-¡No me toques!

Luca gritó al tiempo que le propinaba un empujón en el hombro. Ella cerró los ojos cuando cayó hacia atrás. No esperaba ese golpe, menos en ese hombro. Se irguió un poco mientras sentía la sangre fluir por su ahora abierta herida. Luca vio la mancha roja extenderse por la camisa de la joven, y maldijo por lo bajo. Se puso de pie sin perder de vista al lobo, y se alejó de ella. Miró de nuevo al animal, que ahora lucía relajado y atento, con las ojeras en alto.

-No puedes tener animales. ¿Qué es eso?

Luca quería que sonara como regaño, pero debido a que bajó la voz conforme lo decía, sonó a ruego. Ella no le contestó, se levantó para subir a la cama. Mientras se sentaba en la esquina del respaldo y la pared, le miró de forma seca. Se abrazó las rodillas y disimuladamente comenzó a abrir su camisa para ver su hombro. Luca olvidó por un momento al animal salvaje, y dio un paso hacia ella.

-¡Maldita sea, contesta algo!

El lobo se levantó y enseñó sus enormes colmillos para mostrarle su lugar en la cadena alimenticia. La joven analizó la sangre de su herida. Era roja y limpia, sin rastros de pus o exceso de plasma. Luca se dio cuenta de que miraba su herida, y no quiso admitir el remordimiento que le dio el ser el culpable. Ella no hablaría, eso estaba claro. Lentamente, pendiente de los movimientos del lobo, tomó su camisa del suelo, y retrocedió palpando la pared. Encontró el pomo de la puerta, y lo tomó. Salió lentamente, mirando a la joven y al animal al mismo tiempo. Cerró, y se recargó en la puerta, respirando profundamente mientras se pasaba una mano por el pelo.

-Luca, ¿Qué haces ahí y así?

El mencionado casi pegó un salto del susto. Era Margaret, que lo veía con curiosidad.

-Nada –se apuró a decir.

Su madre lo miró de arriba abajo, pero él se cubrió el pecho con la camisa antes de que viera los arañazos. Se quedaron frente a frente unos momentos, momentos en los cuales ambos recordaron el tema abandonado del día anterior. Luca decidió ir a por todo de nuevo.

-Sabes tan bien como yo que esto está mal. No hay que arriesgarnos. Solo le pediremos que se vaya.

-Luca, no seas tonto. ¿Es que te has dejado contaminar por todas esas personas de afuera?

-No es ninguna tontería. ¡Sabemos lo peligroso que es encubrir a un experimento!

-Parece que no has…

-¡Padre murió por ayudarlos!

Hubo silencio. Margaret miró con tristeza a su hijo.

-¿Dónde está el Luca que quería salvar a todos? –murmuró.

Su hijo la miró un momento, y luego pasó caminando a su lado.

-Murió el mismo día que mi padre.

Mientras caminaba, Luca se sentía miserable. Hacer llorar a su madre. Margaret estaba llorando en silencio, dolida. Sin embargo, su deseo de protegerla era tan grande que no le importaba el ser odiado. Ambos sentían dolor ante el recuerdo de aquel buen hombre. Greg Cárol había sido un hombre de bien, un hombre de hechos. Un día se había topado con un gato enfermo, un gato de tamaño anormal y con un pelaje manchado de un color que oscilaba entre el lavanda y blanco.  Lo llevó a casa, donde Luca jugó con él. Pero tres días después, el gremio de científicos mandó a buscar a su creatura.

Greg fue interceptado por la guardia de la zona oscura. Aquellos hombres lo acorralaron amenazantes, y sin mediar palabra, lo golpearon. El hombre buscó defenderse de los cuatro atacantes. Un tiro al pecho, y la familia Cárol quedó incompleta para siempre. Después del incidente, el felino huyó y no supieron más de él.

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