Cazador.

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Levanto mi cabeza con rapidez.

Veo como la maleza se zarandea con el viento, un viento cargado de malos augurios.

Entre la maleza, un tenue sonido rompe el bailar de las hojas. Unas pequeñas ramas se acababan de romper por una gran pisada.

Olfateo.

Es grande y robusto, una presa difícil, pero para mi bien ya lo ha herido otra bestia.

Clavo mi mirada en el más alto árbol, uno cuyas ramas se dividen en mil más y se entrelazan las unas con las otras, cubriendo con su verde manto la espesa jungla.

Preparo el ataque al milímetro: Árbol, rama, salto, ataque.

Cada segundo encima de su lomo era una probabilidad de morir en ascenso, son estúpidas, pero peligrosas. Me gusta cuando puedo morir en el intento, es más divertido.

Me agacho y ando, suficientemente escondido para que no me detecte, no es una bestia que pase mucho por aquí, es más, cada pocos meses recibimos un manjar tan exquisito y se requieren de varias vidas para poder cazarlo.

Sus grandes pisadas eran tranquilas, vigilaba detenidamente el terreno a su alrededor en busca de depredadores, sin embargo, no se percata de mi posición.

Al verlo más o menos alejado trepo, fugazmente, el árbol y me coloco cuidadosamente en sus ramas, desde aquí veo a mi objetivo, cuya espalda presentaba rasguños y rastros de armas básicas, sin embargo, les hacía caso omiso, de manera que avancé.

Mientras más me acercaba, más me concentraba, mi ritmo cardíaco descendía, mi respiración era casi como si no existiera y mis patas danzaban entre las ramas, la gran bestia no sabía que un mal paso le podría costar la vida, sin embargo , no es el momento de atacar... aún.

A la vez que me muevo detrás de él distingo un Abuth, una gran ave rapaz, curioso... estará buscando un lugar dónde parar a comer, genial, siguiendo el camino por el que va... ya sé que haré. Se dirige a la charca de las Chaeros, unas criaturas peludas que van en manadas por la isla, alimentándose de peces. Pensado eso, me dispongo a ver cómo asesinarlo.

Ya está todo pensado y hecho, mi presa estaba confiada, más su cuerpo le iba a jugar una mala pasada. Al ser tan resistente apenas tiene receptores en la piel para no notar el dolor y poder seguir adelante pese a todo, de manera que rocié un poco de agua salada de la charca, formada por la entrada de agua que se encuentra a unos 500 metros. Dentro de la charca se encuentran unas criaturas depredadoras de gran tamaño llamadas Saelis, que son atraídas por presas que se encuentran en el arroyo, guiándose por unos sensores nasales que detectan el nivel de salinidad de las criaturas, sin embargo, de que se alimentan los Chaeros? De lo único que hay en la charca, Saelis. Todo pensado, ahora solo queda esperar.

A los 5 minutos llega un banco de Saelis a la charca, que, inmediatamente detectan a mi presa, dicha presa se encontraba devorando a su Abuth, de manera que no se percató de las Saelis. Estas, sin dudarlo salieron del agua a morderla y arrastrarla hacia dentro, causando un gran revuelo que, obviamente, los Chaeros notaron. Todos saltaron a la vez, son criaturas fuertes, pero carecen de sentido común, de manera que junto a las Saelis también atacaron a mi presa, hiriéndola más y más, esta se movía frenéticamente, pero ellos eran más y, justo antes de que acabaran con ella, salté del árbol.

Todos los Chaeros se pararon en seco, me observaban detenidamente, ya me conocían. La última vez que les visité acabé con media manada como quién no quiere la cosa.

Lentamente hice resbalar un machete de detrás de mi capa, ni más ni menos que Inoxidio, el metal más preciado y peligroso de nuestro mundo. 60 cm de machete, 60 cm que habían costado más vidas de las que nadie podría imaginar, los Chaeros la vieron y se alejaron.

Bien, esto es todo amiga, ha sido divertido. Alcé el machete y cuando me dispuse a cortar el estómago oí un golpe detrás de mi. Rápidamente me di la vuelta y vi la sombra de una cuchilla deslizarse por encima mío, moví el brazo de izquierda a derecha con el machete para parar en seco el golpe que se me lanzaba, partiendo la cuchilla en mil pedazos, acto seguido vi cómo la sombra se abalanzaba sobre mi, aunque de poco le sirvió ya que le agarré el brazo y pude verle el rostro. Era un Ka'el. Buscaba a mi presa. Giré su brazo, retorciéndolo y causándole un dolor atroz, gritó, sin embargo ahogué sus gritos en un simple corte a través de su estómago y cayó al suelo.

Antes de morir susurró unas palabras:

- Kay'dem... Viene...

Acto seguido se desplomó. Registré sus pertenencias: Cuero, una bolsa y una pequeña daga de Embruna, material basura Ka'elita que se parte a la mínima, bah, inútil... El cuero me servirá para arreglar las ropas que rompo siempre y la bolsa para llevarme su cabeza.

Desués me dirigí a mi presa, dedicándole unas palabras:

- La vida del cazador no es fácil, no esperes que deje pasar una oportunidad así, no ha sido tu mejor idea.

Me llevé sus tripas y su cabeza también, me esperaba un festín y debía afilar mis armas. La noche caía y no es buena idea caer en manos de las trampas de las bestias salvajes.


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