Capítulo 2

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El tacto de sus manos sobre su vientre, la sacaron de la bruma en que se encontraba. Camila quiso reaccionar, sin embargo, su cuerpo no obedeció. El desconocido la asió con firmeza, pegándola a su duro pecho. Sus senos se apretaron contra él y sus pezones rozaron la fina tela de su camisa, provocándole una extraña sensación. «¿Quién eres? ¿Dónde estoy?», preguntó sin poder extérnalo. De algo estaba segura, esas no eran las manos a las cuales estaba acostumbrada y eso la atemorizo un instante. Todo parecía demasiado.

Cuando él la tomo en brazos y comenzó a moverse con ella a cuestas, un intenso dolor recorrió su espalda. En ese instante los recuerdos de los últimos minutos llegaron a su mente como lluvia borrosa. El desconocido del bar, las ataduras en sus muñecas, el látigo y los azotes. Apretó los ojos con fuerza, hundiéndose en su miseria. De nuevo había fallado, otra vez estaba desfallecida, no era capaz de moverse por sí misma después de una sesión. ¿Cuán patética resultaba? Quiso llorar, gritar de impotencia. No podía hacer algo bien. Lo que confirmaba las palabras de su prometido, ella no era la sumisa que él necesitaba. Por eso la había dejado, por eso tenía a alguien más. « ¿Qué he hecho mal?», se había preguntado varias veces y en ese momento obtuvo la respuesta. «Todo».

Se perdió en sus dolorosas cavilaciones, mientras el desconocido la recostaba sobre una mullida cama. Ignoro las voces, hasta que escucho su nombre. «Derek Tyler». Como deseaba poder olvidarlo, odiarlo, pero aunque quisiera creer lo contrario, aun dolía. No obstante, ese no era el mejor momento para reflexionar sobre el asunto. Estaba en serios problemas. No sería capaz de salir por su pie de ahí y él no debía saberlo. De ninguna manera podía permitirlo.

Lleno sus pulmones de oxígeno y haciendo acopio de todas sus fuerzas, hablo.

―No ―dijo removiéndose sobre la manta, ignorando las punzadas que recorrieron su columna.

Le sorprendió ser capaz de moverse, ese quizás fuera un avance que probablemente él sería incapaz de reconocer. Pero ¿que importaba eso? Había tomado una decisión, olvidarse de él. Pasar página. Comenzar de cero. Ese mundo definitivamente no era para ella. Había intentando por todos los medios encajar, para complacerlo y sencillamente no lo había logrado. Y lo inevitable había ocurrido, la había sacado de su vida, así que no habría marcha atrás, no regresaría con ella por más intentos que hiciera. Como en los últimos 5 años.

―Te explicare, pero no llames a nadie ―suplico esperanzada clavando sus cansados ojos en los del desconocido. Que según había escuchado, su nombre era Blake.

Desde luego que no tenía idea de lo que diría para justificar su presencia ahí, porque no había una explicación convincente, pero de necesitaba ganar tiempo y salir de ese enredo alguna forma. No dejaría que la viera de ese modo, no permitiría que la pizca de dignidad que le quedaba al no haber llorado frente a él, desapareciera. Así que tendría que arreglárselas y salir airosa.

―De acuerdo ―cedió el desconocido, ordenándole mantenerse quieta. Eso sin duda, no implicaría problema alguno, apenas era capaz de hacerlo.

Camila permaneció inmóvil, tal como se lo indico Blake. El cuerpo le dolía demasiado. No solo la espalda, también los brazos por sostener su peso e incluso las piernas. Quiso reírse de sí misma y de lo patética que debía verse en ese instante. Tumbada sobre la cama, prácticamente desnuda frente a tres desconocidos. «¡Qué espectáculo! Para nada me he negado a participar en orgias, ahora mi trasero está más que expuesto», pensó con pulla.

Si bien era verdad que estaba en serios problemas, esperaba que al menos su locura sirviera de algo y le retiraran la membrecía de ese lugar, al cretino de su prometido. Esa era su propósito. Si lo conseguía, le importaba muy poco verse expuesta o el dolor experimentado. A ellos no los volvería a ver en su vida. Por otro lado, el resentimiento que sentía era mil veces mayor, que el malestar que taladraba su piel. Algo que se incrementaba cada vez que recordaba sus duras palabras: «Me frustra estar con alguien tan débil como tú. Solo me has hecho perder el tiempo».

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