-Fue mi tercera víctima, Enoch- tomo un respiro, el recordar aquel hombre era doloroso aunque no quisiera admitirlo- lo conocí cuando me encerraron por las muertes de mis padres adoptivos.

- ¿Quieres hablar de ello? - tomo aquello como un punto de partida para seguir con las confesiones. El hombre solo se encogió de hombros, le daba igual y eso estaba bien- excelente, entonces hazlo- le vio tensarse, parecía que aquello era algo que estaba reprimiendo demasiado tiempo, información genuinamente valiosa y sería la primera en escucharlo, cualquier editorial tendría un orgasmo por tal información. Encendió la grabadora de inmediato cuando él comenzó hablar.

Odiaba demasiado aquel lugar; dos años habían pasado desde aquel doble homicidio y le había internado en aquel psiquiátrico, en el ala especializada en los criminales peligrosos siendo el paciente más joven. En parte él no podía quejarse en nada en absoluto, lo habían considerado un inestable mental y su homicidio seria pagado con una sentencia no tan grave: saldría cuando cumpliera la mayoría de edad. Mientras tanto, estaría encerrado en aquel lugar donde los psiquiatras tratarían de sanarlo y hacerlo una persona útil para la sociedad.

No era más que mentiras, aquellos médicos simplemente les interesaba un rábano reformarlo, de hecho solo querían beneficiarse de aquel chico que mato a sus padres a los 13 años. Tampoco soportaba a sus compañeros que por la ingesta de tantos medicamentos parecían personajes sacados de alguna película de George R. Romero.

Aquellas mañana presentía que pasaría como todas. Solo saldría para comer algo, después pasaría a dos sesiones de terapia, una grupal y una privada. Que emocionante, pensaba con sarcasmo aunque no era tan diferente a como cuando era un niño. Solo faltaba que le encerraran.

Estaba en uno de los rincones del comedor comiendo sin muchas ganas el arroz blanco con guisantes acompañados de carne; comer no era un calificativo que usaría en realidad, más bien estaba jugando con los alimentos que tenía frente a él sin darle mucha importancia a los demás que estaban a su alrededor.

-Hola- alzo la mirada al hombre que lo saludo. Por el uniforme que portaba aquel hombre alto de piel bronceada, cabellos rojizos y ojos oscuros era uno de los guardias. Arqueo una ceja confundido por su acción, se suponía que no debería hablarle por lo que decidió ignorarlo y fingir comer- no hablas mucho ¿verdad?

-Tú no deberías hablar conmigo- dijo Jack metiendo a su boca un pedazo de carne haciendo una mueca al notar lo salado que estaba.

- ¿Por qué no?

-Puedes perder tu trabajo, aunque en realidad no me importa- se encogió de hombros. Se le había perdido el apetito como casi todos los días.

-Entonces habla conmigo- insistió de nuevo el guardia- después de todo si algo malo pasa el único que tendría consecuencias seré yo- aseguro y Jack medito aquellas palabras, tenía demasiada razón en realidad, asintió como única respuesta, algo suficiente para el pelirrojo- eso es genial, ya llevaba tiempo queriendo hablar contigo.

- ¿Qué?- pregunto confundido por aquella confesión.

-Sí, siempre te veo muy solo y pensé que sería interesante hablar contigo, además tus ojos.

- ¿Qué tienen de malo mis ojos?- se levantó de golpe, estaba harto de todo ello.

-Pero son muy lindos, no tienen nada de malo- suspiro un poco, parecía que aquel chico consideraba que solo quería verle la cara de tonto pero no era verdad- son muy únicos, me gustan demasiado.

Eso sonaba demasiado sincero, pero Jack volviendo a su asiento bajando la mirada; eso no había estado bien, pero toda su vida la gente la tenía odio o repugnancia sobre sus ojos; era un fenómeno para todos, un monstruo que era mejor mantenerlo atado, en lo más oscuro de un sótano. Simplemente le costaba creerle. Interrumpió sus pensamientos cuando sintió la gran mano de aquel hombre acariciar sus cabellos negros que aparto rápidamente.

Oscuridad (BeastWirt)Where stories live. Discover now