella tenía más una tendencia a herirse, como una forma de castigarse.

―Pudiste hacerlo sin que te lastimaran de ese modo y lo sabes ―afirmó con voz moderada, a pesar de sentir malestar al recordar el deplorable estado en que la encontró en aquella sala―. Así que dime, ¿Por qué?

Camila suspiró de nuevo, sopesando su respuesta. Tal como lo había temido al inicio, él era capaz de leerla. No tenía sentido mentir, finalmente, conocía lo peor y posiblemente mejor de ella. Le amaba, pero lo más importante, no la juzgaba, más bien intentaba comprenderla. Algo que nunca tuvo con Derek. Quien solo buscaba satisfacer sus deseos, sin darle nada a cambio, más que el privilegio de ser la elegida.

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