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     El conjunto de tulipanes rojos y amarillos brillantes comenzaban a marchitarse un poco en su florero.
     Habían pasado tres días desde que habían llegado y desde entonces... ningún otro había llegado. Cuando él las había conseguido, su corazón había saltado.
     Un tulipán rojo era una declaración de amor, mientras que el amarillo significa perdidamente enamorado.
     Había una docena de cada uno.
     Elías había estado seguro de que se trataba de la declaración final de su admirador, y que se conocerían ahora.
     Él había estado en lo cierto en una cosa, los tulipanes eran una declaración final. Pero ningún admirador había salido de la nada para reclamar la responsabilidad y, si Elías estaba siendo honesto, reclamar su corazón también. Ahora, días más tarde, se estaban marchitando un poco y era deprimente. Lo que había provocado tan claramente un intenso repentino interés había desaparecido, al igual que las flores se estaban desvaneciendo.
     Sin embargo, Elías no se atrevía a tirarlas. Así que una vez que había apagado todas las luces y cerró la caja, se llevó el florero de tulipanes de la encimera. Al menos podría llevarlos a su casa y podrían unirse a los demás que se secaban en el alféizar de la ventana. Era ridículo, pero Elías no había botado ninguna.
     Dios, se estaba convirtiendo en una colegiala, presionando las flores en su maldito diario.
     Con su bolsa de mensajero colgada al hombro, un jarrón de tulipanes abrazando cuidadosamente a su lado, Elías miró un poco la puerta delantera de la tienda cuando sacó sus llaves para cerrar. Se vio obligado a establecer el jarrón en la acera con el fin de tirar la puerta abajo y bloquearla en la parte inferior.
     Eso seguro, se volvió a recoger sus flores cuando de repente parecían a punto de estallar por todas partes.
     Él se tambaleó hacia atrás, todavía medio agachado, se dio cuenta que un par de hombres jóvenes, obviamente borrachos eran la causa, uno tambaleándose un poco demasiado cerca para su comodidad.
     Elías se puso en pie, con el ceño fruncido, y le dio al hombre un empujón.
     —¡Hey! Cuidado, ¿por qué no te largas? —Su pecho se apretó en decepción al ver sus hermosas flores trituradas bajo un par de pies de chicos de fraternidad.
     Empujó las llaves de la tienda en el bolsillo.
     Al que había empujado le dio una sonrisa de medio lado que, en circunstancias normales era probablemente muy encantador para chicas y chicos por igual. Sin embargo, Elías no estaba de humor para los turistas borrachos encantadores tratando de molestarlo cuando lo único que quería era volver a su casa.
     —Hey, guapo, no seas así. Vamos a beber. Ven con nosotros —instó el chico. Tenía un acento vago del sur que Elías no podía colocar y no le importaba intentarlo. Apestaba a cerveza.
     Elías cepilló la mano del tipo de su hombro y enganchó su bolsa de mensajero un poco más alto, sacudiendo su cabeza mientras retrocedía un paso.
     —No esta noche, muchachos. Ir a buscar otra persona para ir de fiesta. —Se dio la vuelta para marcharse, su aliento capturado cuando su brazo fue atrapado y se encontró tirado atrás y de lleno contra el edificio. Oh, mierda—. Miren, lo digo en serio. Córtenlo.
     Trató de empujar más allá de ellos, ambos hacinando su espacio ahora, el corazón le palpitaba. Claro, que no parecían peligrosos, pero estaban puto tostados y Elías había visto un montón de veces que la rapidez de un borracho amable se convertía en uno beligerante si se le niega lo que quiere.
     —Sólo queremos invitarte a una copa, ¿cuál es el problema? —Preguntó el otro chico, y Elías se centró en mantener la calma. Si él se asustaba las cosas sólo escalarían. Sólo necesitaba una oportunidad para hacer una escapada hacia la esquina, donde había mucho más tráfico peatonal, a diferencia de la calle donde se encuentra la tienda.
     Elías sonrió, esperando como el infierno que no se veía tan falso como lo que era.
     —No hay problema en absoluto, muchachos. De hecho, ahora que lo dices... Me encantaría una copa. —Señaló hacia la calle más ocupada a sólo media cuadra de distancia—. Conozco un lugar justo allí donde podemos ir.
     Sus rodillas fueron débiles con el alivio cuando los dos tipos se relajaron y sonrieron abiertamente y uno lanzó un brazo alrededor de su hombro.
     —¡Bien! Mira, yo sabía al minuto que te vi que iba a estar abajo para alguna diversión. ¿Verdad, Jake, no te dije?
     Elías no dijo nada al contrario, fingiendo reírse y conduciendo ambos hombres hacia la esquina. Echó un vistazo detrás de él, no estaba exactamente seguro por qué, y se alegró de hacerlo porque tenía apenas un segundo para reaccionar cuando, de la maldita nada, una mancha que se parecía sospechosamente a Mateo salió volando por la acera hacia ellos.
     Elías consiguió un tirón cerca de dos yardas detrás de los chicos de fraternidad borrachos, y tardó unos segundos en procesar que diablos habia pasado. Entonces vio a Mateo de pie entre él y ellos, con su mono de trabajo suelto hasta la cintura, los músculos del brazo brillantes, siendo muy parecido a cada superhéroe que Elías había fantaseado.
     —Largo. Tienen exactamente cinco segundos antes que pierda mi preocupación por la policía y arrancarles la cabeza y metérselas por el culo.*

*Todo texto que aparece resaltado en negrita no fue traducido puesto que la autora lo escribió en español.

Más Que PalabrasWhere stories live. Discover now